Sube la popularidad de Bukele en El Salvador. Y las críticas

SAN SALVADOR (AP) — El líder más popular de América Latina es un millennial delgado, que viste informal, pasa mucho tiempo en Twitter y tiene un enfoque duro de las cosas que sus detractores encuentran cada vez más problemático.

A punto de completar su primer año de gobierno, el presidente de El Salvador Nayib Bukele combate el coronavirus y las poderosas pandillas callejeras con tácticas que algunos dicen hacen peligrar la joven democracia.

Las firmes políticas de Bukele han sido elogiadas porque redujeron significativamente la delincuencia. El gobierno informó acerca de 65 homicidios en marzo, o un promedio de 2,1 por día, en un país que llegó a tener 20 asesinatos diarios.

El fin de semana pasado, no obstante, hubo 60 matanzas, atribuidas en buena medida a acciones ordenadas por pandilleros presos. Su gobierno reaccionó difundiendo fotos de cientos de pandilleros detenidos, casi desnudos, pegados uno al otro en señal de castigo.

“Vamos a hacer que los pandilleros que cometieron esos homicidios, se arrepientan toda su vida de haber tomado esa decisión”, dijo Bukele el lunes en su cuenta de Twitter.

Junto con las fotos humillantes, Bukele dijo que había autorizado el uso de fuerza letal contras las pandillas y ordenó que sus miembros sean alojados en las mismas celdas, lo que podría dar lugar a un baño de sangre.

Cuando irrumpió el coronavirus, Bukele cerró las fronteras y los aeropuertos e impuso una cuarentena obligatoria para todo el mundo, excepto los empleados del gobierno, de hospitales, farmacias y otros sectores específicos. Se permitió salir a la gente solo para comprar comida. Los infractores fueron detenidos y hay más de 2.000 personas retenidas por 30 días por violar la orden.

La Corte Suprema dictaminó que estas detenciones son inconstitucionales mientras la asamblea legislativa no apruebe una ley sobre el debido proceso.

Bukele ignoró ese fallo. La decisión de los jueces sacó a la luz su exasperación, al punto de que dijeron que los dictámenes del tribunal “no son peticiones, solicitudes ni meras opiniones sujetas a la interpretación o valoración discrecional de las autoridades a quienes se dirigen, sino que se trata de órdenes de obligatorio e inmediato cumplimiento”.

El presidente pareció especialmente molesto con un informe televisivo del 17 de abril desde la ciudad de La Libertad en el que se mostró autobuses atestados de gente y personas caminando por la calle con alimentos a pesar de la cuarentena. Excepto por los tapabocas, podía tratarse de un día normal.

En una serie de tuits, Bukele criticó a esa gente y ordenó acordonar por 48 horas la ciudad de más de 36.000 habitantes. Al anochecer, la policía y el ejército habían aislado la ciudad y todos los negocios estaban cerrados. Vehículos militares con ametralladoras bloqueaban los ingresos a la ciudad.

“Si continúan con esa conducta, es prácticamente seguro que se contagiarán del virus y más de alguno de sus familiares va a morir”, advirtió en Twitter.

Bukele dijo que esperaba no tener que recurrir a medidas similares en otros sitios.

“No poder salir ni a comprar comida, no es una condición favorable para la gente”, escribió en Facebook. “Si ellos no quieren salvarse de la muerte, los tendremos que salvar nosotros”.

La semana pasada el Fiscal General dijo que su dependencia investigaba si el bloqueo era inconstitucional.

Una encuesta de este mes llevada a cabo por CID Gallup reveló que el 97% de los salvadoreños aprueba el manejo que está haciendo Bukele de la pandemia, lo que le da poco incentivo para suavizar su política. La firma consultó a 1.200 personas entre el 13 y el 19 de abril y la encuesta tuvo un margen de error de más o menos tres puntos porcentuales.

La Universidad Johns Hopkins dice que 345 personas han sido infectadas y que ocho murieron en esta nación de 6,7 millones de habitantes, según informes del gobierno.

El presidente estadounidense Donald Trump llamó a Bukele el viernes pasado para reiterarle su apoyo a El Salvador, destacando que estaba colaborando en la lucha contra la inmigración ilegal y diciendo que Estados Unidos lo ayudaría a conseguir respiradores.

“Desde que llegó al poder, Bukele ha sido muy popular realmente. Es un comunidador enormemente efectivo”, expresó Geoff Thale, presidente de la Washington Office on Latin America. “Con el correr del tiempo, alentado en parte por su popularidad, ha tratado de concentrar la autoridad en sus manos y de ignorar la separación de poderes y el papel de los otros órganos constitucionales”.

Exalcalde de San Salvador, Bukele fue elegido en el 2019, derrotando fácilmente a los candidatos de los dos partidos tradicionales, que se habían alternado en el poder por tres décadas, desde el final de una devastadora guerra civil. La corrupción caracterizó esos gobiernos y dejó un vacío que permitió el crecimiento de las pandillas.

Bukele militó en el Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí, de izquierda, pero fue expulsado por criticar constantemente a su conducción.

Su victoria hizo naufragar al FMLN y al partido conservador Arena, incapaces de ofrecer una oposición fuerte. Su aparente falta de ideología, a no ser por su estilo personal de populismo, enfurece tanto a la derecha como a la izquierda.

Sus únicos obstáculos han sido la asamblea legislativa, en la que su coalición tiene pocas bancas, y la Corte Suprema.

En febrero Bukele envió soldados a la asamblea legislativa porque se negaba a aprobar una medida sobre la financiación del aparato de seguridad. Los retiró, según dijo, solo después de que Dios le pidió que fuera paciente. El año que viene hay elecciones locales y legislativas y algunos creen que sus partidarios pueden lograr el control de la legislatura.

Bukele ha ignorado en reiteradas ocasiones las órdenes de los cinco miembros de la cámara constitucional de la Corte Suprema de que deje de detener a gente que viola la cuarentena. No solo rechaza los argumentos constitucionales, sino que acusa a los jueces de tratar de matar a sus compatriotas.

“5 personas no van a decidir la muerte de cientos de miles de salvadoreños por más tinta y sellos que tengan”, dijo Bukele en un tuit.

El director de Human Rights Watch Americas José Miguel Vivanco dijo el lunes en otro tuit que a partir de la autorización del uso de fuerza letal contra las pandillas “Bukele pretende darle carta blanca a miembros de la fuerza pública para matar”.

Abundan los llamados a que la comunidad internacional, en particular la Organización de Estados Americanos, rompa su silencio. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet exhortó a las autoridades a investigar presuntas violaciones a los derechos humanos y a que se libere de inmediato a los detenidos arbitrariamente.

La oficina de Bukele no respondió a pedidos de comentarios.

Valentín Padilla, jubilado de 62 años, destacó los éxitos de Bukele en medio de tantos conflictos.

“Lo que ha hecho el presidente es funcionar, pero todos los días son pleitos, los diputados dicen una cosa y el presidente les contesta. Mejor que piensen en la gente y trabajen unidos”, comentó.

Tomás Sevilla, mecánico de autos de 42 años, dijo que las medidas de Bukele “son buenas”, aunque ha escuchado críticas. Indicó que sigue la cuarentena, “pero también tenemos que trabajar para poder comprar comida”.

Eduardo Escobar, director de la organización no gubernamental Acción Ciudadana, reconoció que las medidas de Bukele habían frenado un poco el virus, pero agregó que el mandatario muestra “un perfil autoritario” y que su desobediencia a la Corte Suprema “es peligrosa porque al final lo que significa es que él va a concentrar el poder en sus manos. Es decir, él va a ejecutar, él va a legislar, y él va a juzgar”.

Sostuvo que Bukele genera temor y se presenta como el salvador de la patria.

“Ha logrado plantear que las personas que están con el gobierno están al lado de Dios, combatiendo la epidemia para salvar al pueblo”, dijo Escobar. “Y los que lo critican, están contra el pueblo, a favor del virus, y están pidiendo la muerte de la población”.

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POR MARCOS ALEMÁN y CHRISTOPHER SHERMAN

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