Edición y recopilación de Héctor Hernán Herrera
Por Arturo Volantines
El texto denominado: Prólogos y casi prólogos de Gabriela Mistral, editado y recopilado por el elquino, Héctor Hernán Herrera Vega es un libro de provincia: bien armado, bien editado, y, sobre todo, bien resuelto. Estamos acostumbrado, en la deficiente industria editorial de la región de Coquimbo, a esqueletos de deficitaria construcción y descuidados diseños. Aquí, el recopilador ha hecho un esfuerzo de pasar a un texto atractivo y luminoso que invita al mundo mistraliano.
Estos exordios son importantes en la obra de Gabriela Mistral. Algunos muy desconocidos como el dedicado a Pedro Moral Quemada. Resulta grato releer el dedicado a María Isabel Peralta, su coterránea. En fin, viene y sale de su tierra con su palabrería como la fruta del Elqui, que en el madurar exhala su dulzura.
En general, creo que los prólogos suelen ser engañadores o muy complacientes, especialmente en los libros de poesía y, particularmente, para quién lo ha pedido. Mi ranking es encabezado por Sabella, Neruda… Debe ser duro hacer estos prólogos o notas sobre textos por buena onda. Hay un poeta que me pidió y a muchos, que le hiciéramos una glosa elogiosa, pero no pude, lo que gané, su odiosidad. El otro día, lo vi en una foto, donde aparece envejecido y pelado: seguro que va a madurar; aunque ya no le va a crecer el pelo, comprenderá lo inútil de su solicitud.
Prólogos y casi prólogos de Hernán Herrera es una búsqueda provechosa. Gabriela Mistral realiza notas tangenciales, donde siempre toca temas paralelos o contextualizados de lo que trata. También, resulta importante este rescate: el recopilador va detrás de demostrar una visión nueva o diferenciada del espíritu de la poeta, alejado de los reiterados libros de los mamones de la insigne.Hay Gabriela Mistral para mucho. Es posible salirse de la farándula y la morbosidad de perpetrar en la vida de la poeta; es posible, como lo viene a demostrar Hernán Herrera: ir a los valles profundos de la obra de nuestra Premio Nobel, sin el afán mediático de querer pagar la deuda, —que la sociedad le debe— con monedas de cobre.