Torreros: La vital tarea de detectar los humos y alertar inicio de incendios

Vocación, experiencia y una visión privilegiada son las cualidades que mejor definen a Héctor Burboa. Este torrero  que trabaja para MASISA, a diario sube 152 escalones para, desde las alturas, dar las primeras señales que serán decisivas en el control de un incendio forestal. Pese a que en 2017 un incendio forestal destruyó su casa, afirma que nunca ha pensado dejar este oficio.

 

        Con 30 años de experiencia en la protección de incendios forestales ¿Cómo recuerda sus inicios y qué lo motivó a asumir esta tarea de ser torrero?

Como torrero llevo más de 16 temporadas. Me inicié como brigadista, cuando tenía 18 años y recién había salido de cuarto medio, y ahí me gustó la función de radioperador. Luego se dio la oportunidad de subir a hacer relevos a las torres de observación, y un supervisor me preguntó si me atrevía a hacer relevo en la torre de vigilancia y me gustó. El trabajo del torrero es tranquilo y cumplimos con algo que siempre me gustó: aportar un granito de arena en el cuidado del medioambiente.

        ¿Cómo nació en usted esta vinculación a la protección de incendios forestales?

Yo fui voluntario de bomberos, por más de 10 años, y de ahí se me dio la oportunidad de postular a la brigada, la idea mía era entrar como brigadista de la Conaf pero en esos años era muy difícil ingresar. Luego se dio la oportunidad de postular a las brigadas de las empresas particulares y en 1987 comencé en mi primera brigada para la entonces forestal Leonera que actualmente es  MASISA.

 

        ¿En qué consiste la labor del torrero y qué funciones deben realizar en esta labor de detectar las primeras señales de un incendio forestal?

Independiente de nuestra edad y experiencia, todos los años debemos postular y dar exámenes y dependiendo de los resultados se determina si estamos aptos o no para cumplir esta labor en la nueva temporada. Hay que tener vocación y acostumbrarse a trabajar solo, porque es un trabajo solitario y sentirse motivado de trabajar en esto porque ha pasado mucha gente que dura uno o dos  días y se desincentiva.

 

        ¿En qué consiste su trabajo a nivel operativo?

Nuestra tarea es detectar la presencia de humo que surja en terrenos tanto de particulares como de interés de Conaf. Uno ve la presencia de humo y lo informa de inmediato a la central. Para eso ocupamos un instrumento donde sacamos los grados de ubicación y se cruzan esos datos con los que manejan en la otra torre más próxima al punto ya sea al sur o norte. Ahí se precisa el punto del eventual incendio, tipo de vegetación y eso se manda la central de operaciones de la  MASISA  donde se despachan los recursos aéreos y las brigadas para atacar el fuego. Y mientras, voy entregando más antecedentes a la empresa.

 

        De acuerdo a su experiencia ¿cómo detecta que lo que están viendo sean indicios de un incendio y no que sea el polvo que pueda levantar un animal?

A simple vista detectamos focos del inicio de un incendio, a una distancia de 10 o 15 kilómetros, sin el apoyo de prismáticos, sólo los ocupamos si la distancia es mayor para apoyar a algún colega que está ubicado en una torre a mayor distancia. Nos apoyamos entre colegas torreros.

 

        ¿Cuál es la rutina diaria que realiza desde que sale de su casa y hasta que llega a la caseta de observación en altura?

Me traslado a pie a mi trabajo, es un trayecto de una hora y media de ida y lo mismo de vuelta… tres horas diarias en total que camino mientras dura la temporada de incendios. La opción de caminar es voluntaria. Me mantiene bien.

 

        ¿Cómo es la caseta de vigilancia?

La caseta de aluminio en la que estamos cuenta con ventanales grandes para tener  una panorámica amplia. Antiguamente era una caseta más pequeña pero se fue agrandando. Ahora, una persona que tenga miedo a las alturas y que deba estar todo el día encerrado en la caseta no sirve para este trabajo, porque está a 30 metros de altura, son 152 escalones que hay que subir y bajar y hay que hacerlo pausado y de acuerdo a normas de seguridad. Entonces nos demoramos entre 5 a 7 minutos.

 

        Con estas tres décadas de experiencia en el sector ¿cómo ha visto el desarrollo del número de incendios y el daño de la superficie afectada?

Antes había incendios pero no eran tan grandes, se me viene a la memoria un incendio en la Semana Santa de 1987 que empezó en Santa Juana, pasó el Biobío y terminó en la zona de Coelemu. Para tener un incendio así se dieron  muchas condiciones, desde 1995 empezó el clima a variar, la intencionalidad siempre ha estado pero no era tanto como ahora que tenemos tres o cuatro focos de incendios en un fundo, y antes solo se veía uno, aquí hemos reportado hasta nueve focos de incendios en un par de metros de un mismo fundo.

 

        Con su experiencia y trabajo permanente en la protección y combate de incendios forestales ¿qué mensaje le daría a la comunidad?

Es necesario que la gente haga mayor prevención, he visto sitios en la zona de Tomé lleno de pastos y uno le dice a la gente que hagan un cortafuego pero no entienden. Cuando ven encima el fuego recién se percatan que hay que hacer algo. El llamado es al autocuidado pero cuesta convencer a la gente de que la prevención hace la diferencia, la gente piensa que hacer un cortafuego es un gasto de más y creen que si ocurre un incendio no se puede hacer nada. Mi experiencia dice lo contrario.

 

RECUADRO:

Las empresas forestales socias de CORMA cuentan con 188 torres de vigilancia y cada una de ellas cubre una superficie aproximada de 70 km. En ellas trabajan hombres y mujeres que han sido entrenados y preparados para esta actividad. En el caso de MASISA cuenta con 24 torreros para las regiones del Maule, Ñuble y Biobío y 12 torreros para la región de La Araucanía.

 

 

 

 

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