Terrenos quemados por incendios ¿Qué plantamos?

Cinco destacados expertos forestales dan su visión de qué hacer con las áreas siniestradas y responden a quienes cuestionan las plantaciones forestales.

Cerca de 300 mil hectáreas de plantaciones y bosque nativo fueron afectadas por los incendios en la zona centro sur del país a comienzos de este año. Frente a ese gran daño la gran pregunta ahora es, ¿qué hacer con los terrenos afectados? A la fecha, ya las grandes empresas han iniciado un proceso de producción de semillas y plantas para reforestar –y restaurar si se trata de bosque nativo-, su patrimonio amagado. Pero, ¿qué pasa con los medianos y pequeños propietarios?

Consultamos a cinco reconocidos ingenieros forestales, con vasta experiencia en recuperación de suelos. 

Para el ingeniero forestal de la Universidad Austral de Chile y Doctor en Ciencias Forestales de la Georg August Universität zu Göttingen (Alemania), Juan E. Schlatter, evitar la erosión del terreno es lo prioritario. En una primera instancia, plantea, hay que hacer surcos superficiales para disminuir el escurrimiento superficial del agua, “es decir, detener y desviar el excedente hacia los cauces naturales de evacuación de agua; cubrir el terreno con desechos propios del incendio o dejar la vegetación quemada con sus raíces para que sostengan el suelo, en caso que no pueda sembrarse o plantarse en la temporada”. 

La segunda tarea es el sembrado desde el aire (helicóptero) de semillas de herbáceas de rápida germinación con humedad ambiental, especialmente donde no existe posibilidad de que los terrenos sean colonizados naturalmente, vale decir, en cumbres o laderas convexas. Posteriormente, afirma, se debe planificar la reforestación de acuerdo a su calidad de sitio.

Para el investigador de la Universidad de Concepción y especialista en ecología del fuego, Dr. Eduardo Peña, el nivel de urgencia para actuar se debe evaluar caso por caso. “Podría ocurrir erosión, pero al recorrer la zona afectada en Biobío se aprecia que la mayor parte de las plantaciones no tuvo incendio de copa y eso implica que ese suelo no va a quedar descubierto porque esas hojas protegen contra el golpe de las lluvias. Distinto es el caso del Maule donde se perdieron más bosques por incendio de copa. Lo vital es que quede algo sobre el suelo y con eso se protege contra la erosión”, señala. 

A modo de ejemplo, explica que “si un terreno quedó completamente descubierto de cobertura vegetal, uno tendría que cubrir el suelo con algún tipo de desecho como fardo de pasto u hojarasca de pino. En muchas partes lo que se hace es convertir en chips de madera los mismos árboles quemados y con eso se protege el suelo todo eso es mucho más efectivo que plantar en una primera etapa”, argumenta.

Y agrega que “uno debiera conocer cuáles son los puntos más susceptibles y, si perdieron la cubierta vegetal, se debería actuar en dicho punto. Lamentablemente, en la mayor parte de los terrenos quemados no se alcanzó a hacer nada antes de que empezara el invierno, así es que hay que aguantar no más lo que va a pasar”. Comenta eso sí, que hasta ahora las primeras lluvias no han tenido un impacto tan dramático.

Opciones para reforestar

Frente a qué se recomienda plantar en los terrenos afectados, se aprecian matices. De acuerdo al ingeniero forestal de la Universidad de Chile, Simón Berti, ello “dependerá del objetivo del propietario. “Un filántropo -o el Estado- podría, paso a paso, volver a restaurar el ecosistema natural que existía hace más de 600 años atrás. Un propietario particular o una empresa dedicada a la actividad forestal, querrá usar sus terrenos de manera sustentable y lograr un beneficio económico para él y todas sus futuras descendencias. En este caso, seguramente se decidirá por alguna de las especies de rápido crecimiento que, desde hace cerca de un siglo fueron introducidas a Chile con mucho éxito, ratificadas por un estudio de años del Instituto Forestal -que probó más de 160 especies con potencial para el clima de Chile- siendo las más recomendables el pino y el eucaliptus, que ya son parte de una industria consolidada”.

Una postura similar tiene el secretario ejecutivo del Colegio de Ingenieros Forestales (CIFAG), Julio Torres, quien plantea que no hay una sola respuesta a dicha interrogante. “Si se quemó vegetación nativa, en terrenos privados o públicos, mantener el enfoque en la recuperación. Para ello se requiere que los pequeños propietarios privados tengan apoyo, ya que no contarán con recursos para restaurar y tampoco tienen la obligación legal de hacerlo, por lo que existe la probabilidad de que, en ausencia de recursos financieros, dejen los terrenos abandonados, sometidos a la erosión y degradación”. 

Qué hacer en la interfaz

Otra cosa es la interfaz urbano-forestal, que se refiere a todas esas zonas en las que se juntan vegetación nativa o plantaciones con poblados o viviendas. En ese caso,  Torres afirma que “se requiere un estudio mucho más profundo y plantear un reordenamiento de la interfaz, que pasa por sacar todo tipo de vegetación de esas áreas, ya que algunos señalan que la vegetación nativa no se quemaría, lo que plantea una falsa confianza a la gente que construye sus viviendas en su entorno cercano. Incluso en algunos casos se deben sacar las viviendas. Ese es un estudio más complejo, como ocurrió en Valparaíso”.

Respecto a qué plantar, el doctor Schlatter opina que es necesario diferenciar el sector urbano del rural para la forma de manejo de la vegetación arbóreo-arbustiva. El tránsito de personas desde el sector urbano al sector rural requiere de disposiciones especiales de orientación y  de acceso limitado para evitar que se produzcan posibilidades de focos de incendio o accidentes, especialmente en lugares de aglomeraciones humanas. La sociedad debe normar en estos casos en forma más estricta el tránsito no autorizado y orientar esta necesidad cultural  (deporte, recreación, convivencia en ambiente rural) a sectores autorizados y resguardados.

En cuanto a qué especies establecer en un lugar, el doctor Schlatter postula que se debe tomar en cuenta la calidad de cada terreno para decidir qué plantar. “En terrenos muy expuestos al sol, laderas con exposición norte y oeste, conviene establecer una cubierta de especies arbóreas pioneras y resistentes a stress hídrico”, asegura. 

En ese sentido detalla que especies nativas como el maitén, el bollén y el espino servirán como cobertura para una posterior ampliación a otras más exigentes; mientras que especies introducidas como el pino radiata pueden formar un bosque productivo y de respuesta rápida a nuestro mercado; también algunas acacias australianas de zonas secas, eucaliptos resistentes a sequías prolongadas (>de 6 meses) y el pimiento pueden preparar el camino a plantaciones más exigentes, comenta.

Para terrenos menos expuestos, como laderas cóncavas, o exposiciones sur y este, el investigador estima que se pueden establecer especies más exigentes como quillay, litre, boldo, peumo, lingue del norte y otras nativas o introducidas como el pino radiata y eucaliptos, ya que son “bastante resistentes a largos períodos secos, especialmente en regiones entre Metropolitana y Maule”.

No demonizar especies

Tras los incendios surgieron voces que abogaban por reemplazar las plantaciones quemadas de pino y eucalipto por bosque nativo. Uno de los argumento es que dicha medida podría reducir en el futuro los incendios forestales. A juicio de Julio Torres, “esa idea contiene varios errores. Supone que la vegetación nativa no se quema o se quema menos, lo que no es verdad. Agrega que también supone que el Estado puede determinar lo que los privados pueden plantar en sus terrenos, pero “no tiene esa atribución. Los terrenos productivos, deben seguir siendo productivos, si así lo desean sus dueños”.

Al respecto, sostiene que las plantaciones con especies introducidas han sido demonizadas desde antes de los incendios. “Las plantaciones forestales tienen una función productiva clara, producir madera de manera eficiente. El hecho de que se vean afectadas por incendios no justifica su reemplazo por otras especies. Primero, porque todas las especies se queman, lo que indica que no es una medida que eliminará los incendios. Y segundo, porque forman parte de un sistema productivo de grandes, pequeños y medianos propietarios y empresas, que no puede ser desmantelado sólo por el hecho de que se produzcan incendios. No tiene lógica”, enfatiza.

Schlatter, por su parte, afirma que “demonizar especies forestales es una exageración utilizada para causar un temor público y obtener una reacción social que apoye visiones particulares sobre el uso del suelo, pero que no considera aspectos socio-económicos sino sólo restringidos a aspectos ecológicos o conservacionistas”.  Argumenta que el pino radiata y las distintas especies de eucaliptos que se han utilizado en el país son consecuencia de previa experimentación, añadiendo que “su expansión fue la respuesta a una necesidad económica de poner en producción terrenos que o no tenían uso, o estaban erosionados por la actividad agropecuaria anterior o abandonados por ésta, principalmente por motivos económicos”.

La visión de Berti es que las especies pino y eucalipto no tienen nada de malo per se. “Han logrado sobrevivir bien en estas zonas gravemente erosionadas y con veranos secos y calurosos durante muchas décadas, además de producir bienes para el propietario. Las plantaciones también mejoran los suelos por el inmenso aporte de materia orgánica durante muchos años; la escasa materia orgánica es la mayor debilidad de estos suelos previamente erosionados”, asegura.

Los costos

¿Cuánto podría costar el total de la reforestación de las zonas afectadas? A juicio del académico de la Universidad de Chile y especialista en incendios forestales, Guillermo Julio, “es muy variable, puesto que depende del nivel de intensidad de las pérdidas en los diferentes sectores dañados (reposición total o en diferentes grados) y, también de las especies de bosque nativo y plantaciones forestales destinadas a esta tarea”.

Simón Berti considera que el costo de retirar material, preparar terreno y volver a plantar, tanto pino radiata como bosque nativo depende mucho de la situación particular.  “Si se incendió todo, es más barato. Si hay que derribar árboles quemados es más caro. Plantar pino cuesta cerca de 700 mil pesos por hectárea, en promedio. Plantar especies nativas y garantizar su sobrevivencia por cinco años, que es lo que hoy se exige a las empresas de energía renovable como compensación, cuesta entre 10 y 17 millones de pesos por hectárea. Hay datos de gente que planta nativas por 5 millones la hectárea, pero no garantiza cinco años de sobrevivencia.  Para asegurar esto último, hay que regar cada planta en los veranos y esto es lo que más encarece”.

Para el Dr. Schlatter el costo depende de la forma en que se gestionará el proceso, ya que pueden ser disminuidos considerablemente si se considera la capacidad natural de los ecosistemas. “Muchos de ellos podrán recuperarse por brotación o germinación espontánea, tanto en especies nativas como en el caso del pino radiata: existiendo suficiente semilla viable o raíces vivas (nativas), la vegetación podrá cubrir y recuperar el terreno rápidamente,  sin mayores costos. En el caso del pino esto se facilita si la plantación quemada tenía la edad suficiente para producir conos y, especialmente, si la calidad de las plantas utilizadas anteriormente promete una generación de árboles de calidad suficiente”.

Esta visión es compartida por Eduardo Peña. “Las lluvias que han caído hasta ahora han sido suaves y al recorrer plantaciones jóvenes hemos visto bastante pasto debajo y eso también afirma el suelo. Entonces todo depende de cómo viene la lluvia y si la recuperación del pasto es rápida”.

En lo que sí es categórico es el nivel de daño sufrido por pino y eucalipto. De acuerdo a sus evaluaciones en terreno, el eucalipto resistió en gran medida el fuego y está mostrando gran capacidad para rebrotar. A lo que se suma que sus dueños eventualmente podrán recuperar esos bosques. No así, sostiene, los pequeños propietarios de plantaciones de pino radiata, donde definitivamente se quemó todo, y dado que es una especie que no rebrota y tampoco tiene atractivo como leña, necesariamente habrá que volver a plantar.

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