El analista político Kenneth Bunker sostiene que en lo ocurrido en el proceso de sucesión de Elisa Loncon se reflejó que “en Apruebo Dignidad hay una tensión entre el Frente Amplio, sobre todo los sectores más democráticos como RD, por un lado, y el PC, por el otro” y que esa tensión “se notó mucho en la votación”.
-Lo de ayer para algunos fue un espectáculo, para otros un ejercicio democrático. ¿Qué revela esta incapacidad de llegar a un acuerdo?
-Yo creo que son las dos cosas. Es un espectáculo por un lado, porque ver a tantos políticos que no se pueden poner de acuerdo no deja de ser absurdo: se supone que ellos tienen que ser parte de la solución y no del problema. ¡Y esto sucede en un tema tan básico con un quórum tan bajo! Obviamente subraya la incapacidad de las distintas izquierdas de ponerse de acuerdo. Hubo mucho tiempo para negociar e intercambiar distintos favores, para que cada sector consiguiera lo que quisiera. Inquieta ver que existe tanta discordia dentro del órgano.
-La izquierda tenía 118 votos y no logró conseguir 78. ¿Hay una fractura interna importante en el PC y el FA? ¿Podría impactar negativamente en el gobierno de Boric?
-Sí, es preocupante. Partiendo por lo positivo yo creo que es bueno que las coaliciones de gobierno estén tensionadas, cuando están demasiado relajadas, cuando todos se parecen mucho, yo creo que no hay presión para avanzar. Siempre tiene que haber algo de presión. En este caso es muy claro que en Apruebo Dignidad hay una tensión entre el Frente Amplio, sobre todo los sectores más democráticos como RD, por un lado, y el PC, por el otro. Obviamente hay una tensión y se notó mucho en la votación.
-¿Haces una distinción en la izquierda entre sectores democráticos y otros no democráticos?
-Sí, me parece muy claro que el PC es una izquierda a ratos de lleno antidemocrática. En ese sentido si se mira la historia del partido ellos estuvieron en contra del plebiscito del 88, aunque al final votaron No, e hicieron lo mismo con el acuerdo del 15 de noviembre. Algunos de los mismos candidatos que ellos propusieron para la Convención estaban en contra de todo este proceso. En eso se desmarca mucho de lo que son los sectores más democráticos del FA. Convergencia Social y RD me parecen que son muy pluralistas, muy democráticos y en ese sentido marcan la diferencia, un contraste fuerte con el PC.
-La centroizquierda se vio zigzagueante, apoyando a distintos candidatos. ¿Hay una debilidad política en la conducción de ese sector?
-Falta conducción. Los partidos de centro izquierda y de la ex Concertación ya llegaron debilitados a la Convención. En el caso de la DC logró elegir a una persona. Entonces no hay un mando claro de los partidos tradicionales en la instancia y no hay forma de ordenarlo.
Pero lo que me pareció más grave es que para ser convencional parece que hay que cumplir ciertos criterios éticos, pero para ser presidente hay que cumplir criterios morales distintos. Fue el caso de Fernández, de Ramona Reyes, de Benito Baranda, que en el fondo fueron cancelados por los propios pares, en una movida mucho más política que sobre su evaluación de cuál podría ser su rol como jefe de la instancia. Votaron por ellos, los levantaron, y después se filtraron distintas razones para no votar por ellos y los sacaron. Ese zigzagueo le hace muy mal a todo ese sector, no hay un mando jerárquico que los pueda ordenar.
-¿Dices que Baranda se va a bajar?
-Yo creo que sí, porque salió este tema de su vinculación con el cura Poblete. Ese mecanismo de cancelación lo hicieron con todos. Ramona Reyes llevaba dos semanas, incluso Bachelet le endosó su respaldo, llegó a la segunda votación y sacaron la noticia del sur, sobre denuncias de irregularidades en su período de alcaldesa de Paillaco, y la sacaron. Eso es muy político y a lo mejor estaba programado. Pero el problema es que llegaron con un plan A, pero no con un B, y ahora van con el plan F o G. Nadie sabe qué va a pasar e instalan inseguridad sobre el proceso. Y creo que eso se va a traspasar a la gente.
-Dorador era la candidata de Loncon. ¿Qué señal política entrega esta derrota?
-Fue una derrota para ella, porque si Loncon tenía una fuerza política, pudo haber dejado instalada a su sucesora. Creo que el tiempo estaba para tener las conversaciones, para construir el andamiaje para instalar a un sucesor, estuvo ese espacio, pero no se hizo. Demuestra que Elisa Loncon más que un poder político era un poder simbólico en la Convención. Pero la capacidad política de organizar a las distintas facciones no la tiene y al parecer nadie tiene ese poder, si no, no estaríamos en la octava votación.
-¿Empeora el prestigio de la Convención con este episodio?
-Estas tensiones ocurren, es un poco excesivo dramatizar mucho el asunto. Si en la Convención existieran partidos políticos con raíces, jerárquicos, con líderes, esto se hubiese ordenado ya. Pero como hay tantos independientes no ha pasado. Esto es un poco normal, dado el contexto poco institucional de la Convención. Pero sí sería preocupante si esto se logra traspasar a las materias de fondo de la nueva carta. Si es que no pueden llegar a la mayoría absoluta, el 50% más uno, cómo van a llegar a los dos tercios. Aquí hay un proceso en marcha que hay que cuidar. ¿Cuál es la imagen que queda para la gente? Hasta ahora la convención no ha hablado nada de fondo. Empieza a armarse la idea de otro fracaso más y se le echa un poco de tierra a todo el proceso.
-La Convención fue una de las banderas de Boric en la campaña. ¿Qué posición debería tomar?
-No debería intervenir, al menos no públicamente. Me imagino que tienen que haber conversaciones entre la instalación de este gobierno y las distintas facciones que están pidiendo participar en el gobierno de Boric. Es necesario algún tipo de sincronía y de diálogo entre el gobierno con la convención y el congreso. Este episodio simplemente enturbia las aguas un poco.
-La pregunta es: ¿cómo se resuelve este impasse?
-La única forma en que se va resolver es conversando y negociando. Creo que la velocidad con se logre conseguir un presidente va a hablar mucho sobre cuál es la unidad u cohesión de la izquierda y la actual oposición. Si es que lo logran resolver en la primera votación de hoy van a potenciar la legitimidad de la próxima mesa. Si es que no lo hacen y llegan a la segunda o la tercera elección, significa que las conversaciones no fueron fructíferas y la legitimidad del próximo presidente se pone en duda, lo que es problemático si ese presidente es el encargado de asegurar el plebiscito de salida.