Frente a las costas de Córcega (Francia), los yates de lujo han dado paso a los navíos de combate, 6.000 militares de seis países, entre los que se encuentra España, llevarán a cabo hasta principios de diciembre una simulación de batalla naval en el Mediterráneo.
Las maniobras Polaris 21, que comenzaron el 18 de noviembre y durarán hasta el 3 de diciembre, suponen un importante despliegue de seis países aliados: Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, España, Italia y Grecia. En total, 25 navíos y 65 aviones divididos en dos bandos se enfrentarán en el Mediterráneo occidental, de las costas francesas hasta el sur de Cerdeña (Italia) y las Islas Baleares (España). También hay dos barcos presentes en el océano Atlántico.
El ejercicio, organizado por la Marina francesa, «busca integrar el contexto internacional de hoy en día, marcado por las tensiones entre Estados», sobre todo frente a las costas sirias (en el Mediterráneo oriental) o en Bielorrusia (noreste de Europa), para «que la Marina y los ejércitos de mar y aire estén preparados para un conflicto de alta intensidad», explica el contraalmirante Emmanuel Slaars en el buque anfibio portahelicópteros francés Tonnerre, desde donde dirige las operaciones.
Acostumbrados por décadas de conflictos a luchas asimétricas contra unidades volátiles y móviles como los yihadistas, los países occidentales se preparan ahora para la vuelta a los enfrentamientos entre Estados, con combates entre fuerzas comparables a varios niveles: militar, diplomático, espacial, comercial, informático…
En Polaris 21, el gran desafío es «sincronizar» las intervenciones «bajo el agua, en la superficie y en el aire», integrando «interacciones con el medio espacial» a nivel «de la información», como las interferencias en el ciberespacio, las informaciones falsas capaces de perjudicar a una acción militar… Para el ejercicio se creó un «falso sistema tipo Twitter», afirma Slaars.
Las fuerzas participantes tienen también que tener en cuenta «las consignas dadas por el Consejo de Seguridad de la ONU».
– Capacidad de disuasión –
Portaaviones, cazas de combate, aviones de vigilancia, submarinos nucleares, fragatas, patrulleras… Se busca restituir «de forma realista» las condiciones de un combate.
En la zona del estado mayor, a bordo del portahelicópteros Tonnerre, la concentración de los oficiales es máxima, analizando cartas marinas, radares y otros documentos clasificados «secreto Defensa».
El ejército «rojo» que comanda el Tonnerre representa un país ficticio bautizado «Mercurio». La fuerza «azul», capitaneada por el portaaviones Charles de Gaulle, reúne a una coalición de aliados dirigida por Francia.
A la medianoche, tropas «rojas» abandonaron el Tonnerre a bordo de embarcaciones anfibios para entrar de incógnito en la ciudad de Porto Vecchio, en el sur de la isla francesa de Córcega, que han asaltado al alba.
Su objetivo es colocar «una batería de defensa tierra-aire» que complique «la maniobra del portaaviones Charles de Gaulle en el estrecho de Bonifacio», explica el comandante del ejército «rojo», Guillaume Tandonnet.
«Tenemos barcos del ejército azul cerca, quieren probarnos e intentar hundirnos, así que hay tensión», explica Tandonnet, a pesar de que se trata de un falso conflicto.
El ejercicio Polaris 21, más allá de probar las capacidades operacionales de los ejércitos, sirve para hacer «una demostración de que Francia y sus aliados buscan defender la libertad de navegación en el Mediterráneo», afirma el contraalmirante Slaars.
Una manera de demostrar al público y a las potencias enemigas «la capacidad de disuasión», confiesa a la AFP un oficial que participa de las maniobras.
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