Por Mario Ortiz Bonilla, académico de la carrera de Ingeniería Civil en Computación e Informática de la U.Central Región de Coquimbo.
Nuestro mundo ha experimentado constantes transformaciones vinculadas a los avances tecnológicos, desde el descubrimiento del fuego hasta el desarrollo y empleo actual de la inteligencia artificial. Cada vez que surge una innovación destinada a desafiar los paradigmas existentes se enfrenta a la resistencia al cambio por parte de quienes están acostumbrados a las formas tradicionales de hacer las cosas. Este fenómeno se evidencia en ejemplos como la introducción de calculadoras, la llegada de internet, el uso generalizado de Google y, en la actualidad, la implementación de la inteligencia artificial.
En la educación esta resistencia al cambio se convierte en un debate entre aquellos a favor y aquellos en desacuerdo con las nuevas tecnologías, remontándonos a 1988 donde al igual que en la actualidad con la IA, diversos docentes realizaron críticas en contra del uso de las calculadoras. Sin embargo, es esencial reconocer que, como seres humanos, poseemos la capacidad de adaptarnos, siendo la adaptación una base fundamental de la evolución. En el contexto empresarial, diversos expertos sostienen que las empresas incapaces de adaptarse están destinadas al fracaso.
Entonces, ¿cuál es la razón detrás de esta resistencia al cambio? ¿Por qué oponerse al uso de calculadoras o a la herramienta de búsqueda de Google? ¿Qué pasarIA si no hubiéramos aceptado estas tecnologías? En su momento, estas innovaciones fueron cuestionadas, pero hoy en día su utilidad es indiscutible. De manera similar, la inteligencia artificial probablemente se integrará ampliamente aun cuando en la actualidad enfrenta desafíos para romper el paradigma.
Los docentes se preguntan si es que el uso de la IA significará que los estudiantes siempre tendrán respuestas inmediatas, o cómo se abordará el aspecto ético de esta tecnología, si es que su implementación cambiará la dinámica educativa. Es esencial comprender que la mirada actual podría estar equivocada; deberíamos ver esta herramienta como una ventaja para estudiantes y educadores, la cual permitirá proporcionar más ejemplos, realizar cuestionarios con mayor frecuencia, ofrecer una educación más personalizada, entre todos los beneficios.
Para ilustrar el impacto de aceptar o rechazar la inteligencia artificial, consideremos dos casos en el ámbito musical. Un chileno, utilizando inteligencia artificial, logró crear una canción simulando la voz de Bad Bunny, sin embargo, el artista se opuso firmemente al uso de esta tecnología, debemos destacar que a los fans si les había gustado la canción y estaba ganando adherentes. Podríamos pensar entonces que esta tecnología permitiría que se creen nuevas canciones, validarlas y luego éstas podrían ser grabadas por los artistas, sin embargo, en este caso esto no ocurrió, desperdiciando la oportunidad y mostrándose como un artista poco vanguardista.
Por otro lado, el reconocido grupo The Beatles utilizó la inteligencia artificial para recuperar una canción inédita, permitiendo que la humanidad conociera una nueva obra de John Lennon, quien fue asesinado en 1980. Estos dos ejemplos opuestos destacan cómo la aceptación o rechazo de la IA puede influir significativamente en el acceso a nuevas expresiones artísticas y en la preservación de legados musicales, una muestra de que pasarIA si utilizamos prontamente esta tecnología. Por lo que podemos afirmar en este momento que The Beatles es más vanguardista que Bad Bunny.
En última instancia, es crucial comprender que, al igual que las calculadoras, internet o Google en su momento, la inteligencia artificial eventualmente será adoptada de manera generalizada. El desafío radica en aprovechar sus beneficios para enriquecer la experiencia educativa y artística, más que resistirse a su integración.