Tres expertos analizan el fatídico siniestro que a la región y plantean su mirada sobre el proceso de reconstrucción y los aspectos a considerar para prevenir una catástrofe de la misma magnitud.
Más de 8 mil hectáreas entre las ciudades de Valparaíso, Viña del Mar y Quilpué fueron afectadas por uno de los mega incendios más catastróficos registrados en nuestro país dejando, en dos días, un considerable saldo de fallecidos y damnificados, consumiendo además alrededor de 15 mil viviendas.
Para los expertos son cifras que alarman principalmente por tratarse de una situación que ya había sido prevista y advertida por académicos nacionales e internacionales, dadas las complejas condiciones climáticas que se viven en Chile y el mundo.
Pero ¿qué ocurre ahora? Más allá de las ayudas estatales o las movilizaciones de miles de voluntarios y ONG, los expertos apuntan a la urgencia de establecer planes efectivos a la hora de reconstruir las zonas afectadas, asumir responsabilidades y la ejecución de políticas, estrategias y prácticas para minimizar vulnerabilidades y riesgos, evitando la generación de nuevos eventos de magnitudes similares.
“El desastre del incendio en la Región de Valparaíso, así como el de otras regiones recientemente afectadas como O’ Higgins y el Maule, ha puesto de manifiesto la crucial importancia de la gestión del riesgo de desastres”, asegura el director del Departamento de Construcción y Prevención de Riesgos de la Sede Viña del Mar de la Universidad Técnica Federico Santa María, Enrique Calderón.
Prevención efectiva
El ingeniero sostiene que lo más urgente es la identificación y evaluación de riesgos en las zonas afectadas una y otra vez por los incendios forestales donde, producto de una mala planificación urbana, terminan alcanzando viviendas y poblaciones enteras, como lo fue el caso de sectores como El Olivar, Villa Independencia en Viña del Mar, o Pompeya en Quilpué.
Calderón agrega que se hace necesaria una implementación de medidas estructurales y no estructurales para prevenir la ocurrencia de desastres o bien, reducir su impacto y llevar a cabo una gestión adecuada del uso del suelo, la creación de cortafuegos, la reforestación con especies menos inflamables, y la educación comunitaria sobre prácticas seguras de manejo del fuego.
El Dr. Gonzalo Severino, investigador en el Energy and Conversion Group (EC2G) de la USM explica que “en el caso de un incendio forestal que se propaga a una zona habitada, el oxígeno lo provee la atmósfera, la fuente de energía es el mismo incendio que se está propagando y el tercer componente es el combustible, constituido desgraciadamente por las viviendas y otras estructuras en la interfaz urbano-silvestre”.
Para Severino es fundamental un cambio de paradigma. Sostiene que hay que evitar que las viviendas se conviertan en un componente susceptible a esas condiciones, apuntando a la necesidad de que las casas sean diseñadas considerando materiales resistentes al calor, entre otras posibles medidas que puedan prevenir ignición en viviendas.
“Las municipalidades u otras entidades deben actuar en viviendas vulnerables con el fin de implementar medidas para asegurar que estas soporten el impacto energético de pavesas que podrían caer” y cita, como ejemplo, a Villa Botania, uno de los barrios en Quilpué que permaneció intacto durante los pasados incendios justamente gracias a cortafuegos que evitaron la propagación de las llamas a las casas entre otras medidas.
Un proceso doloroso
El académico del Departamento de Arquitectura de la USM, Nicolás Valenzuela Levi, PhD en Land Economy, quien fue convocado en 2013 por la Comisión Europea como parte de un grupo de tarea para la elaboración de un marco conjunto de recuperación post desastre junto a las Naciones Unidas y el Banco Mundial, afirma que “la reconstrucción es un proceso difícil y doloroso. Se debe tener una mirada crítica, pero a la vez cuidadosa respecto de las expectativas de resultados a corto y largo plazo”.
Recalca que el foco de cualquier proceso deben ser las personas. “Reconstruir la vida es el fin: un puente o una casa son medios para ese fin. La importancia de una obra crece en la medida en que ayuda a reconstruir la base material para que las personas salgan adelante por su cuenta. Esto es algo que a veces olvidan los ingenieros y los arquitectos. Por ejemplo, construir cientos de casas si la gente que las habita no tiene trabajo, no significará un impacto sostenible del uso de recursos públicos”.
Por último, el Dr. Valenzuela Levi explica que otros dos puntos a considerar en esta materia es la necesidad de un trabajo conjunto y con una perspectiva de Estado, intersectorial, multinivel y público-privada, insistiendo en que cualquier plan requiere involucrar tanto al gobierno como a las empresas.