Arrestos, palizas y oraciones clandestinas: así es la persecución contra los cristianos en la India

Mesh Lal Chanchal, uno de los líderes locales del partido BJP, quien ataca activamente a los grupos cristianos, afuera de su casa en Bilawar Kalan, India, el 9 de febrero de 2021. (Atul Loke para The New York Times)

INDORE, India — Los cristianos iban a la mitad de un himno cuando la muchedumbre abrió la puerta a patadas.

Luego, una multitud de hombres vestidos con ropa color azafrán entró en tropel. Estos saltaron a escena y empezaron a gritar consignas supremacistas hindúes. Después los hombres golpearon a los pastores en la cabeza y lanzaron al suelo a las mujeres, lo que hizo que los aterrados niños se metieran debajo de sus sillas.

“No dejaban de golpearnos y jalarnos el pelo”, afirmó Manish David, uno de los pastores que fue atacado. “Gritaban ‘¿Qué hacen aquí? ¿Qué canciones están cantando? ¿Qué intentan hacer?’”.

El asalto tuvo lugar la mañana del 26 de enero en el centro cristiano Satprakashan Sanchar Kendra de la ciudad de Indore, India. Pronto llegó la policía, pero los oficiales no tocaron a los agresores, sino que arrestaron y encarcelaron a los pastores y a otras personas mayores de la iglesia. Acusaron a los cristianos de transgredir una ley que acababa de entrar en vigor contra quienes promueven la conversión religiosa, la normativa reproduce al menos una docena de otras medidas que han provocado el aumento de la violencia colectiva contra los cristianos indios en todo el país.

David aseveró que no estaba convirtiendo a nadie. Pero el ataque organizado contra su iglesia fue producto de una histeria anticristiana cada vez mayor que se está extendiendo por este enorme país, que, con más de 30 millones de adeptos, alberga a una de las comunidades cristianas más antiguas y grandes de Asia.

Los grupos anticristianos están arrasando las aldeas, irrumpiendo en las iglesias, quemando la literatura cristiana, asaltando las escuelas y agrediendo a los feligreses. Según revelan los documentos del gobierno y docenas de entrevistas, en muchos casos, reciben la ayuda de la policía y de los integrantes del partido gobernante de India. En una iglesia tras otra, se ha vuelto peligroso el simple hecho de llevar a cabo servicios religiosos pese a la protección constitucional otorgada a la libertad de culto.

Muchos extremistas hindúes justifican los ataques como una manera de evitar las conversiones religiosas. Para ellos, la posibilidad de que algunos indios, incluso una cantidad más o menos pequeña, cambien el hinduismo por el cristianismo amenaza su sueño de convertir a India en una nación hindú impoluta. Muchos cristianos se han asustado tanto que, para protegerse, se hacen pasar por hindúes.

En el muro de una casa de Bilawar Kalan, India, está colgado el calendario de reuniones para rezar, el 1° de abril de 2021. (Atul Loke para The New York Times)

En el muro de una casa de Bilawar Kalan, India, está colgado el calendario de reuniones para 0rar, el 1° de abril de 2021. (Atul Loke para The New York Times)

“No lo entiendo”, comentó Abhishek Ninama, un agricultor cristiano que observaba abatido una iglesia rural que fue destrozada este año. “¿Qué hacemos nosotros para que nos odien tanto?”.

La presión es mayor en el centro y el norte del país, donde tiene un firme control el partido gobernante del primer ministro Nerendra Modi y donde están incursionando los grupos cristianos evangélicos entre los hindúes de las castas más bajas, aunque de manera discreta. Los pastores celebran servicios clandestinos en las noches, llevan a cabo bautizos secretos, distribuyen biblias en forma de audiolibros que parecen radios de transistores con el fin de que los agricultores iletrados puedan escuchar en secreto lo que dicen las Santas Escrituras mientras aran sus tierras.

Desde que obtuvo su independencia en 1947, India ha sido el mayor experimento de la democracia en el mundo. En algunos momentos, la violencia colectiva, casi siempre por parte de los hindúes y los musulmanes, ha puesto a prueba su compromiso con el pluralismo religioso, pero es común que las autoridades intenten aplacarla, aunque, en ocasiones, con demasiada lentitud.

El tema de las conversiones del hinduismo al cristianismo es en particular delicado y ha trastornado al país durante varios años; incluso captó el interés de Jawaharlal Nehru, la persona que fungió por primera vez como primer ministro de ese país y quien defendió acaloradamente los ideales laicistas de India. En los últimos años, Modi y su partido nacionalista hindú han llevado a India a una derecha extrema y la han alejado de lo que muchos indios consideran los cimientos multiculturales que construyó Nehru. Los ataques en aumento contra los cristianos, quienes conforman cerca del dos por ciento de la población, son parte del cambio general de India, en donde las minorías se sienten cada vez menos seguras.

Modi se enfrenta a una creciente presión internacional para tranquilizar a sus partidarios y detener la persecución contra los musulmanes y los cristianos. La Comisión para la Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos, un organismo gubernamental, propuso que se añadiera a India a su lista roja de “violaciones serias a la libertad de culto”, una acusación que el gobierno de Modi negó tajantemente.

No obstante, las fuerzas anticristianas se fortalecen en todo el país cada día que pasa días y presentan muchos rostros, entre ellos un ejército de abogados y empleados de cuello blanco que interponen querellas legales contra las organizaciones cristianas. También fraguan devastadores boicots sociales contra los cristianos que se encuentran aislados en los poblados distantes. Según las amplias entrevistas, los nacionalistas hindúes han impedido que los cristianos tengan acceso a pozos comunitarios, les han prohibido que visiten hogares hindúes y los han marginado por creer en Jesucristo. El año pasado, impidieron que los habitantes cristianos de un pueblo se reunieran en Navidad.

“A los cristianos se les está reprimiendo, discriminando y persiguiendo cada vez más, como nunca había sucedido en India”, señaló Matias Perttula, el director de defensoría en el International Christian Concern, un importante grupo en contra de la persecución. “Y los agresores siempre andan libres”.

Para Dilip Chouhan, quien forma parte de la creciente red anticristiana, la sola mención de los cristianos le hace fruncir el ceño, como si estuviera comiéndose un limón.

“Estos ‘creyentes’”, comentó, usando el término de manera burlona, “prometen todo tipo de cosas: motocicletas, televisores, refrigeradores. Engañan a la gente”.

Chouhan vive en el estado de Madhya Pradesh, en el centro del país, el cual este año aprobó una ley en contra de la conversión que castiga con hasta diez años de cárcel a cualquier persona hallada culpable de realizar conversiones ilegales, mismas que no están definidas con precisión. Respaldados por esta ley, Chouhan, de 35 años, y muchos otros jóvenes nacionalistas hindúes han asaltado una serie de iglesias. Algunos de los ataques fueron transmitidos por televisión, incluyendo las imágenes de Chouhan irrumpiendo en una iglesia con una escopeta a la espalda.

Chouhan señaló que su grupo, el cual usa WhatsApp para planear los futuros ataques a los servicios religiosos, consta de 5000 miembros. El mismo pertenece a un conjunto de organizaciones de todo el país, entre las que se encuentran la Rashtriya Swayamsevak Sangh, o RSS, así como muchos miembros del Partido Popular Indio, o BJP, de Modi.

En los estados de Kerala y Goa, donde siempre han habido grandes comunidades cristianas, los cristianos se enfrentan a muchos menos actos de persecución, si es que los hay.

Sin embargo, en las zonas rurales apegadas a las tradiciones donde los cristianos son una pequeña minoría y la comunidad lo es todo, la presión es enorme. Hace poco, los residentes mayores de Bilawar Kalan, un pueblo ubicado en el estado de Madhya Pradesh, instituyeron una multa por el equivalente a 130 dólares para cualquier familia que permita que los cristianos entren a su casa. Al mismo tiempo, están intentando obligar a las pocas familias cristianas a convertirse al hinduismo con la amenaza de que, si no lo hacen, nadie se casará con sus hijos, asistirá a sus funerales ni les venderá nada en el mercado.

“Quieren eliminarnos de la sociedad”, comentó Sukh Lal Kumre, un agricultor cristiano andrajoso que estaba sentado sobre un tronco seco en un campo en las afueras del poblado.

Cuando se les preguntó sobre el boicot social, las personas mayores de Bilawar Kalan no se mostraron esquivas ni arrepentidas.

“Lo hacemos para obligarlos a regresar a la sociedad”, explicó Mesh Lal Chanchal, quien es también uno de los miembros principales del partido BJP en esa aldea. “Si no interviniéramos, para este momento ya habrían convertido toda esta zona al cristianismo”.

Luego de que India se independizó del Reino Unido, los líderes cristianos ayudaron a convencer a los forjadores de la Constitución de India de que incluyeran alguna protección a la libertad de culto, aun cuando los nacionalistas hindúes seguían intentando aprobar leyes en contra de la conversión. Cuando el debate llegó al Parlamento en 1955, Nehru, el emblemático primer ministro de India, se pronunció en contra de esas leyes y vaticinó proféticamente que “era muy factible que estas provocaran mucho hostigamiento”.

En las décadas posteriores, los nacionalistas hindúes intentaron restringir las conversiones. Los laicos dentro del Partido del Congreso al que pertenecía Nehru trataron de controlarlos. Unos cuantos estados, entre ellos Madhya Pradesh, donde desde hace mucho tiempo los nacionalistas hindúes han tenido un gran respaldo, aprobaron sus propias leyes contra la conversión, pero la puesta en vigor fue limitada e intermitente.

Todo eso cambió en 2014.

Modi llegó al poder por amplia mayoría. Parte de su atractivo fueron sus promesas de una reforma económica y una India con mayor poder en el ámbito internacional. Pero a muchos indios también les gustó que Modi tuviera raíces profundas en las organizaciones nacionalistas hindúes, como la RSS.

Hace unos cuantos años, después que las iglesias católicas de Nueva Delhi, la capital, fueron vandalizadas los líderes cristianos le suplicaron a Modi que les ayudara. De acuerdo con tres clérigos que, en diciembre de 2014, asistieron a una importante reunión en la residencia del primer ministro, Modi no mostró ningún interés, se burló de ellos y nunca habló de esos ataques.

“Se portó como un mafioso”, señaló Dominic Emmanuel, un antiguo funcionario de la Iglesia católica de Delhi que ahora vive en Viena.

Cuando le preguntaron sobre esta reunión, un vocero de Modi explicó que eran “acusaciones sin fundamento” e hizo referencia a un discurso en el que Modi dijo que “no permitiría que ningún grupo religioso, ya fuera de la mayoría o de la minoría, alentara el odio contra los demás” y que su gobierno “respetaría a todas las religiones por igual”.

En octubre, Modi se reunió con el papa Francisco en el Vaticano y lo invitó a visitar India. Algunos analistas consideraron que era un avance, pero otros lo calificaron como una maniobra premeditada para captar el voto de los católicos.

Emmanuel no cree que la visita del papa haga que las cosas cambien mucho. En los últimos meses, los ataques se han disparado y ya han llegado a Karnataka, un estado del sur. Los extremistas afirman que lo hacen con el fin de frenar las conversiones ilegales. Los líderes cristianos señalan que esto es solo una excusa para provocar a la muchedumbre.

“Así como hablan del terrorismo para atacar a los musulmanes, para atacar a los cristianos aluden a las conversiones”, comentó Emmanuel.

“Me preocupa y me entristece que en este hermoso país, con una cultura tan bella, donde hemos convivido durante siglos, esté ganando el mayoritarismo y que se ponga a pelear a las personas por cuestiones de religión”, añadió.

 

The New York Times

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