Roni Pérez Pizarro, Director Regional Académico, UCEN Región de Coquimbo
A más de un año de que la pandemia impactó directamente en nuestras vidas, el desafío de adaptarnos a los cambios que exige el contexto se mantiene, y más aún, la experiencia nos muestra que debemos estar más atentos/as, no tan solo a los efectos del virus, sino que por los cambios sociales, tecnológicos y económicos que los últimos años se evidencian de forma exponencial.
En este marco, las exigencias en el ámbito laboral y de un mundo cada vez más competitivo parecieran no tener armisticio. Los profundos cambios en las formas de trabajo, la manera como las empresas e instituciones han debido modificar sus estrategias, las necesidades de reducir la dotación, entre muchas otras vicisitudes que tendremos que sobrellevar, llevan a la necesidad de prepararnos para sobrevivir de mejor manera en esta travesía.
Una forma de enriquecer el potencial profesional para enfrentar los desafíos actuales y futuros es estar en permanente perfeccionamiento, lo que no tan solo debiera ser un cometido a nivel individual, sino que también una estrategia de las organizaciones dentro de sus planes de fortalecimiento. Este principio favorecerá ventajas, valor y mayores oportunidades y representará un aporte a nivel social.
En esta línea y como ejemplo, el decidir obtener un magíster, conlleva entre sus objetivos mejorar las perspectivas profesionales, otorgando más opciones de encontrar un empleo o avanzar en la promoción interna; diferenciarse en un mercado laboral más competitivo; entre otros atributos. La especialización aportará herramientas para asumir retos más exigentes y de mayor responsabilidad.
Así también, el logro de un grado académico entrega satisfacción, motivación y desarrollo, mejorando integralmente aspectos técnicos y emocionales que permitirán una mayor confianza para enfrentar los desafíos personales y profesionales.
Es innegable que la profundización del conocimiento y las competencias a nivel individual y de las instituciones también generan efectos positivos en sus entornos, aportando al desarrollo general. Por tanto, el perfeccionamiento, más allá de sus formas, es un recurso que contribuirá para abordar de mejor manera los desafíos que tenemos hoy y los que nos traerá el futuro.