Javier Mancilla Aliste
Terapeuta Ocupacional y académico U. Central
El Día del Trabajo conmemora las luchas históricas de los obreros estadounidenses en Chicago a fines del siglo XIX, que culminaron en la trágica «Masacre de Haymarket». Estas protestas surgieron por salarios bajos, condiciones peligrosas e insalubres, trabajo infantil y largas jornadas de hasta 18 horas diarias. A nivel global, los movimientos sociales han sido fundamentales para el avance de la legislación laboral, enfrentando diversos desafíos políticos, económicos y psicosociales. Chile sigue estas tendencias desde 1907, aunque recién se formalizan en 1919, año en que se adhiere a la Organización Internacional del Trabajo y se comienzan a implementar acciones para mejorar estas condiciones. Una de ellas corresponde al Convenio C001, que establecía una jornada máxima de 8 horas diarias o 48 horas semanales.
A pesar de los avances en seguridad y salud laboral, así como en la inclusión y prevención del acoso en el trabajo, persisten desafíos importantes. El gobierno aún no ha logrado alcanzar consensos para abordar de manera efectiva las demandas de los trabajadores, como lo demuestran los debates en curso sobre reformas en el sistema de pensiones y el aumento del salario mínimo. Recientemente, el 26 de abril, entró en vigor una nueva ley en Chile que reduce gradualmente la jornada laboral de 45 a 44 horas semanales sin reducir los salarios. Sin embargo, esta medida ha generado controversias y diferentes interpretaciones, con algunos empleadores calculando la reducción en función del tiempo colación o ajustando los minutos diarios, lo que va en contra del espíritu original de la legislación.
La reducción de la jornada laboral ha sido asociada internacionalmente con mejoras significativas en la salud y el bienestar de los trabajadores. Estudios han destacado beneficios como una mayor satisfacción con el tiempo libre, mejor calidad del sueño, mejoras en la salud física y mental asociadas a disminución de síntomas cardiacos, respiratorios, fatiga mental y estrés, así como en las relaciones familiares y la satisfacción global con la vida. En términos económicos, aunque el impacto puede variar según el sector, una jornada laboral más corta, combinada con inversiones en condiciones laborales óptimas, puede aumentar la productividad y el bienestar de los trabajadores, incluso a pesar del incremento en el costo por hora trabajada. Es crucial considerar el diseño de puestos de trabajo que tomen en cuenta aspectos de ergonomía y factores humanos, promoviendo ambientes laborales que fomenten el bienestar colectivo y la participación de los trabajadores.
Los avances laborales no sólo inciden en dicha dimensión, también tienen un impacto crucial en la salud y el bienestar general de las personas. La Organización Mundial de la Salud reconoce que las condiciones laborales son un factor determinante en la salud de individuos y comunidades. Por lo tanto, es fundamental garantizar condiciones laborales adecuadas que permitan a las personas el acceso a servicios básicos como salud, vivienda, educación, alimentación y a satisfacer sus deseos e intereses. Elías Apud, ergónomo chileno, señala que “El desarrollo de un país se refleja en la calidad de vida de sus trabajadores”, lo cual va más allá de la producción y el crecimiento económico, abarca la salud y el bienestar en todas sus dimensiones, elementos que deben ser esenciales al planificar políticas laborales y sociales, tal como lo exigieron aquellos obreros hace casi 140 años.