Lo que ocurre en Estados Unidos no deja de sorprender. Un ex Presidente es fichado con el número de preso PO1135809, evento que se produce en su fugaz paso por el sistema carcelario de la potencia del Norte. Así, Donald Trump se convierte en el primer mandatario en ejercicio o ex Presidente de dicho país con esa categoría. Los cargos son de envergadura: violación de la ley estatal contra la delincuencia organizada, presiones sobre funcionarios públicos para que faltaran a sus obligaciones y conspiración para falsificar documentos.
El señalado no es el único caso judicial que hace comparecer ante la Justicia a Donald Trump, están también los que lo involucran como culpable de un delito de agresión sexual; el presunto intento de comprar el silencio de una actriz porno; imputación por llevarse documentos clasificados a su residencia privada de Mar-a-Lago y por los sucesos que rodearon el asalto al Capitolio por parte de sus seguidores, tras perder las elecciones presidenciales ante Joe Biden.
El ex Presidente estadounidense ha reaccionado con desparpajo ante las acusaciones, incluida la que lo ha llevado a ser fichado. Se consigna, incluso, que estos hechos lo fortalecen en su disputa en las primarias que debe efectuar el Partido Republicano para designar a su candidato presidencial.
Surge la pregunta de ¿hasta qué grado ha llegado la captura de dicho partido por parte de Trump y cuáles son las razones para ello? En verdad, cuesta encontrarlas. Toda organización política con principios sólidos debiera sentirse afectada si alguno de sus miembros recibe acusaciones de la envergadura de las señaladas y es procesado por ello. Más aún cuando la misma persona ya los llevó a un fracaso electoral al no ser reelegido Presidente en las pasadas elecciones. En ello incidió, sin lugar a dudas, el estilo –en cuanto a sus dichos y conductas- con que condujo al país mientras estuvo a cargo de la primera magistratura.
El Partido Republicano es el mismo del cual formó parte el ex Presidente Richard Nixon, quien, en su segundo periodo, luego de su reelección, enfrentó el Watergate, que finalmente le costó la presidencia de EE.UU. En esa ocasión dicha organización política percibió la gravedad de lo acontecido y Nixon debió asumir su responsabilidad. Es legítima la pregunta que surge, de hasta dónde se han debilitado los principios que informan la conducta del mencionado partido.
Edgardo Riveros
Académico U.Central y ex subsecretario RR.EE.