Luna Tavares-Fenner nació con un lunar negro que cubría su nariz y párpados. La afección se conoce como nevo melanocítico congénito y afecta al uno por ciento de los bebés.
Los lunares de este tipo tienden a crecer a medida que lo hace quien lo porta. Aquellos con esta condición tienen un leve riesgo de desarrollar cáncer de piel.
Carolina, la madre de Luna, ha pasado más de dos años llevando a su hija con un especialista en el norte de Europa, donde la menor ha recibido terapia fotodinámica, un procedimiento que aún no está disponible en Estados Unidos.
El lunar se eliminó gracias a seis operaciones de injerto de piel y tratamientos con inyecciones en la piel de un medicamento que descompuso el tejido. «Luna sigue recuperándose de su última cirugía y ahora tenemos que ser pacientes y esperar a que caiga la costra», señala un post de Instagram sobre la historia de Luna.
Este no ha sido un proceso fácil para la pequeña, quien ha sufrido infecciones a lo largo del camino y ha vivido todo el tratamiento con vendajes que cubren su cara.
«Luna tuvo otra cirugía en su ceja porque había señales de infección», dice un post. «Se supone que sería algo pequeño, pero [al] médico no le gustaba el ‘aspecto’ y decidió hacer un nuevo injerto”.
Carolina, originaria de Brasil y ahora ciudadana estadounidense, llevará a su hija a casa para someterse a una cirugía estética el próximo año.
«Luna ya ha comenzado a hablar y ella misma dice: ‘Mi mancha negra se ha ido. Soy una princesa’», compartió a East2West News el médico de Luna, Pavel Popov, un especialista en láser y cáncer con 20 años de experiencia en su campo, en los que ha realizado más de 1,000 cirugías.
Luna lleva sus muñecas a cada cita con el médico: “Me pide que les trate la cara”, comentó Popov, quien atiende en Krasnodar, Rusia. «Pongo una curita en la cara de la muñeca».
Los padres de Luna recaudaron decenas de miles de dólares para sus cirugías y recibieron una importante donación de una persona rusa anónima, lo que llamaron un «milagro».