En Freirina, Homero Vega sigue la tradición mercantil que heredó de su padre

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Cuando visitamos la hermosa comuna de Freirina para indagar sobre almacenes antiguos y con tradición, fueron varios los vecinos que nos sugirieron considerar el local comercial de Homero Vega, ubicado en el antiguo y por ende histórico edificio ubicado en calle Rio de Janeiro esquina Condell, el mismo donde alguna vez funcionó un hotel y que más tarde fue una carnicería atendida por su propio dueño, don Exequiel Vega Zuleta.

Este inmueble hoy se encuentra en manos de su hijo Homero Omar Vega Rojas, nacido en Freirina el 18 de julio de 1956, quien dice haberlo heredado de su progenitor y que él, con recursos propios y mucho esfuerzo, le viene realizando una prolija restauración para mantenerlo en buen estado de conservación, al menos en sus habitaciones interiores.

“La gente no sabe, y no tiene por qué saberlo, que hay días de la semana que me quedo hasta las 3 o 4 de la mañana guardando y despostando las carnes para tenerlas lista para la venta al día siguiente. Nada se me ha dado gratis ni fácil, todo lo que tengo es producto de mi trabajo, de mi esfuerzo y perseverancia”, hace notar, para luego agregar que, a los siete años de edad ya le ayudaba a su padre en los ajetreos de la carnicería y así le fue gustando este oficio del comercio.

Consultado acerca de los vaivenes que pudo haber vivido su padre como comerciante en la época de la Unidad Popular, debido a la escasez de productos para vender, dice no recordar mucho, ya que en esa época estaba más dedicado a los estudios que cursaba en la Escuela Industrial de Vallenar. “Pero sí me acuerdo que se hacían colas para comprar, como en todas partes, porque faltaban muchos productos… había escasez”.

Actualmente, el local comercial de Homero ofrece diversos productos, desde abarrotes, carbón, lácteos, bebidas y carnes de pollo y vacuno, lo que invita al cliente a llegar hasta allí porque sabe que detrás de ese mostrador va a encontrar todo lo que necesita sin tener que caminar demás.

Renglón aparte merece la bien cuidada higiene y mantención del local, haciéndolo también acogedor al cliente con una pantalla de led en la muralla para distraerse mientras espera el turno de atención. “Yo aquí trabajo solo y reconozco que muchas veces se me hace pesado, porque hay que estar atento a muchas cosas, no todo es atender, también hay que comprar, ordenar, limpiar, colocar precios y para una persona sola es mucha pega, pero seguimos adelante, porque gracias al comercio he podido tener lo que he deseado”.

Omar también reconoce que no siempre hay que esperar ganancias. A veces, hay que ser solidarios y ser consciente de los tiempos difíciles que se viven. “Trato de vender barato para ayudar al bolsillo de mis clientes. Incluso, a veces me resulta cambio de plata por plata, pero yo sé que así atraigo a más gente”.

Aunque insistió que no fuéramos a difundirlo, cabe destacar su solidaridad con la gente más desposeída, con quien comparte los despuntes de las carnes. “Yo se las entrego a gente que no tiene para parar la olla y eso me hace feliz, porque tengo claro que la plata no es todo y cuando uno hace el bien, sin esperar nada a cambio, hay alguien desde arriba que mira eso”, concluyó.

 

 

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