El próximo 12 de mayo se celebrarán las elecciones para elegir el gobierno de Cataluña. Hace cuatro años, los partidos independentistas catalanes ganaron con el 52% de los votos y el 55% de los escaños. Se formó un gobierno independentista catalán con ERC y JUNTS con el apoyo de la CUP. Pero las diferentes estrategias ante la constante represión judicial española provocaron que ERC se quedara sola en el gobierno.
Pero estas elecciones catalanas se dan en una situación totalmente diferente, porque el resultado de las últimas elecciones españolas ha obligado el PSOE a pactar con JUNTS para que sus 7 votos contribuyeran a investir a Pedro Sánchez. Esto le ha obligado a aceptar una ley de amnistía con la que, próximamente, todos los perseguidos por la justicia española serán libres de cualquier acusación. Entre ellos, Carles Puigdemont, el presidente catalán que estaba en 2017 cuando se celebró el referendo de autodeterminación, que fue depuesto ilegalmente por el gobierno español y que se tuvo que exiliar a Bélgica para no ser encarcelado como venganza.
Al inicio de esta campaña electoral, el PSC (el PSOE catalán) lideraba las encuestas porque es el partido que acapara la mayoría del voto no-independentista. Un poco más atrás quedaban empatados los dos grandes partidos independentistas, ERC y JUNTS. Pero entonces Puigdemont anunció que se presentaba y que volvería triunfante a España para la investidura, con la protección de la amnistía que ha conseguido arrancarle a España. Esto plantea una situación de conflicto porque nadie sabe cómo actuaría la justicia española ante el enemigo número uno del nacionalismo español. Entonces la intención de voto empezó a decantarse del lado de JUNTS y a aproximarse de manera amenazadora a la del PSC.
Como Puigdemont suscita un gran miedo en España, porque representa la insubordinación ante el estado y porque no ha podido ser subyugado, al inicio de la campaña electoral, Pedro Sánchez sorprendió a todo el mundo con un malabarismo temerario e inquietante. Sin previo aviso, publicó una carta en las redes sociales anunciando que estaba muy molesto con la extrema derecha por una imputación de corrupción a su mujer. Y anunciaba que se daba cinco días para reflexionar si debía abandonar la presidencia por estos ataques inaceptables. Él, que siempre había respondido, ante las denuncias del independentismo de ser víctima de “lawfare” (guerra sucia judicial), que España es un estado de derecho. Pero ahora reconocía que sí se utiliza la justicia para atacar con “lawfare”.
El país quedó al borde del precipicio, esperando la decisión del mandatario. Al cabo de cinco días afirmó que continuaría y, aprovechando el estado de shock, intentó movilizar el voto de su partido con el propósito de enfrentar a la extrema derecha española. Con esta estrategia manipuladora, Sánchez consiguió que la intención de voto del PSC subiera más y no se dejara atrapar por Puigdemont.
Pero a medida que se acercan las elecciones, parece que esta tendencia de crecimiento del PSC se ha estancado y que el electorado independentista está concentrando su voto en Puigdemont. Veremos quién acaba ganando… De todas maneras, aunque Puigdemont no quede en primera posición, es posible que sea el único que pueda tener una mayoría para ser investido presidente de Cataluña. Surge una pregunta: ¿cómo reaccionará España ante una persona que ha perseguido visceralmente?
Por Jordi Oriola Folch
Barcelona, Cataluña