Las razones del voraz apetito ruso por el control del Ártico

El petróleo y el gas que yacen en el subsuelo no son los únicos e importantes argumentos que esconde Moscú en su política de militarización del polo.

Rusia tiene mucho que ganar en la región del Ártico. Desde que Vladimir Putin asumiera la presidencia el Ártico se ha convertido en un escenario cada vez más importante de la política exterior, militar y económica rusa. Allí se concentra alrededor del 25% de las reservas mundiales de gas y petróleo (aún por explotar) y es un territorio geoestratégico de primera magnitud alejado de la conflictividad de otros puntos calientes del planeta donde Estados Unidos compite por mantener su hegemonía, como es la zona del Indo Pacífico.Las posesiones árticas de Rusia suman una superficie de 3 millones de kilómetros cuadrados, el 18 % de la totalidad del país, y viven en ellas cerca de 2,4 millones de rusos, que conforman el 40 % de la población total del Ártico en el mundo.

Moscú vio hace años una oportunidad de impulsar su maltrecha economía, castigada por las sanciones occidentales y la caída del precio de los combustibles, con la extracción de recursos energéticos en el Ártico, que podría garantizar al Kremlin una fuente constante de ingresos, así como una influencia geopolítica y de mercado en Europa y Asia. Analistas como Eugene Rumer también destacan que Rusia estaría tomando posiciones en el polo ante “los preparativos para la improbable, pero potencialmente catastrófica contingencia de la guerra en Europa”.

Sigilosamente, Rusia ha ido concentrando en los últimos años un inusitado poder militar en el Ártico, donde el creciente deshielo facilita el avance de las fuerzas rusas. En abril, la Flota del Norte de la Armada Rusa realizó maniobras navales en la región con la participación de buques, submarinos, aviación y sistemas antiaéreos.

Uno de los objetivos es lograr la apertura de una ruta comercial de envío clave desde Asia a Europa. Este espacio también le sirve de teatro de operaciones militares, un lugar idóneo para lanzar y ensayar nuevas armas, como ha sucedido con el torpedo Poseidon 2M39, propulsado por un reactor nuclear y diseñado para “inundar las ciudades costeras de Estados Unidos con tsunamis radiactivos”, según dijo el ex subsecretario de Estado para Seguridad Internacional y No Proliferación Christopher A. Ford.

El Departamento de Estado de EEUU se ha referido al “claro desafío de Rusia en el Ártico”, una estrategia que incluye la reforma de antiguas bases de la época e la Guerra Fría y la construcción de nuevas instalaciones en la Península de Kola, cerca de la ciudad de Murmansk, lo que tiene implicaciones para EEUU y sus aliados porque crea la capacidad de proyectar poder en el Atlántico Norte”. Según Washington, Rusia “busca reforzar su seguridad a través de la remodelación de los aeródromos de la era soviética, la expansión de su red de sistemas de misiles de defensa aérea y costera y el fortalecimiento de sus capacidades” para impedir el acceso de otros países a la zona.

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