David, Bobby y Eddy fueron víctimas de una macabra investigación realizada por un psicoanalista y una agencia de adopciones.
David Kellman, Robert “Bobby” Shafran y Eddy Galland pasaron su infancia sabiendo que habían sido adoptados, pero estaban lejos de imaginar que habían sido parte de un cruel experimento para investigar la influencia de los genes en el desarrollo humano.
Ninguno de ellos siquiera imaginaba que tenía hermanos. Hasta que en 1980 el destino los puso uno frente a otro y la verdad quedó evidenciada: eran trillizos y habían sido separados al nacer. Cuanto más escarbaban, tanto más turbia se tornaba la historia. Años más tarde descubrieron que habían sido tratados como “ratas de laboratorio” en una oscura trama cargada de engaños y maldad. Uno de los tres hermanos terminó suicidándose, aunque los motivos de su decisión nunca estuvieron claros.
La historia generó tanto revuelo que en 2018 se hizo un documental sobre el tema Three Identical Strangers. (Tres idénticos desconocidos, en español), que actualmente está disponible en Netflix.
El descubrimiento
Los niños nacieron en julio de 1961, en Nueva York, pero a los seis meses de nacer fueron separados y entregados en adopción a tres familias distintas, a quienes no se les avisó que los pequeños tenían hermanos. Los tres crecieron en un radio de 160 kilómetros de distancia, sin saberlo.
Todo salió a la luz de casualidad, cuando los trillizos tenían 19 años.
La primera vez que Bobby pisó la Universidad de Sullivan, en Nueva York, en 1980 no solo experimentó el cambio que significa transitar hacia la educación superior, sino que además, comenzó a notar algo extraño en sus compañeros. “Yo estaba nervioso. Nunca había sido popular. Entonces, empecé a caminar buscando mi habitación y mucha gente se me empezó a acercar y a preguntarme cómo estaba.Todos eran muy amigables y se desvivían por serlo”, recordó años más tarde Eddy.
La gente le sonreía, lo saludaba, le preguntaban por sus vacaciones, le palmeaba la espalda. Hasta las jóvenes se le acercaban y le daban besos, mientras le comentaban lo alegres que estaban por su regreso. Bobby no conocía a ninguno de ellos y jamás los había visto. “Estaba un poco desconcertado, porque a nadie reciben así el primer día. Era raro”, rememoró.
Hasta que una frase lo cambió todo: “Bienvenido, Eddy”. Pero Bobby tenía una certeza: su nombre no era Eddy. Entonces, advirtió que estaba siendo confundido otro estudiante.
Llegó a su habitación e inmediatamente un estudiante, llamado Michael, se hizo presente en su puerta. Era el compañero de cuarto del “famoso” Eddy. “En cuanto vi a Bobby, empecé a temblar. Me puse pálido, porque me di cuenta de que era un doble. Tenía la misma sonrisa, el mismo pelo y las mismas expresiones. Lo primero que se me ocurrió preguntarle fue: ‘¿Sos adoptado’?”, contó Michael sobre su encuentro con el “doble” de su amigo.
Pero las preguntas siguieron.
-¿Tu cumpleaños es el 12 de julio?
-Sí, de 1961
-No me vas a creer, pero tienes un hermano mellizo.
Ese fue el puntapié inicial para comenzar a develar la verdad. Sin perder el tiempo, e intrigados por la situación, Bobby y Michael fueron a una cabina telefónica para llamar a Eddy. Tras un intercambio en el que Eddy admitía que varias personas lo habían llamado y en el que Bobby contaba que lo habían confundido por ser parecido a él, ambos descubrieron que la agencia de adopción que los había entregado a sus familias era la misma. No había dudas: eran hermanos mellizos Bobby no estaba dispuesto a pasar un minuto más sin conocer a su hermano, por lo que se subió a su auto y emprendió el camino. Eran las 9 de la noche y Eddy vivía a dos horas de viaje.
El encuentro parecía sacado de una ficción, cada palabra que uno decía, el otro la pronunciaba casi al unísono.Si uno se movía, el otro hacía el mismo movimiento, como si fuera un espejo. «Sus ojos eran mis ojos y mis ojos, los suyos”, describió Bobby. “El mundo desapareció y quedamos solo Eddy y yo”.
El tercero
La historia rápidamente se hizo conocida localmente y Eddy y Bobby fueron los protagonistas de una nota en el diario Newsday, donde publicaron, además, una foto de ambos. La noticia fue replicada en otros medios más hasta que llegó a manos de un tercer joven, llamado David Kellman.
“Había una foto de dos personas que se parecían a mí”, explicó David sobre el momento en el que vio la imagen por primera vez. Ese día faltó a la universidad y fue a su casa, donde su madre adoptiva, quien también había leído la noticia, lo esperaba con un café. Todo coincidía: el mismo hospital, la misma agencia de adopción y la fecha de nacimiento. “Era imposible”, recordó David más tarde a El País.
Asombrado no solo por el parecido físico que tenía con ambos jóvenes, sino también por todo el resto de las semejanzas, decidió contactarlos.
Cuando los tres se juntaron y se vieron por primera vez, estaban completamente emocionados y fue como si se conocieran desde siempre. Incluso, ese día terminaron “luchando en el piso”, como niños.
“Todo era nuevo, todo era celebración. Por primera vez nadábamos juntos en el océano o nos subíamos a una montaña rusa”, contó David sobre el reencuentro sobre el reencuentro con sus hermanos a BBC . “Nos sentíamos como niños, porque no habíamos tenido una infancia juntos. Fue muy divertido”, agregó el hombre.
David, Bobby y Eddy descubrieron que habían crecido con los mismos intereses: todos habían practicado lucha en la secundaria, fumaban la misma marca de cigarrillos, les gustaba los mismos colores y se sentían atraídos hacia el mismo tipo de mujer.
Pero también tenían coincidencias escabrosas: David como Bobby se golpeaban la cabeza cuando eran bebés, hasta desmayarse. “Estoy convencido de que era ansiedad por separación”, consideró años más tarde David.
Además, David y Bobby descubrieron que habían tenido el mismo problema durante su niñez, ambliopía, comúnmente llamado “ojo vago, débil o perezoso”, que es una afección en la que el cerebro y el ojo no están sincronizados. Sin embargo, solo David había recibido tratamiento.
Cultivar el vínculo
Los hermanos no tardaron en forjar un vínculo que impedía advertir que habían sido criados por familias adoptivas distintas, hasta sentían que “se conocían de toda la vida”, a pesar de haber estado casi 20 años separados.
“Somos iguales, las personalidades son iguales, los gestos, la forma de hablar…”, admitían en cada programa televisivo al que eran invitados para contar su historia.
La historia rápidamente se hizo mediática e incluso llegaron a participar en la película de Madonna de 1985, Buscando desesperadamente a Susan.
El trío estaba decidido a “recuperar” el tiempo perdido y se mudó a un departamento en Nueva York. Luego, decidieron emprender juntos y abrieron un restaurante en el Soho, llamado Triplets (Trillizos), que el primer año tuvo una ganancia de un millón de dólares.
“Nada nos podía parar”, consideraban los hermanos al hablar sobre esos años. En una ocasión, Eddy comenzó a tener síntomas de apendicitis y como no tenía seguro médico, se hizo pasar por Bobby en el hospital, donde le sacaron el apéndice. Todo parecía funcionar, los tres salían, iban a citas juntos, armaban reuniones familiares y más tarde, cada uno de ellos se casó.
La botella de champagne y la terrible verdad
Para las familias de los trillizos también todo era novedad, y, aunque cada una de ellas recibió a los otros niños como si fueran hijos propios, estaban enojados por no haber sabido la verdad. En el momento de adopción, a ningún padre se le había dicho que había otros dos hermanos y, molestos con la situación fueron a la agencia de adopción Louise Wise, que en la actualidad no existe más, a buscar respuestas.
Pero las autoridades de la institución solo les brindaron excusas, les aseguraron que los habían separado porque era difícil ubicar trillizos en una sola familia y afirmaron que no habían contado que cada niño tenía hermanos para “resguardarlos”.
Sin embargo, a los padres adoptivos, un detalle de la reunión les llamó la atención. Al salir de la reunión, el padre de Bobby advirtió que se había olvidado su paraguas en la sala, por lo que ingresó nuevamente al edificio. Al entrar al cuarto descubrió que las autoridades con las que acababa de reunirse habían abierto un champagne y estaban brindando, jubilosos, como si se hubieran sacado un peso de encima.
Pero la verdad era más macabra de lo que podían imaginarse. Es que los trillizos no habían sido separados de casualidad, sino que todo había sido planificado como parte de un experimento secreto, en el cual hubo varios “partícipes necesarios”.
El estudio fue un proyecto desarrollado por Peter Neubauer, un psicoanalista de origen austríaco que estaba frente al Child Development Center, un organismo que luego se fusionó con la organización Jewish Board. Para llevar adelante la investigación, la agencia de adopciones Louise Wise se encargó de asignarle a tres familias distintas un recién nacido para que formaran parte del proyecto. Las familias no fueron escogidas al azar. El objetivo era investigar cómo influye la genética en el desarrollo de las personas si son criadas en ambientes socioeconómicos distintos, por lo que cada entorno fue diferente.
La familia de Bobby era la más acomodada. Su padre era médico y su madre abogada, y vivían en una zona residencial. El padre de Eddy era maestro y la familia vivía en un barrio de clase media. La familia de David era que había accedido a una educación menor, eran comerciantes e inmigrantes cuyo segundo idioma era el inglés, por lo que eran considerados de sectores socioeconómicos más bajos.
Para lograr su objetivo, Neubauer realizó un exhaustivo seguimiento de los trillizos a lo largo de los años, aunque nunca les reveló a sus familias la verdad detrás de su proyecto. Cada cierto período de tiempo, un grupo de científicos visitaba a los niños y les hacía pruebas de inteligencia y personalidad, los observaba, les hacía preguntas y los grababan.
“Cada vez que venían, me filmaba”, rememoró David.
El descubrimiento
Los trillizos descubrieron la verdad gracias al trabajo del periodista Lawrence Wright, que estaba investigando sobre el experimento. El artículo fue publicado en The New Yorker en el que narraba el estudio realizado por Neubauer junto con la agencia de adopción Louise Wise. En la nota quedaba demostrado el proyecto no se había limitado a los trillizos, sino que varios pares de gemelos también habían sido víctimas del psicoanalista.
Cuando los trillizos se enteraron de lo sucedido, no pudieron evitar compararlo con los experimentos llevados adelante por los nazis, a la vez que calificaron el proyecto de cruel.
“Estoy más allá de la ira”, describió Bobby en referencia a lo que sintió cuando se enteró la verdad. “Nos llamaban ‘sujetos’. Somos víctimas. Hay una gran diferencia. Nos trataron como ratas de laboratorio y somos seres humanos”, agregó y se preguntó: “¿Quién podría ser tan malvado como para hacer algo así?”.
“No se por qué decidieron hacer esto, no puedo verlo como algo humano. No podés jugar con las vidas humanas. Teníamos que estar juntos y nos separaron por motivos científicos”, se lamentó Bobby.
Una vez que la verdad salió a la luz, quienes llevaron adelante el experimento hicieron todo lo posible por no rendir cuentas a nadie. Además, la información de la investigación se encuentra archivada en la Universidad de Yale con acceso restringido hasta el año 2066.
Nunca se publicaron conclusiones al respecto, algo que molesta aún más a los hermanos, quienes están trabajando para conseguir que el material de la investigación se abra.
El “cerebro” detrás del cruel proyecto, Neubauer falleció en 2008 sin haber hablado jamás públicamente sobre su investigación. “No tiene justificación lo que hicieron. Hicieron todo esto para tener una larga lista escondida en una biblioteca llena de polvo donde nadie puede tocarla”, observó enojado David.
Un triste final
A pesar del buen vínculo que había entre los tres hermanos, de a poco comenzó el declive. Trabajar juntos en el restaurante comenzó a dañar la relación y todo se complicó. Los tres tenían una visión de los negocios distinta y Bobby decidió alejarse.
Eddy y David sintieron que él los abandonaba, Bobby, que ellos lo expulsaban. Toda la situación afectó fuertemente a Eddy, quien comenzó a tener altibajos y debió ser internado en un centro de salud.
Pero cuando salió del instituto sucedió lo peor. Eddy fue a su casa, tomó un arma y se suicidó. El trillizo había luchado durante años con una enfermedad de mental, que se cree que era depresión. Sin embargo, no está en claro si su enfermedad está relacionada con la historia con sus hermanos.
“Cien veces me pregunté por qué Eddy y no yo. Ojalá hubiera sido yo”, aseguró Bobby al recordar el triste final de su hermano.
Poco después de que finalizara la filmación del documental y gracias al airado reclamo de Bobby, David y los productores detrás del proyecto, lograron obtener 11.000 páginas de la investigación llevada a cabo por Neubauer. Sin embargo, estaban tan fuertemente censuradas que no lograron sacar nada en limpio del material.
El resto de los detalles se conocerá finalmente en 45 años, cuando la Universidad de Yale estará obligada a publicar en su totalidad el contenido de los expedientes. Para entonces, es improbable que alguna de las personas cuyas vidas fueron afectadas por este repudiable experimento esté todavía viva.