Cristián Fuentes V.
Académico Escuela de Gobierno UCEN
Los países con pocos recursos de poder como Chile deben buscar los medios a su alcance para contar con la fuerza que les permita promover y defender lo mejor posible sus intereses nacionales ante el resto del mundo. Ellos pueden vincularse a las capacidades militares y a la riqueza (un poder duro siempre limitado), o a la persuasión (poder blando más a disposición para Estados equivalentes al nuestro).
Una diplomacia eficiente y activa sirve para aumentar influencia en el sistema internacional. Chile ha sabido mantener durante toda su historia un desempeño eficaz frente a desafíos externos, desarrollando habilidades a partir de una convocatoria amplia a internacionalistas de variado origen. Tales son los casos de Andrés Bello, Ernesto Barros Jarpa, Conrado Ríos Gallardo, Hernán Santa Cruz, Gabriel Valdés, Carlos Martínez Sotomayor, Clodomiro Almeyda, Ernesto Videla, Santiago Benadava y Juan Somavía, quiénes junto a diplomáticos de carrera como José Maza Fernández, Jorge Berguño y Enrique Bernstein constituyeron aportes imprescindibles y una síntesis apropiada de los talentos que ha requerido la nación en distintas situaciones.
Para contar con el poder blando necesario se requiere sentido común, equilibrio y transparencia en la formación de equipos, así como de una sociedad civil empoderada inserta en una democracia vigorosa y profunda. No vale la pretensión de monopolio alguno del saber, sino el trabajo mancomunado por objetivos compartidos y a beneficio de toda la comunidad, en el contexto de una planificación rigurosa donde se toman decisiones de acuerdo a procedimientos que recojan el sentir inmediato y la proyección estratégica que demanda el mundo incierto en que vivimos.
La política exterior es el resultado de la interacción de factores domésticos y globales, dispuestos en función de la factibilidad para hacer lo que se quiere o desea, por lo que cada Estado debe sumar lo que tiene disponible para actuar con independencia ante las limitantes que emanan de las estructuras internacionales. Para ello es fundamental aprovechar a nuestro favor cualquier oportunidad legitima que se presente y persistir en aquello que nos ha dado buenos resultados.