En una icónica escena de «Parque Jurásico» de Steven Spielberg, el filántropo millonario John Hammond y un séquito de científicos encuentran un mosquito fosilizado en ámbar. El hallazgo sirve para extraer el ADN de los dinosaurios conservado intacto por más de 65 millones de años.
Claro que aquella es una película de ciencia ficción. «De hecho, no puedes extraer ADN preservado en ámbar», le dice María Alejandra Perotti, profesora de biología de invertebrados en la Universidad de Reading, Inglaterra.
Pero eso no significa que la técnica en sí no sea factible. Es lo que precisamente ha logrado Perotti, quien como Hammond pudo extraer ADN, pero no con dinosaurios y mosquitos, sino con humanos antiguos y piojos.
Perotti, una argentina que lleva casi 20 años trabajando en Inglaterra, estudia la importancia científica e histórica entre invertebrados (más especícamente piojos) y humanos para responder una de las interrogantes que todos nos hemos hecho: de dónde venimos.
Pero lleva el tema a un plano más regional: ¿cómo se pobló Sudamérica?
Un grupo de científicos de cinco universidades coordinado por ella descubrieron que el «cemento» que utilizan los piojos para adherir sus liendres (huevos) al cabello de las personas resultó ser una fuente de información genética «de muy buena calidad» de momias de hasta 2.000 años encontradas y preservadas en San Juan, Argentina, cerca de la cordillera de los Andes.
A diferencia de los humanos modernos, nuestros antepasados no tenían métodos eficaces para librarse de los piojos, que podían causar verdaderas infestaciones en el cuero cabelludo y la ropa.
La hembra depositaba los huevos y estos se adherían con inusitada eficacia a su hospedador de tal manera que incluso en algunos casos han permanecido en ellos por milenios.
Los piojos podían resultar molesto para sus antiguos hospedadores, pero para científicos como Perotti, que estas muestran hayan permanecido intactas por tanto tiempo son buenas noticias.
Sabiendo que es posible estudiar la historia evolutiva de los humanos a través de estos insectos, se dispuso a buscar muestras de restos humanos que contuviesen cabello.
«Sí, es un poco como Jurassic Park«, le dice Perotti a BBC Mundo. «Claro que la película es ficticia, pero hacemos la analogía porque el objetivo es el mismo: caracterizar al hospedador a través de un parásito con una sustancia producida por el mismo parásito».
El ADN humano encontrado en estas muestras resultó ser de muy buena calidad, tanto como el que se puede extraer de los dientes y el hueso petroso que se ubica detrás del oído.
Gracias a ello, los científicos van descubriendo más detalles de las poblaciones antiguas de Sudamérica y estas momias, como las rutas de migración en el continente, el sexo y hasta posibles causas de muerte.
«Es muy interesante», le dice Perotti a BBC Mundo. «Los piojos siempre me llamaron la atención porque viven muy cerca del hospedador y actúan como un espejo. Los empecé a utilizar para interpretar lo que le había ocurrido al hospedador».
«Gracias a ellos podemos estudiar miles de años de historia. Son un espejo de la historia evolutiva».
Un reflejo de antiguos humanos
Hay dos subespecies de piojo que afectan al humano, el Pediculus humanus: el corporis (de cuerpo) y el capitis (de la cabeza).
Hace miles de años, el corporis se adaptó para pasar a vivir de la epidermis a la ropa cuando los humanos antiguos empezaron a cubrirse con pieles y telas.
Ya de por sí esta es una demostración de cómo el piojo humano ha evolucionado a la par de sus hospedadores.
Perotti conocía esta relación y empezó a investigar en colecciones antiguas guardadas en museos de historia natural para estudiar la historia de nuestros antepasados a partir de parásitos.
En el proyecto se incluyen a la Universidad de Reading (Inglaterra), el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford (Inglaterra), la Universidad de Bangor (Gales) y la Universidad Nacional de San Juan (Argentina). En 2016 involucraron a científicos de la Universidad de Copenhague para hacer análisis de ADN humano.
Los resultados fueron publicados en la revista especializada Molecular Biology and Evolution.
«Yo buscaba desde hace tiempo muestras de poblaciones indígenas originales de Sudamérica. Investigué más hasta tener acceso a colecciones de restos humanos que contenían cabello».
Estas muestras fueron unas momias preservadas en Argentina, además de otros restos humanos, con distintas fechas de entre 1.300 y 2.000 años halladas en las cuevas de Calingasta, en la provincia de San Juan. Para el análisis, el equipo extrajo no más de seis liendres por momia.
Extraer ADN de muestras tan antiguas no resulta fácil, y en ocasiones se considera hasta polémico, especialmente en las muestras en buen estado de conservación.
Normalmente el material genético se extrae de los dientes o del hueso petroso, lo que implica a su vez su destrucción.
La muestra también tiene que tener ciertos requisitos y estar en buen estado. No siempre es posible, y en ocasiones el material está destruido o es parcial.
Con el estudio de los piojos, los científicos vieron que se ahorraban varios de esos inconvenientes y además preservaban las muestras para estudios posteriores.
La idea original era extraer el ADN humano desde los mismos piojos conservados.
Pero se llevaron una sorpresa cuando descubrieron que en el «envoltorio» que cubría a la liendre había atrapado ADN humano no solo era «de muy alta calidad», sino que también estaba muy bien protegido gracias a las características químicas propias del pegamento, tal como explica Mikkel Winther Pedersen, de la Universidad de Copenhague.
«Una vez que el huevo se pegaba al cabello, este inmediatamente absorbía las células de la piel, probablemente provenientes del cuero cabelludo», dice. «Lo interesante aquí es que (el material) quedó protegido de la degradación.
«Todo se degrada, incluyéndome. Desaparecemos con el tiempo. Y sin embargo, aquí tenemos estas muestras», enfatiza.
Rutas de migración y enfermedades
¿Qué encontraron los científicos?
Una de las momias, la de 2.000 años, era de un individuo que provenía del norte del Amazonas. Esto lo saben porque el ADN extraído coincide con los de otras poblaciones indígenas analizadas anteriormente provenientes de las zonas sur de Colombia y Venezuela.
Las otras, en cambio, más recientes (entre 1.300 y 1.500 años), no tienen las mismas características genéticas, por lo que su origen es diferente: de la Patagonia, desde el sur.
Todo esto revela que hubo un gran movimiento migratorio en la región hace miles de años. Los que venían del norte pudieron haber tomado una ruta por el este, impulsados probablemente por cambios climáticos, como sequías. «Pero no sabíamos que habían llegado tan al sur», confiesa Perotti.
Estas rutas habían sido sugeridas años atrás a través de estudios antropológicos que no involucraban la genética. Pero los hallazgos hechos con ADN pueden dar más pistas de cómo los humanos se distribuyeron en el continente hace milenios.
Los científicos creen también que los individuos llegaron a experimentar mucho frío y que esto pudo haber sido la causa de muerte.
Esto lo saben porque en ambientes con temperaturas mucho más bajas las liendres están más cerca del cuero cabelludo, donde hay más calor.
Como el pegamento de la liendre atrapa todo lo que rodea, no solo ADN humano, los científicos también hallaron material genético que no era ni del piojo ni del hospedador. Se trata de la evidencia lás temprana de polimavirus de células de Merkel.
Descubierto en Estados Unidos en 2008, se sospecha que este virus causa la mayoría de los casos de carcinoma de células de Merkel, una forma rara pero agresiva de cáncer de piel. Los expertos sospechan ahora que quizás los piojos tuvieron algo que ver con el esparcimiento de este virus.
Para comprobar sus hallazgos, el equipo también analizó el ADN de los mismos piojos, y lo que encontraron fue que tenía el mismo patrón de migración que el de sus hospedadores.
«Hay mucho interés desde Europa, desde Estados Unidos y hasta de Asia por conocer la historia de América del Sur», añade Perotti.
«Sudamérica recibió las últimas migraciones de los humanos anatómicamente modernos. Sobre el ser humano se ha estudiado en todas partes del mundo, pero falta foco y estudios más precisos para saber qué ocurrió en América del Sur».
«Para mí, que soy de Latinoamérica, es un orgullo haber sacado esta investigación», concluye.