Cristian Warnken: “Demonizar a alguien por votar distinto es un acto de matonaje”

Las columnas de Cristian Warnken suelen generar ruido, pero la última de ellas superó casi todos los registros. Titulada “No me sumo” y publicada el jueves en El Mercurio, en ella reconoció que no apoyaría a ningún bando y provocó una ola de felicitaciones y furiosas críticas. “Estamos rodeados de inquisidores que dejan poco espacio para pensar”, dice el escritor y conductor del programa “Desde el jardín”, de radio Pauta.

-En tu columna del jueves, escribiste sobe la necesidad de no sumarse a la bandada. ¿Te sentiste presionado a votar de cierta manera?

-Me parece que el derecho a votar por quien uno quiera (incluyendo la posibilidad del nulo y el blanco) es y debe ser defendido en democracia con fuerza. Demonizar a alguien por votar por distinto que la mayoría de un grupo considera la correcta, es un acto de matonaje que tiene que ver con la tentación de la unanimidad. Dos peligros enfrentamos en nuestro tiempo: la asfixia de la unanimidad y la cultura de la cancelación. Las reacciones de algunos después de mi última columna (en que jamás llamé a votar por nadie) muestran que lo que decía en la columna no era una paranoia o una hipersensibilidad mías. Estamos rodeados de inquisidores que dejan poco espacio para pensar distinto, plantear matices y disidencias.

– “No me sumo. No firmo ni una carta de apoyo”, escribes. ¿Cuál es el valor de la duda y la disidencia en estos tiempos?

-Sin duda, campea el fanatismo y la intolerancia. El mismo Gabriel Boric ha dicho que -citando a Albert Camus- la duda debe seguirnos como nuestra propia sombra. Muchos de sus seguidores y adláteres debieran leer a Camus, intelectual que se enfrentó a una parte de la intelectualidad marxista francesa de la época y que fue “funado” y ridiculizado por hacerlo. Stingo, por ejemplo, debe urgentemente leer a Camus: me acusa en un video de “ultraderechista”, su estilo prepotente  es justamente lo que Boric reconoce como una de las causas de la adhesión que ha alcanzado Kast. Hay un hastío frente a esa prepotencia y superioridad moral que impiden la conversación razonada y el intercambio -con contenido- de puntos de vista distintos.

– El próximo presidente, por cierto, no tendrá mayoría en el parlamento y se verá obligado a transar. ¿La moderación de los candidatos en segunda vuelta y la reivindicación de los logros de la Concertación te dan esperanzas de un giro dialogante de quien sea el ganador del 19 de diciembre?

La izquierda radical, que se había sobregirado después del estallido, parece haber calibrado su discurso. ¿Será solo un discurso con fines electorales? Espero que no, aunque cuesta creer en esta conversión “express” y juicio positivo de la ex Concertación. La realidad de la primera vuelta produjo ese milagro. ¿Pero qué pasa si Boric gana por mucho margen: volverá a encenderse el delirio refundacional entre sus aliados? Eso me preocupa. Si gana, prefiero, por lo mismo, que sea ajustado. Es mejor el Boric 2 que el 1. Lo mismo con Kast. A él le ha costado mucho hablarle al centro y convocarlo, eso creo que ha sido un error político mayúsculo a la luz de los resultados de primera vuelta. Una victoria holgada suya, haría despertar a algunos de sus adherentes más radicales y también sobregirados. La única esperanza es que vuelva el espíritu de los acuerdos y un resultado estrecho favorecería eso…Si eso no es así, presagio un escenario muy difícil y autodestructivo para Chile.

-Si a un candidato lo acusan de comunista al otro de fascista. Sobre todo en redes sociales, la diferencia no parece permitida. ¿Vivimos momentos peligrosamente intolerantes?

-Sabemos que las redes sociales intoxican el diálogo y son un peligro para la democracia, pero la mayoría  de la élite sigue esclava de ellas. En vez de ser un avance civilizatorio -como se pensó que serán-nos han llevado a una regresión tribal. ¿Por qué seguimos atrapados dentro de ellas? ¿Por qué ella parece marcar la pauta de periodistas y políticos? Tenemos déficit de reflexión, vivimos dentro de una atmósfera envenenada de mentiras, ataques personales, visiones maniqueas, superficialidad y farándula.

-Más allá de quién triunfe, enfrentará una sociedad crispada, partida en dos, en la que será difícil llegar a acuerdos. ¿Qué tipo de liderazgo necesitará el presidente para navegar en esas aguas?

-Necesitamos un estadista que sepa que si ganó, ganó con votos prestados. Que sin acuerdos, el país no funcionará bien. Un político evolucionado, que no tenga como objetivo neutralizar a sus contendores, borrarlos del mapa, sino unir al país. Un Aylwin 2.0, tan citado en estos días, pero no sé si con  verdadera convicción.

-¿Ves un peligro en que el próximo gobierno, cualquiera sea el que gane, tenga una deriva populista o autoritaria?  ¿La democracia está en crisis?

-Confío en una cierta memoria institucional chilena profunda, en un cierto instinto de orden, pero es verdad que hemos tenido quiebres muy duros en nuestra historia, la revolución de 1891, el golpe de 1973.La irrelevancia de la centro izquierda me parece el hecho político más preocupante: es clave para una estabilidad democrática en Chile. Su irrelevancia actual dejó un hoyo negro en la política que pueden llenar los populismos de uno y otro signo. No sé cuánto demorará la reconstrucción de ese sector, o si desaparecerá subsumido en esta nueva izquierda, que de “nueva” no tiene mucho, porque hay mucho de retórica revolucionaria muy vieja y apolillada travestida de juventud. La crisis de nuestra democracia es también una crisis reflexiva, vivimos tiempo de indigencia espiritual (en el sentido amplio) y cultural.

Por Marcelo Soto

Ex Ante

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