SAN PABLO.- Iba a ser un clásico sudamericano de invictos, de primero contra segundo, con Messi de un lado y Neymar del otro, y con el condimento de tratarse del primer cruce entre Brasil y Argentina tras la final de la Copa América en el Maracaná. Pero el gran duelo terminó desdibujado, reducido a un bochornoso hecho policial, cuando agentes de la Policía Federal brasileña y miembros de la agencia sanitaria brasileña, Anvisa, invadieron el campo del Corinthians y provocaron la suspensión del partido.
Habían pasado sólo cinco minutos del primer tiempo, con pocas emociones y mucho estudio entre los equipos, cuando todas las atenciones se trasladaron hacia lo que sucedía de la la línea lateral para afuera, cerca de los bancos. Allí llegaban hombres de traje,agentes de la Anvisa, y miembros de la policía. Un desorientado Rodrigo de Paul le apuntaba la escena a Neymar, quien estaba a su lado, para intentar encontrar respuestas. Pero ninguno de los dos jugadores sabía rápidamemnte qué pasaba.
Tres horas después de una durísima nota en la que Anvisa alertaba a la Policía de irregularidades en el ingreso al país de cuatro jugadores de la selección visitante, miembros de la misma agencia interrumpían el gran clásico sudamericano. Llegaban para buscar a los cuatro hombres de la selección que actúan en Inglaterra –Emiliano “Dibu” Martínez, Emiliano Buendia, Giovani Lo Celso y Cristian “Cuti” Romero-, tres de ellos titulares, apuntados por no haber cumplido con una cuarentena sanitaria y de haber dado información errónea en las declaraciones de ingreso al país.
“Llegamos a este punto porque todo lo que Anvisa orientó no fue cumplido. Los jugadores recibieron orientación para permanecer aislados en el hotel para aguardar la deportación. Pero no fue cumplido”, justificó Antonio Barra Torres, presidente de la agencia, minutos después.
Las caras de Lionel Messi y Neymar lo decían todo. Miraban al piso y se sentían frustrados porque el partido no iba a continuar. La selección argentina enfiló rápidamente hacia el vestuario y no volvió más. Ni siquiera pese a las ganas de los protagonistas.
La Canarinha seguía en el campo y algunos jugadores, como Gabriel Barbosa, delantero del Flamengo, se entretenían haciendo jueguitos y dándose pases. Messi y Lionel Scaloni salieron una vez más a la cancha para hablar con el entrenador brasileño, Tite, que se lo notaba nervioso y frustrado. El partido no iba más. “Lo que se vivió es lamentable para el fútbol, es una imagen muy mala. Cuatro personas ingresaron a interrumpir el partido para hacer una notificación y Conmebol solicitó a los jugadores que se fueran al vestuario”, explicaba el entrenador argentino, minutos después.
Los cánticos de los 1500 invitados de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), únicos espectadores dentro del estadio, se iban deshilachando poco a poco ante la evidencia de que no habría fútbol. “Si pasó o no pasó algo, no era el momento para hacer esa intervención”, agregó el entrenador argentino, repitiendo la tesitura que había mostrado el búnker argentino desde que estalló el posible conflicto. Negar cualquier irregularidad.
A contramano de la versión del entrenador, el director de Anvisa aseguró que la invasión al estadio fue la última alternativa. Dijo que el plantel argentino había sido comunicado que los cuatro jugadores no podían dejar el hotel para ir a jugar. “Hubo una secuencia de incumplimientos. Llegamos a este punto porque todo lo que Anvisa orientó, no fue cumplido”, dijo Barra Torres.
La máxima autoridad sanitaria cargó las tintas sobre dos puntos: la necesidad de que los jugadores cumplieran con un aislamiento al entrar a Brasil y la omisión en las declaraciones de ingreso de su paso por Inglaterra. Brasil establece una cuarentena para quienes ingresan desde Inglaterra, India, Sudáfrica e Irlanda. Pero la AFA alegaba que los cuatro jugadores exentos de cumplir el aislamiento, protegidos por una resolución de Conmebol que libera a los jugadores de realizar cuarentena en este tipo de competencias, algo que Anvisa desconocía.
FIFA apareció para dar por confirmada la suspensión y prometió más detalles a la brevedad, sin tomar postura sobre la escandalosa suspensión. La CBF, por su parte, pareció respaldar a la Argentina y abrió una nueva incógnita. Manifestó sorpresa por los hechos en un comunicado oficial en el que cuestionó por qué la Anvisa espero hasta el inicio del partido para intervenir y no lo hizo en días previos al partido. “La Anvisa se extrapoló en sus decisiones, podría haber evitado todo esto antes”, dijo Ednaldo Rodrigues, presidente interino de la entidad brasileña de fútbol.
Para el equipo conducido por Scaloni, que permanecía agazapado dentro del vestuario mientras los brasileños convertían el estadio en un campo de entrenamiento, comenzaba otro partido: la salida de San Pablo. Con los ánimos todavía calientes, nadie entendía cómo la situación había escalado tanto, con agentes de la policía circundando al plantel.
La hoja de ruta era abandonar el estadio directo para el aeropuerto internacional de Guarulhos rumbo a la Argentina. Fue una negociación con las autoridades brasileñas en la que intervino con las autoridades brasileñas el embajador en Brasil, Daniel Scioli, quien desde el vestuario coordinaba con la salida de la delegación, previo el levantamiento de un acta.
“Vinimos todos y nos vamos todos”, repetían dentro del vestuario argentino. Finalmente, tres horas después del comienzo del partido trunco, los jugadores subieron uno a uno al ómnibus y salieron para al aeropuerto. La albiceleste se preparaba para levantar vuelo y dejar el sabor amargo en Brasil.