Juan Francisco Ortún
Periodista y académico U.Central
Terminan los Juegos Olímpicos París 2024 y como es habitual, vienen los balances. Una medalla de oro y una de plata es la cosecha de años de preparación de nuestros deportistas. Dos preseas y una gran cantidad de eliminados en primera ronda y en serie inicial.
Bien por Francisca y por Yasmani quienes pudieron subirse al podio de los mejores, pero con una gran diferencia con el resto: Una preparación con esfuerzo personal, con dineros de patrocinadores y llegando a la competición con un alto nivel de exigencia internacional.
Si la participación de nuestros representantes fue un éxito o un fracaso lo dirán los objetivos propuestos previo a la justa. ¿Todos los atletas fueron para ganar medallas o las federaciones respectivas sabían de antemano que con monstruos norteamericanos, europeos, asiáticos y africanos era imposible siquiera pasar una ronda?
Las explicaciones pueden ser muchas, pero la verdad es que nuestro deporte nunca ha sido una prioridad para el Estado. La educación física en las escuelas y liceos deja mucho que desear, con algunas excepciones, por cierto, pero las mínimas. De otra manera no se entiende cómo naciones mucho más pobres que la nuestra tengan deportistas que sí llegan a lo más alto de la cima.
Son irrisorias las cifras de dinero con que cuentan las distintas entidades para poder tener deportistas de nivel. Los implementos deportivos son escasos y de regular calidad y la nutrición, dista mucho de la de verdaderos competidores. Para qué hablar de la ausencia de veedores para descubrir talentos en diferentes regiones con tanta o más capacidad para llegar al éxito, pero que se pierden en el anonimato.
Esto debe cambiar sustancialmente si queremos competir de igual a igual con otros. Se debe invertir más en el deporte. Por ahora disfrutemos de los logros obtenidos y tengamos esperanza que en Los Ángeles 2028 todo sea diferente.