Pedro Rodríguez Rojas, académico sociología. Universidad Central región Coquimbo.
Pocos personajes en la historia de la humanidad se han hechos tan controversiales como el marinero que, por desgracia o por fortuna, le correspondió iniciar el proceso de colonización en el continente americano. Hasta hace pocos años predominaba en la historiografía mundial el ideal heroico del descubridor, el hombre que trajo la civilización a América. Un quijote que transformó el mundo, sin tener él mismo conciencia de lo que había hecho.
Pero también ha surgido una historiografía adversa, la del ambicioso marino que solo buscaba ampliar los intereses económicos del mejor postor europeo, iniciador de la colonización y el genocidio sobre el territorio americano. Y es que es difícil negar ambas apreciaciones, de quienes lo acusan o quienes lo glorifican. Hay verdades indiscutibles, y la comprensión de su vida – ayer y hoy – está llena de pasiones, su accionar ha sido evaluado de múltiples formas: para algunos la colonización fue la llegada de la civilización, y de no haber sido por los españoles, poco tiempo después hubiésemos sido colonizados por otra nación, quizás con más capacidad de exterminio que ésta. Para otros, la pretensión de abolir a un pueblo y su cultura, el sometimiento a la esclavitud no puede tener ninguna justificación ni perdón.
Pero lo extraño es que este hombre murió sin saber que había, no descubierto, sino dado a conocer a los europeos que existía otra geografía, otros hombres. Paradójicamente, después de la independencia, a pesar de la lucha acérrima de nuestros republicanos contra el coloniaje, desde los primeros movimientos independentista, enarbolaron la bandera de honrar al navegante que abrió la colonización, dándole el nombre de Colombia a esta región. Y así lo plantearon Francisco de Miranda y Simón Bolívar, que no fueron los primeros ni tampoco los últimos.
Y hoy mientras algunos le siguen rindiendo homenaje al almirante Colón cada 12 de octubre, mal llamado día de la raza o descubrimiento, otros tumban sus estatuas como símbolo de emancipación, pero en ambas actitudes predomina aún la ignorancia, la comodidad o la simple rebeldía. Mientras en los procesos históricos los hombres y las circunstancias sigan siendo vistos como si se tratara del guion de una película, donde solamente hay buenos y malos, la comprensión de la historia seguirá siendo mediatizada y no alcanzaremos a comprender el papel que algunos de sus protagonistas han tenido que jugar en ella, ateniéndose al contexto.
Colón como muchos de nuestra historia no fue motivado en su hazaña por simples razones altruistas, pero tampoco puede ser visto el proceso de colonización como el plan malévolo de alguien que, en la práctica, logró gozar y obtener pocos beneficios, salvo el hecho de que su nombre sea imborrable en la historia de la humanidad: para idolatrarle o aborrecerle.