En 1973, Charlton Heston, famoso por estelarizar películas como ‘Ben Hur’, ‘Los 10 mandamientos’ o ‘El Cid’, fue el protagonista de un filme que muestra un mundo distópico en la Nueva York del año… 2022. Titulada ‘Soylent Green’, conocida en países hispanohablantes como ‘Cuando el destino nos alcance’, esa película de hace casi 50 años muestra elementos que hoy son de una contemporaneidad punzante.
George Bass lo comenta en The Washington Post y traza curiosos paralelismos al respecto.
‘Cuando el destino nos alcance’, basada en la novela ‘Make Room! Make Room!’ de Harry Harrison, plantea un mundo afectado por un desastre ecológico, con temperaturas muy elevadas, ciudades sobrepobladas y hacinadas y recursos extremadamente limitados con un gobierno autoritario y represivo, con elites privilegiadas y grandes masas de población en la precariedad.
Mucho de ello, podría decirse, en efecto ya sucede, y ya sucedía al momento es que se escribió el libro y se rodó la película. Pero Bass plantea en el Post cinco cuestiones que tienen paralelismos curiosos entre el mundo de ficción de 2022 imaginado hace cinco décadas y el mundo de 2002 real de hoy.
Alimento sintético
La gran revelación de la película es que el alimento sintético que constituía una parte clave de la dieta de la población ante la escasez y alto precio de productos frescos, una suerte de galleta verde, tenía entre sus ingredientes los cuerpos de las personas fallecidas, que eran reaprovechados para alimentar al resto. Eso ciertamente no ha sucedido así, pero el concepto de alimento sintético, llamado en el filme ‘Soylent Green’, ya se aplica en la actualidad con cantidad de preparados proteínicos que, sea en forma líquida o sólida, son actualmente comercializados y consumidos, aunque no se trate de un producto que sea muy accesible ni parte de la dieta básica.
Y, curiosamente, una empresa de ese sector eligió llamarse Soylent, como la corporación opresiva de la película, y vende alimentos en forma líquida, en barra o polvo ricos en proteínas vegetales.
Sobrepoblación
La ciudad de Nueva York en el filme está abrumada por la sobrepoblación, el desempleo y el crimen. Las cosas, afortunadamente, no han llegado en esa urbe a los extremos mostrados en la película y, en realidad, el crimen ha descendido notoriamente desde la década de 1970 y la población, aunque muy numerosa, en realidad no se ha incrementado de modo explosivo desde entonces. Según datos de Macrotrends, en 1973 vivían en el área metropolitana de Nueva York 16 millones de personas, cifra que en la actualidad es poco menos de 19 millones.
Según Bass, un aspecto en el que la película es más similar a la realidad es en la cuantiosa presencia de personas indigentes en las calles neoyorquinas en contraste con el esplendor y el derroche en el que viven los superricos. La desigualdad es punzante en la realidad y en la ficción.
Cambio climático
El mundo de ‘Cuando el destino nos alcance’ está devastado por el calentamiento global y la contaminación, lo que resulta, ahora más que entonces, una clara advertencia sobre lo que se avecina sobre el planeta de mantenerse las emisiones de dióxido de carbono y el alza de las temperaturas. Personajes en la película añoran con desolación el tiempo en que la Tierra presentaba un tiempo moderado, con estaciones diferentes y con muchos más recursos y bellezas.
Lo que se plantea en la película aún no ha sucedido a escala global, aunque en varias áreas del planeta se registran con creciente frecuenta e intensidad desastres naturales y desajustes que plantean que el destino podría también alcanzarnos pronto. La película es en sí un alegato contra la devastación ecológica, una llamada de alerta que hoy es de una actualidad y urgencia mayúsculas.
Muerte asistida
Para quien ya no desea vivir, en el mundo del filme se ofrecen servicios de muerte asistida y la gente puede expirar tranquilamente mientras ve, por ejemplo, una suerte de películas de las maravillas naturales que se perdieron. Luego, su cuerpo pasa a ser masa para galletas verdes.
La eutanasia y la muerte asistida son fenómenos que provocan una fuerte controversia y son consideradas crímenes en muchos países, pero en algunos se ha legalizado ya el suicidio asistido -Austria, Canadá, España, Holanda y Suiza, entre ellos- y en Estados Unidos también es legal en los estados de California, Colorado, Hawaii, Montana, Maine, Nueva Jersey, Nuevo México, Oregon, Vermont, Washington y en el Distrito Columbia. Ello es aplicable en casos de personas que se encuentran desahuciadas y tienen la lucidez para decidir por sí mismas.
Ciertamente, los restos de las personas que deciden morir de esa forma no son luego consumidos en galletas verdes pero sí se ha registrado, comenta Bass, una suerte de «turismo de la muerte» en la que personas viajan a Suiza, que tendría una regulación abierta en la materia y no tiene mínimo de edad o requerimientos de un diagnóstico terminal, para recibir esos letales servicios.
Tiempo de pantalla
Como remate, Bass comenta que las élites de ‘Cuando el destino nos alcance’ tenían a su disposición videojuegos para pasar el tiempo mientras, afuera, el mundo ardía y las masas se devoraban a sí mismas.
Ciertamente el mundo actual no se encuentra en esa situación apocalíptica de la película, pero la industria de los videojuegos es hoy inmensa y muy extendida, alcanzando consumidores que van mucho más allá que los millonarios de Nueva York en ‘Soylent Green’. Y algunos ya proponen la vida en “metaversos” donde una existencia digital se plantea como una alternativa, ¿o un sustituto, un escape?, de la realidad.
En todo caso, para quienes ya experimentan los rigores de desastres meteorológicos, pobreza y opresión la realidad resulta mucho más severa que la ficción, y las advertencias sobre los desastres que podrían suceder de no mitigarse el cambio climático son rudas y es imperativo atenderlas.
Por Jesús Del Toro