La mano dura pero «cool» del presidente más joven del país ha enamorado a los salvadoreños
Twitter. Instagram. Gorra deportiva hacia atrás. Juventud contrastante con una clase política tradicional. Vestimenta informal, con calcetines coloridos. Una retórica que va más allá de izquierdas y derechas, y absoluto dominio del inglés. Nayib Bukele se ha convertido en el fenómeno político más relevante de El Salvador en varias décadas, desde que ascendió al poder en su país cuando apenas contaba 37 años. Es el presidente más joven de la historia en su país.
El ahora presidente rompió el bipartidismo que se había hecho tradicional en El Salvador en las últimas tres décadas cuando ganó la presidencia con la plataforma GANA (Gran Alianza por la Unidad Nacional), de rasgos conservadores, en 2019 y sin balotaje. El 28 de febrero de 2021 dio el tiro de gracia a ese estamento político cuando su partido Nuevas Ideas arrasó en las elecciones parlamentarias, dejándole en el Congreso una mayoría que se hará efectiva a partir de mayo.
Nayib Bukele ha logrado convertirse en la figura más carismática del continente haciendo política de una manera heterodoxa, aun más en América Latina donde abundan las campañas de «besar viejitas y bebés» o recorrer mercados populares estrechando manos. Él no lo hace. En cambio, actúa como una estrella pop, incluso en TikTok.
Así se ha convertido en pivote de la política salvadoreña, donde su rostro protagoniza material POP y su historia se cuenta desde el enfrentamiento con los viejos poderes que medran en el Congreso.
De origen palestino y ascendencia musulmana, se entrenó en la publicidad trabajando en la agencia de su padre, que compartía la asesoría de imagen del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el histórico partido de la izquierda, con la representación de la marca Yamaha en ese país. Aprendió a hacer negocios tanto como a vestirlos bien. Nunca terminó la carrera para ser abogado.
Se metió a la política en el FMLN y su primer triunfo electoral fue en la alcaldía de Nuevo Cuscatlán en 2012. Tres años después le arrebató a la derecha la alcaldía de la capital, San Salvador, gracias al diseño de campañas que oxigenaron las opciones de su partido. Pero el FMLN terminó expulsándolo por tensiones internas, después de que llamase «bruja» a una concejal. El desaparpajo fue demasiado para la «vieja» izquierda.
Bukele se ha definido como «el presidente más cool del mundo». Su popularidad, además, es reflejo de un cambio generacional en la vida política nacional. Su principal bandera desde la Presidencia ha sido la reducción de la violencia, cuya tasa bajó de 50 a 19 homicidios por cada 100.000 habitantes en lo que va de su Gobierno. Él afirma que es la consecuencia de militarizar el país y aplicar una política de mano dura, que organizaciones como Human Rights Watch (HRW) han denunciado son violatorias de derechos humanos.
A Nayib Bukele sus bases le aplauden su discurso desideologizado, que reniega de las diatribas «del siglo XX». Porque a Bukele no le gusta que le lleven la contraria, y su figura se ha hecho tan grande que no admite negociaciones.
La economía de El Salvador también vive un repunte. En una reciente entrevista con Fox News, en perfecto inglés, Bukele decía que su país había dejado de exportar tantos migrantes a Estados Unidos porque corren nuevos aires de prosperidad y seguridad en la nación. No mencionó la patrulla fronteriza que creó para detener a quienes organicen caravanas que se propongan alcanzar la frontera con la tierra del Tío Sam.
La pandemia de coronavirus ha sido respondida con ayudas económicas, mucho endeudamiento público y medidas coercitivas «extremas» que han justificado la detención de 16.000 personas por saltarse las cuarentenas. En el camino, enfrentamientos con la prensa y con sus críticos dentro y fuera de El Salvador. A partir de mayo, el presidente más popular de la región y la figura mejor valorada en su propio país podrá gobernar a sus anchas. Una oportunidad, o una condena, para quien se ha quejado durante casi dos años de que no ha podido avanzar más porque las demás instituciones no le dejan hacerlo.