Danny Trejo quiere que el mundo conozca su historia. Una historia difícil en donde el crimen y la droga protagonizó el primer capítulo de su vida. En donde la muerte le pisó los talones en varias ocasiones. Quiere que sepamos que él es mucho más que el tipo duro de sus películas y mucho más que su alter ego, Machete; ese personaje creado por Robert Rodriguez que le sirvió de trampolín al mundo de las estrellas de Hollywood con Robert De Niro, Jessica Alba y Michelle Rodriguez como compañeros secundarios.
Porque Danny Trejo es un ejemplo de que se puede salir del abismo más oscuro siendo una persona mejor. Que el pasado es un capítulo y no tiene por qué identificarnos para siempre, y él mismo ha compartido su historia en un documental que no tiene desperdicio.
Inmate #1: The rise of Danny Trejo ya está disponible bajo demanda en España desde el pasado 7 de julio -lo puedes encontrar en alquiler en los servicios de Microsoft e iTunes por 4,99€- sirviendo como el testamento más legítimo de su historia en donde el actor de 76 años se confiesa de todos sus pecados mientras demuestra que él solito encontró la redención el día que le hizo una promesa a Dios.
En este documental dirigido por Brett Harvey, Danny Trejo se muestra tan sincero que incluso podemos ver cómo enmascara sus propios recuerdos con una risa espontánea pero incómoda que sale de repente en medio de una confesión dolorosa, logrando atraer nuestra empatía con naturalidad mientras seguimos su viaje vital a través de su relato.
Danny no se deja nada en el tintero ni tampoco exprime su salto a Hollywood como si hubiera sido el camino de su redención. Él ya había optado por cambiar de vida muchos antes. Salió de prisión y dejó las drogas y el crimen de manera rotunda, optando por iniciar un camino ayudando al prójimo. Y fue así, ayudando a un adicto que le pidió su apoyo que Hollywood le abrió sus puertas una noche como otra cualquiera.
El legendario Machete inventado por Robert Rodriguez comienza su relato desde el principio, compartiendo la infancia que tuvo viviendo en Pacoima, una de las comunidades latinas más peligrosas de California en los años 60s a la que describen como “la capital del asesinato en Los Angeles”. Después de que sus padres se separaran, se mudó a vivir con su abuela cuando tenía 3 años. En aquella primera etapa estuvo rodeado de primas y mujeres de la familia, describiéndola como “una época feliz” que dio un giro radical el día que su padre lo trasladó a vivir con él, su abuelo estricto y sus tíos. “Pasé de Shirley Temple a John Wayne” describe Danny.
Por aquel entonces era tan solo un niño que tenía dos modelos a seguir en su vida: John Wayne y su tío Gilbert. El primero era, y sigue siendo, su héroe de la ficción. El mismo que le demostró que como mexicano podía aspirar a un futuro diferente al incluir al actor Pedro González González en sus películas. Pero en casa tenía otro. Un tío que siempre tenía dinero, coches y mujeres. Y él lo admiraba por ello, aunque la manera en que conseguía su estilo de vida era robando. Además, era adicto y continuamente prófugo de la justicia. Pero él lo admiraba porque era independiente, porque le enseñaba a boxear y porque era el único que no le tenía miedo a su abuelo “tirano”. Qué iba a imaginar él con 12 años que ese tío estaba por iniciarlo en el camino que casi arruina su vida.
A esa edad, ese mismo tío le dio heroína por primera vez comenzando una espiral de autodestrucción convirtiéndose en su compañero de atracos para mantener su recién descubierta adicción. Robaban tiendas de la zona y siempre con un arma en la mano, entrando y saliendo continuamente de correccionales juveniles. “Si estás dedicado a esa vida, creo que la culpa no es una emoción o sentimiento con la que lidias” explica Danny sobre aquel camino que provocó terror a muchas personas.
Pero la vida comenzó a darle señales. Un día entraron a robar a una casa solo para descubrir que era una reunión de 12 pasos para adictos. Para su sorpresa, lo recibieron con los brazos abiertos, lo animaron a que se sumara “porque si no, moriría o terminaría en prisión”. No les hizo caso en aquel momento, pero nunca olvidó aquellas palabras. Sobre todo cuando se hicieron realidad.
Aunque no se especifican los años que estuvo en centros de detención juvenil y más tarde en prisión, hay quien estima que fue entre los años 1959 y 1969, cumpliendo 5 años en su último paso por la cárcel. Fue testigo de la violencia en prisión, de situaciones de vida o muerte en donde él mismo estuvo implicado. Su tío le había enseñado que en aquel lugar, se es “depredador o víctima”, y desde un principio él optó por lo primero. Tuvo relación con la mafia mexicana durante sus años en la Prisión Estatal de San Quentin, vio gente ser apuñalada, llegó a ser conocido en el mundo de los reos y fue campeón de boxeo del centro durante 3 años consecutivos.“La gente habla de prisiones como centros de corrección, pero no lo son. Son lugares para recordarte que eres una mierda y que cuando salgas lo seguirás siendo” explica su compañera de reparto y amiga, Michelle Rodríguez.
El siguiente llamamiento del destino llegó el 5 de mayo de 1968 cuando arrojó una piedra durante una revuelta que golpeó a un sargento. Aquella ofensa podría haberle llevado a la pena de muerte. Lo colocaron en confinamiento solitario, en donde actuaba los diálogos de El mago de Oz “para mantener el cerebro activo”. Y fue allí, convencido de que iban a matarlo, que le pidió a Dios que lo dejara morir con dignidad y que, a cambio, ayudaría a sus compañeros presos. Y, Dios, le respondió. El policía declaró que no sabía quién había arrojado la piedra y en ese momento, Danny supo que debía cumplir su promesa.
Salió de prisión el 23 de agosto de 1969, pasando de ser el tipo duro de la cárcel, el que inspiraba miedo con su expresión, sus andares y sus tatuajes, a ser el tipo del barrio que ayudaba al prójimo sin esperar nada a cambio. Comenzó sacando la basura de los vecinos, cortando el césped de quien lo necesitara, dando su número a extraños, llevando adictos a reuniones en su coche y, mientras, los escuchaba. Se ganaba la vida siendo consejero para personas con problemas de adicción y una de ellas, un día, cambió de nuevo su vida.
A 20 años de haber salido de prisión, uno de los chicos que ayudaba lo llamó pidiéndole apoyo porque había mucha droga en el sitio donde estaba. Danny fue al rescate, topándose con que el lugar no era otro que el set de El tren del infierno (1985), donde estaban rodando una secuencia en una prisión. Cuando vieron sus pintas le pidieron si podía quedarse como extra, pero al ver los tatuajes, el guionista Edward Bunker lo reconoció como el famoso boxeador de la cárcel y le ofrecieron el puesto de entrenador de boxeo de uno de los actores pagándole 320 dólares al día. Una barbaridad para él por aquel entonces.
Bunker había pasado más tiempo en prisión que Danny al vender diagramas para robos -incluso el tío Gilbert había sido uno de sus clientes- y enseguida formó una estrecha relación con Danny, dándole consejos sobre el negocio y guiándolo hacia el éxito. La nueva profesión de Danny comenzó en aquel rodaje y nunca cesó. Fue extra en infinidad de largometrajes interpretando decenas de muertes de todo tipo (una de las más legendarias es la de su cabeza en la tortuga de Breaking Bad), hasta que en 1995 la fama tocó a su puerta como el Navajas de Desesperado siendo el villano letal que persigue a Antonio Banderas y Salma Hayek. No dice nada en toda la película, pero dejó huella enseguida. Y poco después hizo Heat junto a Al Pacino y Robert De Niro y en ese momento supo que ya no había vuelta atrás.
Y todo volvió a cambiar el día que Robert Rodriguez creó el personaje de Machete. Primero apareció en Spy Kids –ganándose el reconocimiento del público infantil- y años después causó furor con el legendario tráiler ficticio creado para el doble visionado conocido como Grindhouse que hizo con Quentin Tarantino. La idea fue desarrollada para crear un avance que acompañaría el visionado doble de Planet Terror y Death Proof, pero esa película inventada sobre un justiciero mexicano gustó tanto que tres años más tarde protagonizaba la película con Robert De Niro como personaje secundario.
Danny Trejo se reinventó a sí mismo. Sobrevivió una vida de adicciones y crimen, superó un cáncer de hígado y ahora suma más créditos cinematográficos que su héroe John Wayne. Habrá amasado una fortuna y será conocido en Hollywood, pero él sigue cumpliendo su promesa. Todavía vive en el mismo barrio donde creció y sigue dando charlas en prisiones y escuelas para ayudar al prójimo, mientras y anima a presos a mantenerse sobrios porque sus vidas “irán a mejor poco a poco”.
Rompió con el estereotipo que lo persiguió durante gran parte de su vida, demostrándose a sí mismo y al mundo que el cambio es posible. A sus 76 años es el ejemplo de la evolución personal y de que los errores del pasado no tienen por qué definir nuestra vida; que nunca es tarde para cambiar.
Inmate #1: The rise of Danny Trejo es un documental muy recomendable, que nos permite conocer la transformación radical de un hombre que podría haber pasado al olvido de no haberse propuesto ser un hombre mejor.