Este domingo se impuso con una ventaja de cinco puntos porcentuales sobre Andrés Arauz, que concedió la derrota.
«Este es un día histórico, un día en que todos los ecuatorianos han decidido su futuro, han expresado con su voto la necesidad de cambio y el deseo de mejores días para todos», dijo Lasso ante sus simpatizantes reunidos en Guayaquil la noche del domingo.
Ya antes de la campaña había alertado de la compleja tarea que le espera.
«Recibiremos un país complicado, el gobierno nacional no tiene liquidez, apenas un saldo de US$400 millones en la reserva que representan apenas el 20% del gasto mensual del gobierno», le dijo a BBC Mundo durante la campaña electoral.
«Es, además, un gobierno con una deuda que llega al 63% del Producto Interno Bruto, a la que hay que añadirle atrasos de pagos con municipios, prefecturas, sistemas de seguridad social y con el Banco Central. Todo sumado le puedo decir a ojo de buen cubero, que la deuda llega a US$80.000 millones», añadió.
En el triunfo del exbanquero y empresario conservador de 65 años fue clave el descontento que genera el expresidente Rafael Correa, que patrocinaba a Arauz, entre los electores que no votaron por Lasso en la primera vuelta del 7 de febrero.
Pero su partido, el Movimiento Político Creando Oportunidades (CREO), tiene solo 12 legisladores en la Asamblea Nacional, a los que puede sumar los 19 de su aliado el Partido Social Cristiano. Enfrente tendrá al correísmo con 48 asambleístas, lo que le obligará a ciertas concesiones que comenzaron en la campaña.
«Por cada voto que consiguió abriendo su propuesta, yo creo que bajó en gobernabilidad, porque empezó a repartir el pastel a muchos comensales que, en el momento de gobernar, le van a pasar factura», le dijo a BBC Mundo el analista Pedro Donoso.
Donoso añadió que el anticorreísmo como fuerza política tampoco es un grupo homogéneo y que Lasso deberá lidiar con intereses encontrados.
Lasso es un conocido banquero y empresario ecuatoriano que participa en distintos conglomerados financieros.
Suele referirse a un origen familiar humilde que lo llevó a comenzar a trabajar con 15 años en la Bolsa de Valores de su ciudad, Guayaquil. Así trata siempre de quitarse la etiqueta de banquero rico que no se preocupa de los más humildes.
Fue rápidamente escalando posiciones hasta convertirse en presidente del Banco de Guayaquil por casi 20 años. A comienzos de los 90, llegó a liderar la Asociación de Bancos Privados del Ecuador.
En agosto de 1999 fue nombrado ministro de Economía, pero debido a las diferencias que tuvo con el entonces presidente Jamil Mahuad sobre cómo manejar la economía del país renunció un mes después.
Bajo el lema «emprendimiento, innovación y futuro», Lasso dijo en la campaña que respetará el acuerdo del país con el FMI (Fondo Monetario Internacional), excepto en un punto.
«Nosotros no vamos a desconocer el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Lo que no vamos a hacer es a subir el IVA», dijo refiriéndose a una polémica medida que busca aumentar la recaudación fiscal de un país con altos niveles de déficit y deuda pública.
Qué propone
En su plan de gobierno, el candidato propone crear nuevos puestos de trabajo, subir el sueldo mínimo a US$500 al mes, acabar con el hambre de más de un millón de ecuatorianos, atraer inversión extranjera y combatir la corrupción, argumento con el que ha golpeado a Correa y a Arauz.
Cercano a las ideas del Opus Dei, Lasso, casado y padre de cinco hijos, sorprendió a la ciudadanía cuando durante la campaña electoral propuso que la escultura de Quito de la popular Virgen del Panecillo rotara para que no le diera la espalda a los ciudadanos del sur.
Siempre ha sido un férreo opositor a cualquier propuesta de ley sobre la despenalización del aborto, incluso en casos de violación, pero en campaña se mostró abierto a escuchar a los ecuatorianos y a no imponer su visión e incluso habló de una posible consulta popular sobre el tema.
«El Ecuador conoce que uno de mis principios es la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, ahora, siendo un presidente de un Estado laico, yo me comprometo de manera absoluta a respetar el punto de vista diferente al mío, y si hay un criterio mayoritario reconoceré que esa es la manera de ver la vida de la mayoría de los ecuatorianos», manifestó el presidente electo.
Conocido popularmente como el «eterno candidato», esta era la tercera vez que aspiraba a la presidencia tras perder contra Correa en 2013 y contra Lenín Moreno en 2017.
Carlos Ferrín, consultor en Comunicación Política, le dijo a BBC Mundo que Lasso ha cambiado en estos años: «El que compitió en 2013 era un empresario que intentaba ser político; el de 2017 lideró el momento más álgido del anticorreísmo y casi gana la presidencia».
En esa elección, Lasso se negó inicialmente a aceptar los resultados con acusaciones de fraude electoral. Sin embargo, el viraje político que hizo Moreno en el transcurso de su gobierno lo llevó a acercarse al actual mandatario, aunque se haya desmarcado del presidente en la campaña.
«Esta versión de Lasso 2021 para mí es la mejor, con sus pequeños problemas de salud, la caída que lo obligó a llevar bastón, es un candidato más humano, más rodeado de su familia, de sus hijos, como parte de un clan», concluye Ferrín.
Lasso, quien se autodefine como un liberal que «cree en buenas ideas y no en ideologías», prometió poner fin a las políticas de izquierda impulsadas durante el gobierno de Correa.
En ese sentido dijo que el voto por su contrincante Arauz era sinónimo de «volver al correísmo» y que eso podría llevar a Ecuador a convertirse en una «nueva Venezuela».
Y tras el triunfo de este domingo pareció haber logrado su objetivo.
Los retos
Si su tarea de batir a Arauz era un gran reto, también lo será manejar la economía de Ecuador, para lo que será necesario primero acelerar el plan de vacunación contra el coronavirus.
La economía ecuatoriana se contrajo por la pandemia un 7,8% en 2020 y las autoridades estiman que este año crecerá un 3,5%.
Sólo un 34% de los empleos en el país cumplen al menos el mínimo legal en horas o salarios.
Lasso ha prometido estimular la economía aumentando la inversión extranjera e impulsando la producción de petróleo, la exportación más importante de la nación sudamericana.
Promete además generar dos millones de puestos de trabajo, expandir el sector agrícola a través de préstamos a bajo interés y reducir progresivamente los impuestos.
Lasso presume de su pasado como banquero, algo que lo alejaba de algunos votantes, para defender que él sabe cómo crear empleo y financiar empresas a través del sector privado y que ahora hará lo mismo desde el público.
En ese sentido promete generar riqueza a partir de los recursos petroleros, mineros y energéticos mediante la participación del sector privado para reemplazar el financiamiento estatal.
Quizás esas dotes de empresario y de experto en finanzas son las que están detrás de que haya sido elegido por el electorado ecuatoriano frente al joven candidato de Correa en un momento de crisis económica por la pandemia y la deuda que agobia al país.
Eso llevó a Moreno a buscar la financiación del FMI, que inyectó al país US$7.400 millones.
«No queremos ocurrencias peligrosas como la de querer eliminar la dolarización; no creemos en ideas sacadas de la ineptitud. No queremos improvisación y vamos a demostrar que tenemos capacidad, voluntad y experiencia», dijo Lasso durante la campaña, en la que explotó su experiencia y solvencia empresarial frente a su joven rival.
Lasso es además firme en su defensa de la dolarización, que rige desde hace más de 20 años la economía del país y que es muy popular entre la población.
Sin embargo, Lasso se desmarca siempre de la crisis financiera de 1999 que llevó a esa dolarización, el llamado feriado bancario (se congelaron ahorros y cuentas bancarias) que aún está en el recuerdo de muchos ecuatorianos.
Justo después de eso y por solo un mes fue ministro de Economía antes de dimitir.
Por si la labor de crear empleo, reducir la pobreza, que aumentó con la pandemia, y lidiar con la deuda no fuera suficientemente complicada, Lasso tendrá en contra a la Asamblea Nacional, lo que dificultará la gobernabilidad de un presidente que busca ahora trasladar al sector público sus éxitos financieros en el privado.