-Se cumplen dos semanas de segunda vuelta y las encuestas dan ventaja a Gabriel Boric. ¿A quién has visto más ágil o conectado con los problemas reales del país?
–Boric esperaba ganar, pero llegó segundo. Su discurso el día de los resultados era el de alguien descolocado. Sin embargo, emprendió rápido un gran giro retórico, que yo espero que también sea de fondo. Ha tomado un rápido segundo aire, aunque lleno de tensiones y contradicciones, por estar borrando con el codo lo que ayer escribió con la mano. Kast, por su parte, fue sorprendido por el triunfo y se ha quedado más pasmado, con menos despliegue territorial y mucha negociación de apoyos arriba, que uno no sabe cuánto pesan abajo.
-Boric sufrió un traspiés con el cuarto retiro: lo apoyó pese los consejos de sus asesores y luego fracasó en la Cámara.
–El tema del cuarto retiro lo retrata: subió a su equipo a un grupo de economistas de primer nivel, todos de acuerdo en el daño brutal de la medida, y luego los humilla haciendo campaña y show con el retiro.
-La izquierda critica a José Antonio Kast y lo trata de ultraderechista. A Boric por su parte lo acusan sus adversarios de comunista. ¿Es un empate a muerte, como escribiste en La Tercera?
-Yo creo que el empate a muerte viene de antes. Es parte de la cultura política de la transición y de la mentalidad binominal. Por alguna razón todas las últimas elecciones han sido resumidas en el plano de la opinión pública a un “Pinochet o Chávez”. Las élites de izquierda y derecha tendemos a alienarnos en esas abstracciones, dejando muy poco espacio a discutir problemas concretos. La política se moraliza al extremo, y lo único que escuchamos son anatemas y excomuniones. Y da la impresión de que la mayoría del país está chata de ese circo, aunque siempre termine más o menos atrapada en él.
-¿Qué efectos tiene esta polarización?
-Hoy el mayor peligro es sistémico, es un desfonde del sistema político completo, mucho más que los cucos de izquierda o derecha. La élite enajenada en sus fantasías moralistas no ve que, si no logra conectar en serio con la realidad material de la mayoría del país y ofrecer reformas ordenadas, la demagogia va a tirar el mantel completo. Y ahí van a estar todos llorando después. Necesitamos una tregua de élites para avanzar hacia un nuevo pacto entre clases.
-Mario Desbordes dice que si gana Boric será su presidente, aunque estará en la oposición, pero la izquierda no hará lo mismo respecto de Kast. No lo va a reconocer y le negará la sal y el agua. ¿La oposición no da garantías de respetar el resultado si le es adverso?
–La izquierda chilena es de una arrogancia extrema. La democracia les gusta hasta que pierden, porque sienten que sólo ellos tienen credenciales democráticas, intelectuales y morales para conducir el país. Y cuando ganan, cometen abusos que jamás aceptarían en el adversario. Un ejemplo son Bassa, Stingo y Loncón: facciosos y avasalladores, sin porte republicano, barras bravas de ellos mismos. Soy un convencido de que el crecimiento de Kast tiene mucho que ver con una reacción frente a esa petulancia. Lamentablemente, toda identidad por oposición es mimética, por lo que el discurso radical que va emergiendo en la derecha va copiando los mismos vicios de la vereda de al frente.
-Un elemento de la elección es el tema generacional. Al parecer los jóvenes tienden a votar por Boric y menos por Kast. ¿De qué manera este aspecto etáreo será relevante el 19 de diciembre?
-Carlos Peña acertó bien al señalar que la crisis de octubre tenía un fuerte componente generacional. Sin embargo, hay muchas más cosas en el 18-O. Pero el octubrismo, esa ideología cínica del cambio violento y qué tanto, sí que es marcadamente juvenil. Es una disposición irresponsable, lírica y violenta, muy seductora para jóvenes que están un escalón educacional por encima de sus padres, y que los miran con desdén por lo mismo, pero que no han tenido la experiencia de crisis políticas ni económicas de real envergadura.
-¿Cómo describirías a esta generación?
–Es una generación muy huérfana de sentido, a la que no hemos sido capaces de desafiar a grandes cosas a nivel del espíritu. La generación anterior, que los corrompió, se entregó a un cierto cinismo materialista y egoísta. Esa actitud también es comprensible en gente cansada de la violencia absurda y las épicas agobiantes de la Guerra Fría. Pero lo que le heredaron a los hijos, con la mejor de las intenciones, fue un gran vacío. Es como en “Los Demonios” de Dostoievsky.
-¿Cómo se puede superar esta crisis?
-A Chile le hace falta una reforma del espíritu, además y más allá de las reformas sociales. Y es el desafío más difícil que tenemos. Claramente estamos en la búsqueda, y eso explica un poco los embelesos indigenistas, la popularidad del revisionismo histórico y el crecimiento del ecologismo profundo. Pero apenas rasguñamos superficies todavía. En parte porque la academia, las iglesias y los partidos, los espacios donde estas reformas tradicionalmente han brotado, están todos en el suelo.
-¿Cómo evalúas el papel de Parisi en esta segunda vuelta?
–Parisi debe ser tomado muy en serio. Es la espada de Damocles del sistema político chileno. Es lo que vendrá con fuerza incontrolable si es que la clase política no es capaz de forjar acuerdos transversales de reforma social orientados a consolidar nuestras clases medias. Es el héroe de perfil demagógico que la gente esperará que corte con su espada el nudo ciego apretado por la polarización. El tercer lugar de Parisi es una amenaza que pesa sobre cada uno de los actuales jugadores y partidos políticos: el tiempo se les acaba.
-¿Cuáles son los puntos débiles de Kast y de Boric?
-Sus puntos débiles principales son la élite polarizada que empuja y rodea sus candidaturas, apretando el nudo ciego del empate a muerte. El desafío titánico de ambos es lograr tender puentes de acuerdo con el otro para salvar la república del naufragio demagógico. Pero eso es difícil si cada uno de los bandos está convencido de que la principal amenaza para la república es la existencia misma del adversario.
-En tus últimas columnas, has apelado a cierta mirada cristiana de ver al adversario. ¿Por qué?
–He llamado a las personas a rezar por el bien de Chile y asistir a los servicios religiosos. Muchos se burlan de esto, pero a mí me parece importante: si no logramos amar, ver y escuchar a nuestros enemigos, si no buscamos ahora la fuerza para conseguirlo, yo le veo muy poco futuro a Chile. O, más bien, le veo un futuro triste y oscuro, que parirá una generación gris y derrotada, desencantada de todo y consumida por la corrupción, la pobreza y el deseo de arrancar apenas se pueda hacia algún país desarrollado.
Por Marcelo Soto
Ex- Ante