En Chile no existe una estadística afinada respecto de los niños y niñas que padecen dislexia, por cuanto son agrupados dentro de una categoría muy amplia llamada Dificultades Especificas de Aprendizaje (DEA). Sin perjuicio, ocupando datos a nivel mundial, se estima que al menos entre el 10 y 15% de las personas tendrían dislexia.
Este fue el primer obstáculo que se encontró en su lucha, Mariela Bugueño, actual delegada en Chile de DISFAM, la Asociación Iberoamericana de Dislexia y Familia, cuando decidió hacer activismo tras diagnosticársele a su hija, dislexia.
“En España, encontré el apoyo necesario, donde me instruyeron en los objetivos de esta organización, y poniendo el foco en la visibilizacion de esta condición, la detección temprana, el diagnóstico, la promoción de derechos y las adecuaciones metodológicas que deben hacer los establecimientos educacionales. También se preocupan de participar en procesos legislativos para hacer valer los derechos de los niños, jóvenes y adultos que tienen esta condición”, señala la delegada.
La dislexia es una condición que se lleva para toda la vida, pero si es detectada y diagnosticada a tiempo, tratada con profesionales adecuados y especialistas en el tema, las actividades cotidianas de los niños y niñas serán más llevaderas, evitando deserciones escolares y aislamiento social.
Urgencia de una ley
“Necesitamos en Chile una Ley que reconozca en forma pormenorizada y separada respecto de otras enfermedades relacionadas con el neurodesarrollo, por cuanto la dislexia no es una condición invalidante. Velar para que existan profesionales específicos y altamente especializados en el conocimiento de esta condición como el psicopedagogo, cuya profesionalidad no está reconocida por el Ministerio de Salud o la cobertura pública de su tratamiento, son algunas de las reivindicaciones”.
Bugueño agrega que se encuentra en proceso la creación de una Fundación “DISFAM Chile” para visibilizar, promocionar, atender y acompañar a los niños, jóvenes y adultos con dislexia, así como también a sus familias. Velando por sus derechos para que dejen de ser niños y niñas invisibles.