El abogado, profesor de Relaciones Internacionales de la U. de Chile y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, José Rodríguez Elizondo, sostiene que algunas propuestas de la Convención pueden terminar debilitando al Estado. “Los historiadores dirán que hoy creamos las condiciones para que Chile deje de ser esa ‘larga y angosta faja de tierra’ de los manuales escolares, para convertirse en una faja cortita y angosta”, comenta.
-En la comisión sobre Sistema Político, 16 convencionales, entre ellos la expresidenta Elisa Loncón, presentaron una iniciativa sobre Estado Plurinacional. ¿Cuál es su postura respecto a esta definición?
-No he visto una definición razonable del tema, pero creo que en su origen no está el Estado español de las autonomías, sino el modelo teorizado por el exvicepresidente boliviano Alvaro Linera y constitucionalizado por el expresidente Evo Morales. Por cierto, el Estado plurinacional de Bolivia tiene una base real, en cuanto refleja la hegemonía demográfica de sus pueblos originarios. Otro tema es que sea funcional al poder político democrático.
-¿No sería un modelo para Chile?
-Importarlo desde un Chile con larga tradición democrática, mayoritariamente mestizo e inserto -nos guste o no- en la cultura occidental, me parece una extravagancia. Si el tema no tuviera un complejo mar de fondo, me atrevería a decir que estamos ante “un gustito” ideológico: el de reescribir nuestra historia para convertirla en una “historia más justa” respecto al pueblo mapuche… y, por extensión, respecto a otros pueblos o etnias, que incluyen hasta un sector de afrodescendientes. Para ese efecto, les estaríamos dando el estatus de naciones paralelas con la chilena y ésta se autoconstituiría en su deudora histórica. Es decir, estaríamos yendo mucho más allá del reconocimiento postergado y de la reparación de los abusos infligidos.
-La misma iniciativa también incorpora la Libre Determinación de los Pueblos Indígenas. ¿Qué implicancias puede tener?
-Si unimos “el principio de la plurinacionalidad” con la autodeterminación de las naciones por nacer y con una prognosis de eventos imprevisibles, la conclusión puede ser una dinámica del poder que impulse hacia el separatismo. Entonces, los historiadores dirán que hoy creamos las condiciones para que Chile deje de ser esa “larga y angosta faja de tierra” de los manuales escolares, para convertirse en una faja cortita y angosta. Un fenómeno que, usualmente, es el efecto de las guerras internas o internacionales. Por lo señalado, creo que la única refundación necesaria en Chile es la de sus partidos políticos, para que pueda darse una democracia que privilegie el interés nacional.
-¿Cree que estas definiciones debilitan al Estado unitario?
-Basta conocer la historia propia y comparada para temerlo. En nuestro caso, la excepcionalidad chilensis consiste en que ese debilitamiento sería una decisión propia y “libre” del Chile unitario. Ello me hace recordar esa ironía brutal de Brecht respecto a ese tipo de libertad. “Soy libre, dijo el esclavo y se cortó un pie”.
-Varios convencionales aluden al caso boliviano como un ejemplo en el tema indígena. ¿Qué lecciones deja la experiencia andina?
-Cada caso es cada caso. Ya dije que la plurinacionalidad boliviana descansa sobre una base demográfica real. Pero, otro tema es que sea funcional a una democracia moderna y sirva como modelo para otros. Dudo, incluso, que fortalezca el potencial de la propia Bolivia, especialmente en lo diplomático y estratégico. En una realidad global en la cual todavía domina el Estado-nación, no es un formato aceptable. La mejor prueba se dio en diciembre pasado, cuando Morales trató de montar en el Cusco una gran convención de dirigentes originarios, para crear Runasur, en el marco de una “América Plurinacional”. Por distintas vías, históricos diplomáticos peruanos rechazaron categóricamente ese evento. Captaron, al toque, que lo que se pretendía era que el pueblo aymara ocupara litoral peruano y luego se autodeterminara incorporándolo soberanamente a Bolivia. Ello violaba el tratado de 1929, que garantiza la contigüidad geográfica entre Chile y el Perú. Asombrosamente, aquí ni cuenta nos dimos de que eso estaba sucediendo.
– Gabriel Boric ha dicho que tiene cercanía ideológica con Álvaro García Linera, teórico marxista, exguerrillero, quien fue vicepresidente y estratega de Evo Morales. ¿Qué le parece esta influencia?
-El presidente electo es libre de tener los amigos y los influencers que desee. Como presunto analista, yo sólo puedo comentar que, según la realpolitik, los países no tienen amigos sino intereses
-La futura canciller Antonia Urrejola, experta en DD.HH., ha sido crítica de los regímenes de Venezuela y Nicaragua. ¿Qué expectativas le produce su nombramiento?
-Me parece claro que el límite de los reconocimientos sigue siendo Cuba. Mejor dicho, la leyenda de su revolución. En todo caso me alegra ese avance en el realismo político internacional y le deseo mucho éxito en su gestión. Está en el interés del Chile unitario en el cual estamos viviendo… aún.
-¿Cuáles son los riesgos geopolíticos de Chile en el escenario que recibirá el nuevo gobierno?
-En cuanto país vencedor de una guerra internacional, Chile tiene una configuración geopolítica complicada. Por eso, la buena relación con sus tres vecinos y sus tratados de límites son de importancia estratégica. Pero, la dinámica y el momentum de esas relaciones, nos enseña que los tratados no bastan para mantener la cordialidad. En los últimos años hemos sido demandados dos veces por distintos gobiernos vecinos. Morales, siendo presidente, constitucionalizó el desconocimiento del tratado de 1904, proclamó la recuperación de Antofagasta y, desde su internacionalismo beligerante, dijo que “Chile es el Israel de América”.
Sinópticamente, hoy tenemos problemas de plataforma extendida y otros con Argentina. Bolivia no se ha resignado al fallo adverso de La Haya. El presidente peruano Pedro Castillo pide “mar para Bolivia” y apoyó la aventura de Runasur. Desde Venezuela Nicolas Maduro nos amenaza con un “huracán bolivariano” y disfruta con los graves problemas que nos produce la multitudinaria llegada de venezolanos.
Lo menos que puedo decir es que éste no es el mejor momento para debilitar las bases de nuestro Estado nacional.
Marcelo Soto
Ex Ante