El cierre de año representa uno de los períodos de mayor exigencia financiera para las MiPymes chilenas. A los gastos habituales de operación se suman el pago de aguinaldos de Navidad y Año Nuevo, bonos, sueldos, compromisos con proveedores y obligaciones tributarias, generando una mayor presión sobre el flujo de caja justo cuando muchas empresas deben proyectar el inicio de un nuevo ciclo económico.
De acuerdo con cifras del sector, una parte relevante de las pequeñas y medianas empresas enfrenta brechas temporales de liquidez durante los últimos meses del año, no por una caída en la actividad, sino por la diferencia entre los plazos de pago y cobro. En Chile, la Ley N°21.131 de Pago a 30 Días, impulsada por el Ministerio de Economía, establece como regla general que las facturas deben pagarse en un plazo máximo de 30 días corridos desde su recepción; sin embargo, en la práctica, muchas mipymes señalan que este plazo no siempre se cumple, especialmente en su relación con grandes empresas, donde existe reticencia a exigir el pago oportuno por temor a afectar la relación comercial.
Incluso en casos de buen comportamiento de pago, los tiempos efectivos suelen extenderse, ya que antes de facturar deben cumplirse etapas como la emisión de órdenes de compra y la ejecución del servicio, lo que retrasa el inicio del plazo legal y termina llevando los cobros reales a 60 días o más.
Cierre de año y presión sobre el flujo de caja: una realidad recurrente
Este escenario lleva a muchas Mipymes a buscar mecanismos que les permitan cumplir oportunamente con sus trabajadores y proveedores sin afectar su estabilidad financiera. En períodos de alta concentración de pagos, la gestión de liquidez se vuelve un factor clave para reducir tensiones operativas y asegurar la continuidad del negocio.
“Para una mipyme, cumplir con el pago de aguinaldos y bonos no es solo una obligación legal, es también una señal de compromiso con sus equipos. Muchas veces el problema no es la falta de ingresos, sino que los recursos no están disponibles en el momento en que se necesitan”, explica Christian Real, CEO de CHITA.
En ese contexto, el factoring se utiliza como una herramienta de gestión financiera que permite a las empresas transformar sus facturas por cobrar en liquidez inmediata, sin recurrir a endeudamiento de largo plazo, facilitando la anticipación de ingresos y una administración más ordenada del flujo de caja en períodos de mayor exigencia financiera.
Esta mayor necesidad se refleja en el uso del instrumento durante diciembre: datos operativos de CHITA muestran que en diciembre de 2024 el número de clientes creció un 27% y las facturas operadas un 26% respecto del promedio anual, tendencia que se mantiene en 2025, con aumentos cercanos al 25% en clientes y 35% en facturas al comparar la primera quincena de diciembre con las primeras quincenas del resto del año.
El modelo se caracteriza por procesos ágiles (aprobación operaciones en 5 minutos en promedio y velocidad giro promedio de 1 hora cumplidos los requisitos de la operación), un enfoque centrado en la operación cotidiana de las mipymes y un acompañamiento orientado a la planificación financiera, elementos que resultan relevantes para sostener la continuidad del negocio y el cumplimiento oportuno de sus compromisos.
“Anticipar flujos y ordenar la caja permite enfrentar el cierre del año con mayor estabilidad y proyectar el inicio del siguiente período con mayor claridad”, agrega Real.
Más que un fenómeno estacional, el cierre de año vuelve a evidenciar que la liquidez es un elemento estructural para la sostenibilidad de las mipymes. Contar con herramientas de gestión financiera alineadas con el ritmo real de pagos y cobros no solo facilita el cumplimiento de aguinaldos y bonos, sino que contribuye a la continuidad operacional, al empleo y a una planificación más sólida para el año que comienza.









