Ferretería Bianchi de Caldera: Con el sello, prestigio de la tradición y calidad de sus productos

Facebook
Twitter
WhatsApp

El apellido Bianchi llegó a Caldera casi a fines del siglo XIX, probablemente, alrededor de 1894, cuando procedente de la Bella Italia arribó don Humberto Bianchi Locatelli, literalmente con lo puesto, pero con unas ganas enormes de ganarle a la vida en este apartado y abandonado rincón del planeta.

“Mi abuelo llegó a la casa de una hermana suya, la misma que el primer día lo hizo dormir debajo del mostrador del almacén porque en ese tiempo no tenía dónde alojarse. Con el transcurso del tiempo, su hermana emigró a Santiago y le vendió el negocio a mi abuelo. En realidad, el almacén era una verdadera ´pulpería´porque vendía de todo: vestuario, calzado, abarrotes, ferretería y otros rubros”, recuerda hoy su nieto Emilio Bianchi Falchi, nacido en Santiago el 17 de abril de 1954, pero calderino hasta los huesos. “Mi madre -que ya tenía otras tres hijas. presentaba problemas para el parto, así es que decidió que lo más seguro era atenderse en la capital y, por esa razón, nací allá, pero al mes ya estábamos de regreso en Caldera”, acota sobre su lugar de nacimiento.

La historia del abuelo Humberto prosiguió con un viaje a su tierra natal, donde casualmente conoció a quien sería su futura esposa, a la sazón, la abuela de Emilio Bianchi Falchi, retornando a Chile, para echar raíces definitivas, procreando una familia con siete u ocho hijos.

En 1970, cuando falleció el abuelo Humberto, su hijo Emilio Bianchi Vitali asumió las riendas del establecimiento, pero reduciéndolo solo al rubro de la “mercería”, como se le conocía en aquellos años. Nueve años más tarde, hace lo propio Emilio Bianchi Falchi, igualmente tras el deceso de su progenitor, una época complicada para el entonces joven estudiante de Construcción Civil que cursaba su último año de carrera. “Como mi padre falleció en octubre, yo dije ´lo atiendo estos meses y en marzo lo liquido´, pero ya ve, aquí me tiene por casi 44 años detrás de este mostrador”, señaló, agregando que igual logró titularse como constructor civil.

La ferretería de la familia Bianchi es, sin lugar a dudas, toda una tradición en este rubro para los porteños, por su larga data y, sobre todo, por la buena y esmerada atención de su  propio dueño que ha permanecido detrás del mismo mesón desde que tenía 13 años, cuando en las épocas veraniegas ayudaba a su abuelo y posteriormente a su propio padre. Se podría decir que no hay calderino que no haya entrado alguna vez a comprar en este local ferretero que mantiene abiertas sus puertas de lunes a viernes, (09:00 a 13:30 y de 15:30 a 19:30 horas) y con el más amplio surtido de productos, lo que constituye todo un mérito en el mundo del comercio actual donde los mall y las grandes cadenas del retail “mataron” el pequeño comercio local a lo largo y ancho de nuestro país. El local de Emilio Bianchi trabaja con sus dos hijos Emilio y Sebastian Bianchi y Wladimir Delgado.

“El calderino antiguo continúa siendo nuestro cliente fiel, porque nos conoce desde que nacimos hasta el día de hoy, aunque ya van quedando pocos”, destaca, aunque al mismo tiempo, reconoce que las ventas han estado bastante deprimidas últimamente. “Ha bajado por la misma situación que vive el país, la gente está un poco temerosa y cuida su platita, algo muy diferente al boom que vivimos con los retiros del 10 por ciento de las AFP. Ahora se nota una relentización en las ventas, esperemos que pase luego esta crisis”, apuntó esperanzado.

Finalmente, a modo de mensaje, Emilio Bianchi recomienda que todo emprendedor debe ser constante y perseverante en su esfuerzo, teniendo abiertas las puertas todos los días, demostrando ser responsable con el cliente que es quien mantiene al comerciante. “El cliente es el rey y cuando entra uno a mi local yo le pongo alfombra roja”, grafica con elocuencia este descendiente de italiano que, curiosamente, nunca aprendió a “parlare” la lengua de sus antepasados.

 

error: Contenido protegido!!!