La Cueca, nuestra danza nacional

Es como inevitable que durante el mes de septiembre, las cuecas y las tonadas se le cuelen a uno y a cualquier chileno bien nacido hasta por los poros, sobre todo en un ambiente recargado de chilenidad, cuando la gran mayoría de las radios se acuerdan que existe nuestro baile nacional y empiezan a sonar en los distintos “diales”, al igual que en los locales comerciales del centro de la ciudad que amenizan sus jornadas diarias de ventas con cuecas a todo volumen. Y así transcurren estos días dieciocheros, escuchando cuecas y tonadas por aquí y por allá. A cada instante resuenan los Hermanos Campos, los Huasos Quincheros,  Nano Parra y sus cuecas choras, o el dúo Rey Silva, por citar algunos famosos solistas o grupos cuequeros nacionales.

Los estudiosos del folclor dicen que la cueca deriva de la zamacueca peruana y su coreografía representaría una imitación de los movimientos de una gallina requerida por el gallo. Sin embargo, el folclorista argentino Carlos Vega, en uno de sus escritos manifiesta que “en 1824 cobra notoriedad en Lima un nuevo baile, llamado zamacueca; a principios del año siguiente llega a Santiago y en sus aristocráticos salones es objeto de cálida recepción; desciende enseguida a los dominios del pueblo e invade todo el territorio de la república de Chile y el fervor de un par de generaciones le da la categoría de danza nacional”. Luego reflexiona diciendo que “el hecho que cobre rápida notoriedad en Lima, no significa que haya nacido en aquel año, ni en aquel país”.

En Chile se baila cueca desde aproximadamente 1824 y en 1979 fue declarada danza nacional de Chile por decreto del Supremo Gobierno de aquel entonces.

Una cueca completa tiene tres pies, nombre que se le da a cada uno de los episodios, que constituyen una secuencia con dos breves pausas de descanso, una al término del primero y otra al finalizar el segundo, durante las cuales se acostumbra a servir un vasito de vino como refrigerio a los bailarines.

Sin embargo, en los últimos años ha venido aflorando la llamada “cueca chora”, impuesta  por los famosos guachacas que lidera el gran Compipa Dióscoro Rojas.

En una entrevista que Dióscoro Rojas dio para un diario nacional dijo respecto a esta cueca: “Lo que hemos hecho estos últimos años es poner esa emocionalidad nuestra al servicio de la cueca, no del cuiquerío, ni la de los niñitos bien, sino que la de nosotros, es decir, los humildes, los cariñosos, los republicanos, los que construimos este país. La cueca brava estaba escondida en los sectores más pobres y volvió con su pañuelo y su viveza, porque no todos somos huasos en este país, habemos gente que la bailamos como nosotros queremos, como la sentimos Así se baila”, dijo él.

A juicio del profesor Guillermo Alvarez Muñoz, autor del libro “Cultura Tradicional de Atacama”, existe un “pero” que le ha hecho mal a la difusión de nuestro baile nacional. El dice en tono crítico: “A la luz de lo que observamos en Copiapó,  y que se replica en nuestra regió                                                                                                                                  n y el resto del país, toda práctica de la cueca se transforma en competencia y, con esta mirada, se hace competir a los niños desde temprana edad hasta los adultos mayores y, por lo tanto, se habla de una infinidad de categorías: infantil juvenil, adulto joven, adulto mayor y, como si esto fuera poco, ha aparecido también un sinfín de clubes, corporaciones, municipios y otras entidades que organizan campeonatos de cueca a lo largo de Chile, todos los cuales les exigen a los bailarines un apego estricto a los estilos coreográficos tradicionales, quitándole chispa, incluso la alegría propia que se expresa en este baile”.

Por mi parte, creo que la cueca es un bien común que nos identifica a todos los chilenos. Su práctica, realizada en forma espontánea, libre y graciosa, es digna de observar, aplaudir y admirar. ¿Han visto alguna vez bailar a un cultor natural? ¿Acaso no han gozado con la sencillez de los movimientos, la gracia del desplazamiento de los pies y el simple giro del pañuelo?. ¿Y qué me dicen del recato y coquetería de la dama acompañante?. Algo para disfrutar, porque en estos casos estamos hablando de una cueca que se baila desde el alma y con sentimiento.

Yo también podría nombrar a muchos cultores de cueca o tonadas, pero sería largo de enumerar, pero bastan algunos ejemplos: Los Huacoaltinos de San Félix, en Alto del Carmen; Carlos Chananpa en Copiapó; Pablo Tamblay que le canta a nuestra región; Pedro Plaza, ganador de una competencia folclórica en Viña del Mar:; de Tierra Amarilla puedo citar al grupo Pedregal y a los Huasos del Amanecer, y también me acuerdo de don Jhony Guzmán, un antiguo ferroviario que dedicó su vida a cantar y difundir la cueca.

Para terminar este comentario, voy a citar una estrofa que cantan los Hermanos Campos: «La cueca pá los chilenos, / Es el baile nacional / Y no hay que tener vergüenza / Para salir a bailar …”

 

Por Sergio Zarricueta Astorga

Tierramarillano Chile

 

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