MARIO DÍAZ VARGAS: “EL PORRONCITO” DE VALLENAR

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Hace noventa y dos años nació (9-4-1930) en la Oficina Salitrera “Santa Luisa” de Taltal don Mario Díaz Vargas. Fueron sus padres don Roberto Díaz y la señora Ramona Vargas. “Usted sabe cómo eran las cosas antes, todo se hacía de otra forma, así es que me inscribieron como nacido en 1931… pero yo soy del treinta”, aclara.

Luego que sus padres se separaran, su madre decidió venirse a Vallenar, trayendo en sus brazos al pequeño Mario que, por entonces, solo tenía 6 años de edad.

Sus estudios primarios los realizó en la Escuela N° 3, la famosa “Universidad del Rio”, como la llamaban los antiguos vallenarinos. No pudo seguir el nivel de Humanidades, porque debió comenzar a trabajar a temprana edad. “En esos tiempos, no existían todavía los liceos en Vallenar, y eran muy pocos los que cumplían su enseñanza humanística, la mayoría de los cabros se metía altiro a trabajar”, agrega.

En lo laboral, recuerda que desde niño se dedicó al comercio, primero en forma ambulante: “Me iba a la estación, donde me subía a los trenes y allí vendía de todo: maletas, frutas, diarios, lo que fuera… hasta de lustrabotas trabajé”.

EL PORRONCITO

A pesar de sus noventa y dos años de edad, don Mario sigue aferrado hasta el día de hoy al comercio establecido, como medio de sustento. Su gestión empresarial comenzó allá por 1959, cuando abrió su primer negocio que llamó «El Apambichao» (en honor al pegajoso “Merengue Apambichao” de moda en esos años, popularizado por la Sonora Matancera), en la vereda norte de la intersección de las calles Marañón y Brasil, el cual funcionó hasta 1974.

Ese mismo año abrió las puertas de su emporio «El Porroncito» que, en un principio, estaba ubicado en calle Arturo Prat, a la altura del 1250 aproximadamente, donde actualmente se encuentra la Librería Álvarez, entre las calles Hospital (actual Juan Verdaguer) y Recova (Alonso de Ercilla).

En 1982, «El Porroncito» se cambió a la esquina de calle Juan Verdaguer con Arturo Prat, donde atendió hasta 1997, año en que se traslada a su actual ubicación, en calle Juan Verdaguer esquina Serrano.

¿Por qué El Porroncito?: “Había que buscar una forma ingeniosa de llamar la atención con la publicidad y empecé a escribir la pizarra de ofertas con faltas de ortografía y eso llamó la atención de la gente que comenzó a llegar primero por curiosidad y después por necesidad, porque en mi negocio hay de todo”, dice con orgullo, y no exagera cuando afirma aquello ya que tiene para la venta desde herraduras, chonchones, chupallas, alpargatas, trompos, emboques, charqui, semillas, canastos, guitarras, dulces y verduras, entre los rubros tan disímiles que ofrece. La gente mayor es su más fiel clientela, la misma que lo sigue desde hace décadas.

¿Cómo considera que lo ha tratado Vallenar, la tierra que usted tanto quiere?

“La gente ha sido cariñosa y respetuosa conmigo. Me saludan donde me encuentran, siguen viniendo a mi negocio, me dicen que escuchan las cosas que hablo en la radio, siempre tienen buena onda conmigo. Vallenar es mi tierra, el otro pueblo donde nací ya no existe, las salitreras ya no existen”.

¿Qué puede decir de la transformación que ha visto de Vallenar en sus noventa años?… ¿Cambió para bien o para mal?

“Depende del punto de vista con que se mire. Obvio que es mejor una ciudad con las calles pavimentadas que con tierra, todos los adelantos que hay son para bien, pero igual uno extraña los tiempos idos, porque las cosas antiguas tenían otro sabor: la gente era más humanitaria y había más amistad, porque no existía la politiquería que hoy nos tiene a todos divididos. Antes, todos éramos uno”, concluyó.

 

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