Una caída tecnológica sin precedentes: ¿Qué aprendizajes nos deja?

Por Carlos Honorato, CEO de Orión.

El reciente desplome de los sistemas operativos a causa de una actualización nos ha dado un duro golpe de realidad: los problemas tecnológicos son inevitables porque dependemos de la tecnología, prácticamente, para todo.

Y aunque este incidente haya sido de gran escala, no podemos ignorar el hecho de que este tipo de eventos pueden ocurrir en cualquier momento, con repercusiones que van desde leves molestias, hasta graves disrupciones.

Es por eso que debemos adoptar un enfoque aún más proactivo en la gestión de riesgos tecnológicos. Implementar estrategias sólidas de recuperación de desastres y resiliencia de la infraestructura, hecho que no solo minimizará el impacto de este tipo de incidentes, sino que también fortalecerá la confianza de las personas y demostrará la capacidad de las compañías para responder y recuperarse ante cualquier adversidad.

Pero no basta con tener un plan en papel. Es fundamental revisarlo y mejorarlo continuamente, tomando como base las lecciones aprendidas de cada incidente. Cada problema es una oportunidad para identificar debilidades y áreas de mejora, robusteciendo así nuestra capacidad de respuesta ante futuras amenazas.

¿Cómo podemos blindarnos ante este tipo de situaciones? La clave está en la preparación integral:

  1. Plan de recuperación de desastres: un mapa estratégico que define las acciones a seguir en caso de una falla del sistema. Debe incluir roles, responsabilidades y procedimientos claros para una resolución rápida y efectiva.
  2. Arquitectura resiliente: diseñar sistemas que puedan soportar y seguir funcionando, incluso, si un componente falla. Esto implica realizar copias de seguridad regulares, verificar su integridad y contar con mecanismos de redundancia.
  3. Capacitación y pruebas: brindar entrenamiento periódico al personal sobre cómo manejar incidentes técnicos. Realizar simulacros para garantizar que todos sepan cómo actuar en una situación de emergencia.
  4. Monitoreo continuo: implementar herramientas que vigilen los sistemas de forma constante, permitiendo detectar problemas antes de que se conviertan en fallas catastróficas.
  5. Comunicación clara: establecer un plan de comunicación efectivo para informar de manera oportuna y transparente a todos los involucrados sobre la naturaleza del problema y las medidas tomadas para solucionarlo.

Las próximas crisis tecnológicas son inevitables. La pregunta es: ¿estamos preparados?

Invertir en planes de contingencia sólidos no solo nos protege de las repercusiones negativas de un incidente, sino que también demuestra nuestro compromiso con la continuidad del negocio y la satisfacción del cliente.

Es hora de dejar de ser reactivos y fortalecer nuestra seguridad y adaptación tecnológica.

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