Los jeroglíficos fueron el mayor enigma al que los historiadores, arqueólogos y científicos se enfrentaron a la hora de estudiar el Antiguo Egipto. Durante cientos de años, su significado fue un misterio hasta que un hallazgo hizo posible descifrar todos sus secretos: la piedra Rosetta.
Sorprendentemente, este “Santo Grial” arqueológico fue descubierto por casualidad en medio de la campaña de Napoleón en territorio egipcio en 1799. En ese contexto, un equipo de soldados comandados por el coronel Jean Joseph Ange d’Hautpoultrabajaba en fortalecer una zona defensiva, en vísperas de una batalla con el Imperio Otomano en la ciudad de Rosetta (actual Rashid, a 65 kilómetros de Alejandría), cuando el teniente Pierre-François Bouchard avistó la reliquia durante una excavación.
Andrea Zingarelli, doctora en historia de la UBA y profesora de Egipto Antiguo en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, aclaró: “En realidad no es una piedra sino una estela, y así lo señala en su propia inscripción. Las estelas son monumentos que, en el antiguo Egipto, se construían para hacer una declaración o para contar una historia”.
La Piedra Rosetta contiene tres tipos diferentes de escritura (Museo Británico /)
En el momento de su descubrimiento, Bouchard vio que la piedra tenía tres tipos diferentes de escritura, sospechó que el misterioso objeto podría ser una pieza de mucho valor histórico y mandó a informar a Napoleón sobre el descubrimiento.
El emperador de Francia estaba fascinado con la historia egipcia y ordenó la formación de un equipo posteriormente bautizado “Comisión de las Ciencias y las Artes”, conformado por especialistas de distintas áreas como ingenieros, pintores, químicos, arqueólogos y astrónomos, que tenían como objetivo descifrar el código de la piedra.
Inmersos en las guerras napoleónicas, esta investigación duró poco para los franceses. Con la derrota de su ejército a manos del Imperio Británico en 1802, el preciado objeto quedó bajo control de las tropas inglesas, que emprendieron un nuevo análisis del artefacto.
Una investigación de 20 años
“La primera parte está en jeroglífico pero, en la época en la que se escribe el texto en el 196 a.C., el jeroglífico ya no era la lengua que se usaba. Entonces, al estudiarlo, se encontraron con cosas incorrectas porque copiaban al griego, que era el idioma principal del momento”, explicó Zingarelli.
Decenas de eruditos británicos intentaron arrojar luz sobre los misterios que guardaba Rosetta sin éxito. El británico Thomas Young, lingüista, físico y secretario de Relaciones Exteriores de la Royal Society de Londres, fue uno de los primeros que dedujo los conceptos iniciales sobre sus escritos. De esta manera, el principal problema, como señaló Zingarelli, era que el idioma jeroglífico había desaparecido cuando el Imperio Romano tomó control de Egipto en el año 30 a.C.
Otro de los tres idiomas grabados en la piedra era el demótico, “la lengua tardía de Egipto, una mezcla entre el griego y el egipcio, pero solo con caracteres fonéticos, porque no tiene ideográficos como sí los tiene el jeroglífico”, agregó la especialista. En un principio, Young utilizó un alfabeto creado por el historiador Johan David Akerbland. Pese a que el lingüista había descifrado 29 letras, casi la mitad estaban erradas ya que lo estudió como un lenguaje meramente alfabético.
Con estas primeras pinceladas del demótico, Young amplió los conocimientos de Akerbland y sumó 86 palabras con las que logró traducir la parte central de la estela. Con este avance, empezó a dilucidar los olvidados jeroglíficos egipcios. A lo largo de un año, descifró el valor sonoro de seis signos, pero jamás pudo deducir su gramática.
“Young logró identificar que los nombres de los faraones contenían caracteres fonéticos, es decir, que no eran solo símbolos, sino que cada signo tiene un sonido”, relató Zingarelli.