El sociólogo Eugenio Tironi cree que uno de los peligros del texto constitucional es que deje espacios abiertos para ser usados con fines antidemocráticos. Además, cree que la prueba de fuego es contar con el respaldo de la derecha. “Si no lo tiene, no gana el Apruebo”.
-Escribiste una columna donde planteas que tal como van las cosas en la Convención una futura Constitución podría ser usada por un gobierno de ultraderecha para formar un régimen autoritario. ¿Crees que es un riesgo, a partir de las normas que se están aprobando?
-Es una visión futura o distópica, que siempre hay que tener presente cuando se hacen diseños tan ambiciosos. Pero efectivamente estos regímenes iliberales como el de Hungría o el de Turquía, han empleado este tipo de normas, a veces muy bien intencionadas, para establecer regímenes autoritarios que son impecablemente democráticos entre comillas.
El control de la magistratura, el control de los medios de comunicación con el pretexto del combate a las fake news, la protección de las identidades de los pueblos, etc. todo eso puede ser manipulado. Y como los contrapesos del poder son débiles, la mayoría política puedo pasar leyes a destajo y contener a la oposición.
-¿Piensas que pasamos de una ola izquierdista a una de derecha?
-Sí, todas las señales dicen eso. Y ese peligro autoritario no está suficientemente presente en la reflexión de la Convención. La reflexión de la Convención se quedó pegada a un mundo que ya se fue, que era el mundo de octubre del 19. Ahora estamos en el mundo del hard power, de la guerra de Rusia en Ucrania.
Entonces, creo que respecto de muchas de las normas que hoy se están preparando y discutiendo, hay que hacer un doble click y una actualización.
-Lo que pasó ayer, sin embargo, es que algunas de las normas que había que moderar o mejorar, como dijo Lagos, no fue tan así.
-Le recomendaría a las y los convencionales que saquen de su biblioteca a Schmitt y su noción de enemigo y vuelvan a Gramsci y su noción de hegemonía, de conquistar el alma de la ciudadanía, en vez de buscar rivales a derrotar.
En todo caso todavía no cuelgo los guantes. Lo que se aprobó ayer no fue lo más radical. Hubo una mitigación del consejo de justicia y se avanzó a una definición de estado social y de derechos. El problema es que estas cosas están al nivel de los principios y después hay que concretizarlas a través de la ley.
Esa suerte de materializar los principios va a estar en manos de un Congreso más corrido a la derecha, que va a tener los recursos para meter mano, porque la Constitución tiene pocos candados. El Parlamento podrá hacerla letra muerta, corregirla, rectificarla. Eso debería llevar a los convencionales a pensar: “qué tal si nos ponemos de acuerdo en menos cosas, pero las articulamos bien”. Y blindarlas ante una ofensiva iliberal que es lo que viene en el mundo futuro.
-Estás más pesimista, antes hablabas de una épica del cambio personificado en Boric…
-Me gusta que cambiemos el eje, que se incorpore la dimensión ecológica, feminista, de pueblos originarios, una democracia más basada en territorios. Pero creo que hay que tener en cuenta esta otra dimensión, que no sean normas que queden en la retórica y que puedan ser utilizadas por fuerzas que quieren instaurar un régimen autoritario.
Esto es lo que pasó después de la Revolución Francesa, las normas revolucionarias fueron utilizadas por la Restauración. Y ojo que la propia Constitución del 80 fue empleada por la Concertación. Entonces, la Convención debería cuidarse de ese peligro, ponerlas en un escenario futuro, para ver si resiste el cañonazo de una fuerza iliberal. Ese ejercicio falta. Están demasiado embriagados por las buenas intenciones. Las constituciones tienen que ser pensadas para blindarnos de las malas intenciones.
-Hay también un tema físico, de estrés, de cansancio. ¿Se puede hacer un buen texto con tanto apuro y, como reconocen algunos convencionales, mal clima interno?
-A mí me habría encantado que se dieran más tiempo y más atribuciones a la comisión de armonización pera tener un texto más armónico, y que sea capaz de conseguir el respaldo de una parte de la derecha.
Reconozco que se está viendo difícil, no hay mucho ambiente para eso. La prueba de fuego es contar, en lo esencial, con el respaldo de la derecha. Si no lo tiene, no gana el Apruebo. La razón por la cual la mayoría votó a favor de la Constitución es porque pensó que era un mecanismo para producir un reencuentro. Si la Convención no consigue ese propósito va a provocar el Rechazo.
-Respecto del papel de Boric, se pensaba que podía tener liderazgo, ¿quizá no ha sido muy escuchado?
-Está difícil la Convención, porque entró en una dinámica soberanista, con la idea de que sus funciones tienen un carácter sagrado, que no puede estar contaminada con llamadas telefónicas ni conversaciones, ni opiniones ni críticas externas. Incluso han ignorado las iniciativas populares de ley: solamente se les prestó atención a aquellas que empatizaban con sus ideas prevalecientes, pero no a las que tenían ideas contrarias.
Eso ha hecho que la Convención sea muy impermeable a los propósitos planteados por el Presidente. Boric ha sido clarísimo cuando dice “yo quiero que el texto y el plebiscito sean un punto de encuentro y no de polarización”. Eso qué significa: que incorporen a la derecha a la mayoría. Ese es el nombre de la canción.
Ciertamente, hasta ahora la Convención no solo ha hecho oídos sordos, sino que ha hecho sorna de las críticas de Boric y Lagos. Como este convencional Daza respecto al ex presidente Lagos, que dijo que sus críticas eran porque quiere mantener la dieta, o sea una cosa indigna para una persona que tiene un puesto público como el señor Daza.
-La tercera vía es algo que se ha conversado. ¿Te parece una buena idea que hay que explorar?
-Tengo la impresión de que no hay espacio para otras salidas. Vamos hacia un plebiscito del 4 de septiembre, donde cualquiera sea el resultado va a ser muy estrecho. Por lo tanto el propósito de hacer de la Convención un rito para producir un encuentro va a quedar en deuda. Hay que abrir una nueva oportunidad para esa meta y eso ya a ocurrió en el post plebiscito.
Si gana el Apruebo va a haber que acordar un enorme paquete de leyes que den sentido operacional a la nueva constitución. El Congreso actual va a tener la responsabilidad de llegar a los acuerdos que la Convención no consiguió.
Si gana el Rechazo con mayor razón va a haber que imaginar un proceso que consiga en un plazo breve contar con un texto que deba ser plebiscitado. Y que aprendiendo de los errores de la Convención permita conseguir un apoyo muy mayoritario, como fue la reforma del 89.
Por Marcelo Soto
Ex Ante