Por Marcelo Soto
Ex Ante
Ernesto Ottone, escritor, sociólogo, ex asesor estratégico del presidente Lagos y profesor del Colegio de Estudios Mundiales en París, dice que bonos y retiros esconden la realidad; y acusa a autoridades como Jorge Sharp de una actitud ambigua frente la violencia que destruyó el centro de Valparaíso. Esta ciudad es el centro de su nuevo libro, El viejo puerto, tercer tomo de sus “ejercicios de memoria”.
-Se dice que la patria no es donde naciste, sino donde fuiste feliz. ¿Tu patria es Valparaíso?
-Tengo una identidad abierta. Soy de Valparaíso, del Wanderers, soy de centro izquierda, socialdemócrata, soy hijo de italianos, mis hijos viven en Francia, hago clases en París; es decir, tengo una pertenencia múltiple. Dentro de esas identidades está Valparaíso, que es la patria íntima. Pero detesto la visión de quien se define por una identidad. Por ejemplo, los que dicen: Yo soy religioso o de determinada etnia, yo soy hombre o soy mujer. Esa identidad cerrada siempre es conflictiva.
-¿Siempre fuiste así, con una identidad abierta, o tuviste tu época determinista?
-Sí, fui determinista. Cuando niño fui muy católico y después fui comunista. Desde adolescente empecé a leer a Gramsci, y a seguir al PC italiano, que era un partido muy raro, de culturas distintas. Y eso afortunadamente me llevó a vivir sin una visión cerrada.
-En tu libro hay una frase muy divertida que rescatas de Lukas, el dibujante porteño…
-Lukas dice que todas las ciudades chilenas son como Quillota, Quillotas chicas, Quillotas grandes, Quillota pobres. Santiago es la Quillota más grande. Valparaíso no se parece a Quillota (risas). A Lukas lo conocí, era un hombre muy de derecha pero a la vez un espíritu libre.
-Valparaíso fue de las ciudades más golpeadas por el estallido. ¿Cómo viviste esa experiencia?
-Tengo un departamento en Playa Ancha y la pasé muy mal. Valparaíso ya venía muy deteriorado y el estallido fue un golpe tremendo. Yo cuando volví a Chile del exilio me impresionó lo caído que estaba Valparaíso. Pero mantenía su belleza. Las ciudades chilenas tienden a ser feítas. Hay un cierto culto al feísmo. Valparaíso es una excepción.
Con el estallido social, la destrucción que se produjo en Valparaíso fue muy grande. Coincidieron dos cosas: primero, había un estallido social propiamente dicho; y segundo, había una configuración política muy fuerte anarquista. Existe el anarquismo en Valparaíso como una fuerza política.
Yo recorrí desde la Aduana hasta la avenida Argentina y estaba destruido todo. Pasabas por calle Condell y estaban destruidos todos los negocios. Hicieron pedazos pequeños locales, de pequeños comerciantes. Incendiaron edificios enteros, casonas de valor arquitectónico. En fin, fue una cosa horrenda, bárbara. La ciudad venía mal y le pegas un bombardeo que la deja en el suelo.
-¿Cuál ha sido el papel de la municipalidad, del alcalde Jorge Sharp?
-Por los frutos los conoceréis. Cuando ganó la elección, había una cierta esperanza, llegaba un hombre joven, que alegaba mucho contra el clientelismo de alcaldes pasados, etc. Pero creó un nuevo clientelismo y finalmente mira cómo está Valparaíso: la basura en las calles, la destrucción, etc. Es decir, los resultados no son buenos.
-¿Sharp ha sido ambiguo con la violencia?
-Si, por supuesto, él ha sido ambiguo con la violencia como lo ha sido mucha gente en Chile, ha habido una cierta forma de justificarla de quienes le dan un rol político a la violencia, y de quienes la han tolerado. Sharp siempre se ha mantenido en una condena abstracta, pero en los hechos ves que no hay una toma de posición frente a la violencia. Que condene de verdad la violencia, porque no puede formar parte de la convivencia democrática, tan simple como eso. La democracia es la negación de la violencia para la solución de los problemas.
Para justificar la violencia salen las teorías de gente que ha leído muy muy muy poco a Marx, más que leerlo lo han oído. Personas que se plantean como sustentadores de la violencia. Eso no ayudó a parar la violencia.
-Sharp se opuso al mall en Valparaíso.
-Hay una especie de purismo en la autoridad. Que es decir: no vamos a permitir que el puerto se use para construir un mall. Yo estoy de acuerdo en que hay regular enormemente de que se no se destruya la ciudad en nombre del progreso, pero otra cosa es la inmovilidad: pensar que todo tiene que quedar para siempre. Las ciudades están vivas. Hay un culto al feísmo y a la pobreza. Quieren convertirlo en un museo pestilente. Son pocas las ciudades como Valparaíso que pueden tener un turismo patrimonial. Chile es un paisaje.
-¿Cómo ves la calidad del debate entre los candidatos presidenciales?
-Muy malo. Esta es una elección desangelada. Los debates han sido muy pobres, un conjunto de insultos, de sacarse cosas. Se observa una posición política muy desordenada.
-La izquierda más radical ha logrado presencia en la Convención…
-Hay una izquierda radical fuerte, que tiene dos almas: el PC y el Frente Amplio. El FA es un populismo de izquierda. Quieren acabar con el neoliberalismo, que se ha convertido en una palabra doctrinaria, vacía. El neoliberalismo es una lectura del capitalismo. Eso ya no se da en Chile, se dio en el último período de la dictadura.
-Luego está el PC, donde militaste. ¿El PC es un partido muy distinto al que conociste?
– El Partido Comunista ya no es el viejo PC, que es el partido donde yo milité; era un partido esquizofrénico, tenía una doctrina revolucionaria, soviética, a favor de la dictadura del proletariado; y una práctica reformista. Era el partido más morigerado de todos los partidos de la UP. Ese partido ya no existe desde el gran debate, por el cual yo me salí, que era la lucha armada. Cuando el PC adoptó una estrategia militar, yo renuncié. Ahora es un partido muy duro, de ultraizquierda.
-En la derecha y la centroizquierda ha habido descuelgues hacia candidatos de otro sector.
-En la centroizquierda hay un cedimiento frente a la ultraizquierda. Por último, la derecha está debilitada por sus propios errores y por un gobierno que ha sido muy malo. Nos enfrentamos a un panorama político que yo creo es el más fragmentado desde el regreso a la democracia en Chile.
-Puede ser más complicado aún, con la acusación constitucional contra Piñera.
-Es la filosofía del “todo vale”, no hay una preocupación por el fondo.
No quiero dramatizar, pero Chile va a pasar momentos muy duros, porque hoy la economía está drogada, con todos los bonos. Parte de eso había que hacerlo, pero el problema es que no te muestra los problemas subyacentes. A eso le sumas los retiros. Va a venir un período en el cual esas cosas se van a terminar. Aquí estamos viviendo con el vuelito de las políticas económicas severas que hizo Chile durante muchos años, que nos permitió tener reservas frente a las crisis cíclicas de la economía mundial. Hoy no: estamos muy al desnudo. Vamos a empezar a vivir con más pobreza, y quienes van a pagar son los sectores vulnerables.
Vamos a una situación muy complicada en el país. Yo espero que retomemos el camino reformista, pero para eso tiene que haber una fuerza reformadora, y yo no la veo. No la veo ni en el discurso de la Yasna ni el de nadie.
-¿Pero Yasna es tu candidata?
-Yo voy a votar por Yasna, pero no me siento del todo representado.
-¿Y Boric?
-Por Boric jamás, jamás. Yo pertenezco a la izquierda democrática, a mí me costó mucho ser de la izquierda democrática. Lo pasé mal toda mi juventud luchando por la democracia. Yo pertenezco a una izquierda que se conjuga con las libertades individuales. Cualquier aventura hacia una izquierda que ponga el acento solo en la igualdad y no en la libertad, no me siento cómodo.