Beatriz Revuelta
Directora Carrera de Sociología, U.Central
La Teletón es un suceso nacional excepcional que involucra a todo un país en la recaudación de fondos para el funcionamiento de los Institutos Teletón, espacios diseñados para proveer apoyo y rehabilitación a niños y jóvenes de todo el país. Cuando se tiene la posibilidad de conversar con familias y personas con discapacidad sobre los Institutos su valoración es la mejor, y expresiones como “es el único apoyo que hemos tenido como familia” son recurrentes. En muy pocas ocasiones, se escucha a una familia quejarse de los Institutos. No voy a referirme aquí a la labor de estos centros, que, a todas luces, realizan un trabajo invaluable para proveer rehabilitación oportuna.
La reflexión que quiero promover en estas breves líneas guarda relación con las formas en que se utiliza la discapacidad, en su definición más asistencialista, caritativa, capacitista y opresiva para esa recaudación de fondos. La imagen de la discapacidad que deja un programa de 27 horas consecutivas no es la que deberíamos todos compartir en un contexto donde la defensa de los derechos humanos y los avances en los marcos interpretativos de comprensión de la diversidad, por poner un espacio amplio de reconocimiento, postulan.
En el programa se habla de inclusión de forma persistente e insistente como si colocar esta palabra automáticamente borrara las definiciones de fondo que generan emociones movilizadoras para donar. En alguna nota de prensa anterior hice una reflexión respecto de la inclusión como un concepto que queda vacío de sentido cuando se ocupa de forma políticamente correcta. Este es el caso de la Teletón. La palabra que se repite de manera continua pierde su sentido cuando seguimos “distinguiendo” la diferencia como problemática y lamentable, las personas con discapacidad en este país son tan diferentes y excepcionales en un sentido negativo que debemos hacer una cruzada solidaria por ellos. Las historias de superación que muestra el programa más que generar un ejemplo, los siguen colocando en un lugar inferior de “cuerpo defectuoso”. La mejoría del cuerpo es promovida como “milagro” que tributa a la labor de los Institutos Teletón, sólo debemos recordar la figura del “niño símbolo”.
Esta realidad devastadora sigue colocando a las personas con discapacidad en un lugar de desventaja, en un lugar de dependencia o desgracia, en un lugar donde nadie quisiera estar. Esta mirada más que incluir continúa perpetuando su exclusión de los espacios de participación y trabajo, las sigue colocando como “enfermas” y poco capaces de avanzar y tener una vida con bienestar. Las personas con discapacidad constituyen un grupo muy diverso, con necesidades de atención, cariño y apoyo, y con destrezas y habilidades como cualquier otro ser humano, en diferentes grados y matices. Requerir apoyos y cuidados forma parte de nuestra humanidad, no debería ser considerado como excepcional, no debería ser motivo de una cruzada. A ninguna otra persona se le somete a tal exposición televisiva. La imagen de la discapacidad que “vende” el programa Teletón favorece en el corto plazo tener recursos que el Estado no provee, sin embargo, en el presente y para el futuro perpetúa la discriminación.