El ex ministro y presidente de Imaginacción Consultores analiza el nuevo ciclo político que se inicia con el triunfo de Gabriel Boric y los enormes desafíos que enfrentará. “El modo en cómo el Presidente conduzca el gobierno en su primer tiempo será clave para su éxito y para el éxito de sus reformas”, sostiene en la siguiente entrevista.
Hay consenso que se abre un nuevo ciclo político. ¿Qué características tendrá?
Se ha abierto, ahora definitivamente, un nuevo ciclo político. Llegó a su fin el largo periodo en que los líderes de la transición estuvieron en la conducción de la política y del Estado. Cumplieron su cometido y ahora llegan otros tiempos. Hay que respetar profundamente el enorme significado de este cambio de folio. Pero no es sólo generacional este cambio de ciclo. También es sustantivo.
Chile ha vivido una prolongada crisis en estos últimos dos años. Partió como estallido social y siguió como pandemia. El país ha vivido todo este tiempo como un periodo extraordinario. Hay que mirar algunas lecciones hemos aprendido de este tiempo.
¿Cuáles son?
La principal es que tenemos una economía muy fuerte y una sociedad muy frágil, donde emergió una nueva clase media en estas décadas. Una clase media con iniciativa, con aspiraciones, pero frágil, cuya situación ha dependido casi exclusivamente del crecimiento. La economía resistió y la sociedad, en sus segmentos más vulnerables, se derrumbó. No hay desarrollo posible con estos grados de fragilidad social. Si la economía es fuerte y la sociedad es frágil, es claro que el nuevo acuerdo que viene, el gran pacto que debe venir es, por un lado, afianzar las fortalezas de nuestra economía y, por otro, avanzar gradualmente hacia un estado de bienestar, a nuestro modo, según nuestras reglas, las de Chile y sus habitantes. Obviamente, ello requerirá un nuevo pacto tributario y, a su vez, este pacto tendrá que convivir con una nueva agenda pro crecimiento.
La gran incógnita para muchos es qué tipo de gobierno hará Boric, si cumplirá sus promesas de moderación o se inclinará más hacia la izquierda. ¿Cuáles son sus expectativas y cuáles son los principales desafíos que el nuevo presidente tendrá que enfrentar?
El Presidente electo ya dio las señales de hacia dónde quiere avanzar. Lo hizo cuando era candidato en la segunda vuelta: ampliación de los derechos sociales como horizonte, con gradualidad, con acuerdo, respeto a los equilibrios macroeconómicos y con solvencia técnica. Subrayó una y otra vez que las fuerzas de su coalición no eran suficientes para estas transformaciones. Y dijo todavía más en su discurso en la noche de su triunfo, cuando aludió a que un Congreso más equilibrado es una oportunidad. Una oportunidad para los acuerdos. La gente confía en él, confía más probablemente que en los políticos. Hacía tiempo que la gente no confiaba en un político. Ello ayuda al Presidente electo, pero también ayuda al país. Una palabra más, como dice el dicho popular, que siempre nos repetía Clodomiro Almeyda, “Para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra cortita”. La escalera cortita es un año 2022 muy complejo, crecimiento bajo, por debajo del crecimiento potencial y a veces estrecho, estrechez fiscal, inflación y baja inversión.
El modo en cómo el Presidente conduzca el gobierno en su primer tiempo será clave para su éxito y para el éxito de sus reformas. Cuenta con un punto de partida muy relevante: la legitimidad que le otorga la cantidad de votos recibidos en esta elección. La responsabilidad fiscal, aunque duela, será una prueba de fuego para el próximo gobierno. De otro lado, la otra gran prueba será el modo cómo se restablece el orden público, gravemente quebrantado en este gobierno. Orden público y disciplina fiscal son los brazos que abrirán el espacio para las reformas que deben venir.
La señal inicial más importante que tiene que dar el Presidente electo es la designación de su gabinete. ¿A su modo de ver cuáles son los criterios que deberían primar? ¿Cuál debería ser el perfil del nuevo ministro de Hacienda y el nuevo ministro del Interior?
Difícil dar recetas al Presidente. Sólo un recuerdo. El Presidente Aylwin, presidente electo en ese entonces, designó con rapidez el nuevo gabinete, en tiempo de muchas incertidumbres. Probablemente, los ojos de los analistas, de los empresarios y del mercado, estarán puestos en el nuevo ministro de Hacienda. Lo mejor sería que ese lugar lo ocupe un o una economista profesional que cuente con un respaldo trasversal de sus pares. Hay muchas y muchos así entre los colaboradores, los adherentes y los votantes del Presidente electo. En cuanto al ministro del Interior lo clásico, lo conveniente es alguien que cuente con el respaldo del Presidente a todo evento y que pueda reportar a él con fluidez. Las relaciones del gobierno con la policía, que se ha visto dañada en este tiempo, es el punto clave del éxito. Buena relación entre el gobierno y la policía allanarán el terreno para la reforma policial urgente que se avecina.
Boric heredará un país con muchas fracturas y su elección despertó enormes expectativas, sobre todo porque las promesas de reformas son muy profundas y simultáneas. ¿Hasta qué punto eso conspira contra sus posibilidades de éxito?
Efectivamente, heredará un país con muchas fracturas y también con mucha gente que espera mucho de él. Tiene a su favor, sin embargo, que es el Presidente más votado de nuestra historia. Tiene, por tanto, fuerza propia para conducir al país por este estrecho sendero, entre reformas necesarias por construir en un país que emerge frágil después de este tiempo. Construcción de mayorías y de fuerzas propias del Presidente son la clave para salir de este tiempo difícil. Según he leído, las señales del Presidente electo van en esta dirección.
¿Cuál cree que debería ser el papel de la centroizquierda en el gobierno que se inicia en marzo?
La centroizquierda votó por Boric y por tanto tiene el deber de respaldarlo y ayudarlo en su éxito. Tiene sus propias ideas, su propia agenda y sus propias propuestas. Es una fuerza distinta del FA, pero ayudó al triunfo del Presidente electo y no puede ser neutral ante su éxito o fracaso. Por otro lado, la centroizquierda tiene sus propios problemas. Se ha visto disminuida, ha perdido peso político y no es ya la fuerza que gobernó el país y estabilizó la política chilena, reconstruirse a sí misma es el primero de sus deberes. Mirar de otro modo las obras de sus gobiernos, no para glorificarlos, sino para reconocerlos, no para repetirlos porque los países no tienen un futuro a sus espaldas.
El expresidente Lagos, en entrevista al diario El País, al ser preguntado si consideraba a Gabriel Boric un social demócrata respondió: “por sus obras los conoceréis”. ¿Usted comparte esa visión?
Creo que somos testigos de un esfuerzo del Presidente por gobernar dentro del campo de ideas, cultura y orientaciones que caracterizan a la socialdemocracia. No todos los que están con él piensan así. Veamos qué pasa.
Usted pertenece a la generación de los 60’, que también buscó hacer cambios muy profundos en la sociedad chilena y esa experiencia terminó en una tragedia. ¿Qué diferencias ven en la actual generación que va a gobernar y la suya?
Los tiempos son distintos. La generación de los 60 vivió en los tiempos de la guerra fría, de las creencias ciegas en las utopías, de las creencias ciegas también en el progreso continuo de la humanidad, como un movimiento inevitable. Con la toma de todas las universidades del país, nuestra generación iniciaba un largo camino, que pasó por el gobierno del Presidente Frei Montalva y el Presidente Salvador Allende, gobiernos transformadores que fueron la antesala de la crisis final y la dictadura. Nada de esto existe hoy. Todos, unos más que otros, buscan un capitalismo más equilibrado socialmente. Todos, unos más y otros menos, son maestros de las redes, de la informática, de la inteligencia artificial. Donde antes estaba la clase obrera, hoy las clases medias son las protagonistas, en su afán a veces tranquilo y a veces brusco por obtener accesos igualitarios a bienes de calidad. Las libertades personales, los derechos reproductivos, el matrimonio igualitario son parte del hábitat en el que vivimos.
¿Qué diferencia, qué similitud? Tal vez dirigentes estudiantiles que pusieron fin al viejo orden. Tal vez jóvenes políticos con ganas de gobernar, de desplazar a las generaciones que los precedían. Probablemente, sin embargo, la comparación será difícil, porque los sueños de esa generación se truncaron de pronto por un golpe brutal y por largos años oscuros. Ojalá mejore la política con ellos.
¿Cuáles son sus expectativas respecto de la Convención Constitucional tras la elección de Boric? ¿Cuáles son los factores que permitirían que llegara a buen puerto y recibiera un amplio apoyo la nueva carta en el plebiscito de salida?
La Convención cuando fue electa representó la esperanza de las mayorías, fue en su momento el símbolo del cambio. Lamentablemente ese inicial momento virtuoso fue opacado por mucho verbalismo, mucho espectáculo y algunas conductas discutibles. Pese a ello y, conviviendo a veces con frases desafortunadas, la Convención está haciendo su trabajo. Nada indica que vaya a terminar en ningún desastre. Además, la propia Convención ratificó la norma constitucional de los dos tercios para aprobar cada una de las reformas. La posibilidad de plebiscitos dirimentes y de prolongación de su plazo desapareció. Dos tercios es lo que hay que reunir y ello obliga a un inmenso esfuerzo de acuerdos y consensos. Además, se ha ido constituyendo en la convención un entendimiento al centro de los extremos, que puede ser el motor impulsor de cambios profundos, en la Constitución. Profundos, pero que nos interpreten, nos protejan y nos regulen a todos sin distinción. Se terminó la peligrosa ilusión de imponer una Constitución de los vencedores. La misma idea impulsó a Pinochet a dictar la Constitución de 1980. No más constitución de los vencedores, porque los derrotados de hoy pueden ser los vencedores de mañana, como ya ocurrió en Chile.
¿Cómo evalúa la situación en que quedó la derecha tras la derrota de Kast?
La situación de la derecha es paradojal, la elección de primera vuelta, del Parlamento y los Cores representó una victoria muy grande para el sector. Aprovecharon en su favor la permanente oscilación de la sociedad chilena entre dos pulsiones, la del cambio y la del orden. La pulsión por el cambio se impuso en la elección de convencionales, mientras que la pulsión por el orden se impuso en la primera vuelta, en la elección parlamentaria. La derecha conquistó la mitad del senado y el 42% de los cores. Tuvo la primera opción para ganar la segunda vuelta y la perdió. Hoy por hoy vive una lucha por el liderazgo con apariencia de guerra civil. La manzana de la discordia es el liderato de Kast, que apuesta a ser el nuevo líder de la derecha, apoyado en su gran votación, similar a la que obtuvo Piñera para ser electo Presidente. Kast es la antípoda de la derecha social en la dirección de los partidos, parece predominar una idea de colaboración crítica con los cambios que vienen. ¿Podrá compatibilizar la derecha estos dos mundos? Nada indica que será tan fácil.
¿Cómo visualiza la evolución de la derecha en los próximos años? ¿Y qué espera de su papel en el Congreso?
Para evolucionar positivamente, la derecha requiere revisar muy profundamente su concepto de libertad. Libertad es su palabra favorita, pero da la impresión de que cuando la pronuncian, es en libertad económica en lo que están pensando. Sin embargo, las libertades se atraen, la libertad es indivisible. El que quiere libertad económica, tendrá que querer libertad política y tendrá que aceptar libertades personales de cada uno para vivir a su modo. La derecha todavía es heredera del viejo sueño oligárquico del siglo XIX, trabajar como la Inglaterra de las industrias y vivir como en la España de los conventos. El papel que la derecha desempeñe en el Congreso depende en primer lugar de la resolución de su actual conflicto de liderato. Debiera esperarse de una conducta más abierta del liderato más tradicional y una más intransigente en el liderato vinculado a Kast. Mientras más se acerquen nuevas competencias electorales, más se va a agudizar en la derecha esa pugna entre el statu quo y la apertura de los cambios. También la relación con el Congreso dependerá de la consistencia en el diálogo y en la búsqueda de acuerdos en el nuevo gobierno.
Por Cristian Bofill
Ex Ante