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La ‘degradación humana’ ha sobrepasado algunos límites importantes. Ahora eso está empezando a preocuparnos».
Durante mucho tiempo, nos entusiasmamos mucho ante todas las mejoras tecnológicas, pero invertimos tanto esfuerzo y energía en el avance de la tecnología —que tanto nos ha beneficiado por décadas— que no prestamos suficiente atención a los cambios que se estaban produciendo en nuestro cerebro.
En un momento dado nos hicimos vulnerables a ella porque la tecnología puede usarse para aprovecharse de nuestras debilidades.
¿Qué ha cambiado en los últimos años para que este tema se haya puesto sobre la mesa dentro y fuera de Silicon Valley?
La «degradación humana» ha sobrepasado algunos límites importantes, por eso ahora está empezando a preocuparnos.
Vamos siendo conscientes de cómo las notificaciones tratan de «secuestrar» nuestra atención. Si los diseñadores lo usan a su favor pueden hacer que pasemos más tiempo en su producto, atraer nuestra atención para que nos fijemos en ciertos elementos a través de aspectos como el brillo de la pantalla y otros pequeños «trucos».
Y ya no sabemos qué es real y qué no. Los deepfakes (videos con personas aparentemente reales modificados con inteligencia artificial) son un buen ejemplo de ello.
Los «deepfakes» son un ejemplo de cómo la tecnología puede degradarnos: no logramos diferenciar qué es real y qué no. La mente humana es limitada. Es maravillosa en muchos aspectos, pero tiene puntos débiles. Ahora que sabemos que la tecnología ha cruzado esa barrera, nuestro entusiasmo ha disminuido porque es algo que ya no podemos controlar.
Sin embargo, las fuerzas del mercado han seguido usando las nuevas tecnologías a su favor para incrementar las ventas. A los analistas les fascina buscar nuevas maneras de usar la tecnología a su favor y transformar esas tendencias en dinero. Pero quienes piensan en los beneficios no están teniendo en cuenta las consecuencias.
Eso está pasando en todo el mundo y a todos los niveles. Analistas, diseñadores de productos y gobiernos están compitiendo entre sí. Y al final termina siendo un arma muy peligrosa. Pero cada vez hay más reacciones en contra.
Lo dibuja s como un sistema perverso. ¿Se pudo predecir de alguna forma?
Sí, claro que se predijo. Y no solo eso: también se buscó por parte de quienes quieren explotarlo a su favor. Una parte importante del problema es que quienes tratan de encontrar soluciones no suelen ser los mismos que quienes crean el problema.
Hay gente muy competente alarmando sobre el uso de la tecnología desde hace tiempo, pero quienes trabajan en los avances tecnológicos tienen otros incentivos y no les interesa aminorar la velocidad porque a menudo significa un perjuicio para ellos del que puede aprovecharse su competencia.
Por eso abordar este problema es tan complejo. A eso se suma que la «degradación humana» es cíclica.
La «degradación humana» es cíclica, según Fernando. ¿A qué te refiere s con que es cíclica?
Cuando nuestra atención se interrumpe repetidamente, nos distraemos más. Nos convertimos en la peor versión de nosotros mismos. La tecnología nos cambia. Y eso ocurre constantemente y cada vez más porque las redes sociales facilitan ese proceso.
Cuando competimos por la atención —likes , comentarios, shares — comenzamos a «decir» cosas distintas, a usar otro lenguaje. Publicamos fotos que llaman más la atención, somos más extremos cuando debatimos cuestiones políticas… todo eso beneficia a los algoritmos.
Cuantos más distraen nuestra atención, más rentables somos para las empresas (y más vulnerables somos a la «degradación»). Al final del ciclo, la tecnología termina cambiándonos y, efectivamente, degradándonos. Y cuando nos hemos degradado, somos más vulnerables en el ciclo siguiente porque cuando estamos más distraídos es más fácil que ocurra un nuevo ciclo.
Termina siendo una carrera [de las empresas] por llegar hasta el fondo de nuestro tallo cerebral que saca lo peor de nosotros mismos y que cada vez incluye menos pausa, menos reflexión y menos meditación porque estamos ocupados reaccionando todo el tiempo.
Es fácil sentirnos impotentes ante esta situación… ¿qué podemos hacer?
¡Sin duda lo es! Es una parte tan importante de la economía… ¡Mueve billones de dólares! Pero podemos actuar en dos niveles: en primer lugar personal y en segundo, colectivo.
El primer paso empieza realmente por educarnos al respecto. En el plano personal podemos hacer cosas vitales como limitar las notificaciones, usar menos las plataformas digitales, cambiar lo que mostramos en ellas y nuestras interacciones en línea. Básicamente, entender cómo estamos siendo manipulados y actuar en consecuencia.
Además, está el plano colectivo. Por eso estamos creando un espacio para permitir que la gente exprese sus preocupaciones. Uno por uno no hacemos mucho, pero entre todos tenemos fuerza. Cuando nos unimos es cuando podemos provocar un cambio real. Esto es muy importante porque la «degradación humana» nos está cambiando como sociedad.
La pregunta es: ¿qué cambio queremos impulsar? Una de las claves es que el producto que usamos debe ser diferente, tiene que tener una codificación distinta. Y ese cambio se debe hacer desde dentro, pero la presión de consumidores, inversores, políticos, educadores y tecnólogos pueden favorecerlo.
Tenemos que cambiar las condiciones del juego. La tecnología que divide a la sociedad no es tecnología «humana» porque es dañina para los seres humanos.
¿Hasta qué punto diría s que estamos abriendo el camino hacia una tecnología más «humana»?
Para ser honesto, me sorprende favorablemente lo lejos que hemos llegado porque en un punto pensé que nos quedaríamos eternamente atascados en definir el problema.
El éxito del documental «El dilema de las redes sociales» es un ejemplo de cómo ha aumentado la preocupación sobre esta cuestión. Pero ahora, y en parte gracias a la repercusión que ha tenido [el documental] The Social Dilemma («El dilema de las redes sociales») —que sólo en el primer mes (septiembre) vieron más de 38 millones de personas— mucha más gente lo entiende.
Por suerte, cada vez más personas se están dando cuenta de cómo la información que comparten en las redes se favorece la economía de la atención. Eso es muy importante.
Una de las cosas más maravillosas de que haya tanta gente preocupada sobre este tema es que realmente podemos hacer fuerza para abordarlo. Cada vez más empresas y países están tomando medidas y yo veo oportunidades para el cambio a corto y medio plazo.
Ahora tenemos que seguir propagando el mensaje para que la tecnología sea cada vez más humana y nos permita conectar mejor, difundir la verdad y sacar la mejor versión de nosotros mismos.
Lucía Blasco BBC News Mundo