Cepillín, el payaso adorado que llegó a ser una mina de oro y acabó en la decadencia

Hay algunas veces que el éxito y la fama acaban pasando factura muy alta. Ese fue el triste caso de Ricardo González, universalmente conocido como Cepillín, quien comenzó su carrera en su natal Monterrey, se convirtió en un ídolo (y una marca registrada) en los 70 y para mediados de la década siguiente tenía que luchar por trabajar, perdió gran parte de su fortuna y no se pudo recuperar nunca del todo.

Muchos somos los que coincidimos en pensar que la historia del ascenso a la fama de Cepillín es digna de una película o una serie (también sus hijos lo piensan, desde luego y aún en vida de él ya estaban pensando en una propuesta para una bioserie de esas que están muy de moda), porque se siente casi irreal, como un cuento, una aventura, de esas que él solía narrar en su programa de TV (que se transmitió en Televisa hace 45 años y todavía se siente relevante, no vetusto o caduco, como otros programas de la época).

Antes de ser ‘El Payasito de la Tele’, Ricardo González era odontólogo, y como a los niños por alguna razón inexplicable usualmente les causa pánico, terror y angustia tener que visitar al dentista, tuvo la ocurrencia de pintarse la cara de payaso para atender a sus pacientes más pequeños (personalmente, yo tengo dudas al respecto de la lógica de tal dinámica, porque si hay algo a lo que un gran número de niños le tiene fobia, es a los payasos, más que a los dentistas, y ahora imaginen una mezcla de los dos: trauma infantil seguro, ¿no? Pero pues le funcionó, sorprendentemente); pronto se corrió la voz, aumentó su clientela y él acabó saliendo en la televisión regional.

No pasaría mucho tiempo antes de que el muchacho flaco y escuálido de treinta años con melenita disco y una joven esposa del brazo, llegara a la capital a convertirse en una auténtica mina de oro para empresarios con visión como Emilio ‘El Tigre’ Azcárraga Milmo, el impresor de revistas Anuar Maccise, los dueños de la cadena de jugueterías Ara (ya extintas) y los concesionarios en México de la marca de caramelos Tootsie Pop.

Ustedes dirán, ¿qué tendrán que ver esos tiburonzotes de la industria con el payasito? Pues mucho: todos ellos fueron instrumentales para convertir a Cepillín en un auténtico fenómeno de popularidad que, en su momento, hasta a Chespirito y ‘El Chavo del 8’ le hizo sombra (de hecho, cuenta Carlos ‘Kiko’ Villagrán, que a Roberto Gómez Bolaños no le gustaba nada Cepillín y que lo consideraba vulgar y no competencia, lo que a la larga resultó ser cierto) por algún tiempo.

Y es que entre 1977 y 1980, Cepillín estaba en todas partes de una manera sin precedentes: había cómics de Cepillín, cuadernos de colorear, obviamente discos LP —todo aquel que creció en los 70 u 80 recuerda perfectamente aquella canción de ‘La Feria de Cepillín’, que debe escucharse con mucho cuidado, porque el sonsonete y la voz en falsete se pueden quedar grabados en la cabeza de uno por días enteros—, juegos de mesa, muñecos (tanto de plástico ‘pirata’, como figuras de fino vinil autorizadas), golosinas, galletas, trompos, baleros, balones, disfraces y un larguísimo etcétera.

Lo que es más, podría decirse que, después de John Travolta -en ese entonces en la cúspide de la fama por los estrenos casi simultáneos en México de ‘Fiebre del sábado por la noche’ y ‘Vaselina’ con Olivia Newton John- Cepillín era el hombre que más paredes adornó en casas por toda la república. Sin embargo, la fama no está hecha (ya sea para bien o para mal) para durar y después de un famoso rifirrafe con Azcárraga, que desencadenó la caída de la gracia de los hacedores de dinero, y la decadencia larga, larga, larguísima, de Cepillín, que pagó muy cara su fama y sus deseos de ser independiente.

Ya hacia el final de su vida, en marzo de 2021, la fortuna del cómico, que había invertido en producciones, en su propio disco y en otros emprendimientos que no prosperaron, se había menguado y trabajaba mucho en una etapa de su vida en la que debería estar disfrutando de la tranquilidad del retiro; así se prestaba a todo tipo de proyectos, hasta el ‘Tenorio Cómico’ permanente; pero no era lo mismo: ahora había un aura de tristeza y desesperación en el payaso y eso atrofiaba la magia anterior que con tanta chispa había tenido.

El 27 de febrero de 2021, fue hospitalizado debido a un dolor de espalda que requirió de una cirugía en la columna; ocho días después su familia informó que lo habían intubado y puesto en coma inducido a consecuencia de complicaciones con la intervención, durante la cuál se le detectó cáncer en metástasis. Fue así que el 8 de marzo de 2021 su familia informó públicamente su fallecimiento a consecuencia de las complicaciones en su recuperación.

Queda su legado: los juguetes y discos originales de Cepillín se cotizan muy caros en Internet, considerados como objetos de colección.

Ricardo Gonzalez Jr. steps away from the casket as he pays his last respects to his father Ricardo Gonzales Gutierrez, the legendary clown known as Cepilli­n, or Ricardo Gonzalez Jr. en el funeral de su padre, el 9 de marzo de 2021. (AP Photo/Marco Ugarte)

Sus hijos, Roberto, Aydée y Ricardo (que se ha presentado como ‘Cepillín Jr.’ son, junto con su única esposa, Aidée, quien se casó con él en 1976, los guardianes de esa leyenda que fue el icónico comediante, y aunque tienen muchos planes al respecto, entre la crisis por la pandemia y otros retrasos, han tenido que posponerlos, pero sin duda piensan seguir esta tradición y ¿por qué no? Quizá devolverla al esplendor que alguna vez tuvo, para las nuevas generaciones.

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Por Miguel Cane

Portada: Cepillín en un evento de TV Azteca en 2019. (Photo by Medios y Media/Getty Images)

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