Una sequía prolongada ha dejado a 1,3 millones de personas con dificultad para encontrar comida. Cerca de 28.000 habitantes en situación de desnutrición.
No obstante, la aldea Tsimanananda, en donde Loharano es una líder comunitaria, se ha librado de lo peor.
Para llegar hay que hacer un duro viaje de 45 minutos desde Ambovombe, la capital regional de Androy, una de las zonas más afectadas por la merma de lluvias en los últimos años.
Un vehículo 4×4 apenas puede transitar por las carreteras arenosas. La vista a través del parabrisas polvoriento revela un paisaje de dunas desérticas, despojadas de árboles y expuestas a fuertes vientos.
Es difícil imaginar que algo crezca en este lugar. Pero Tsimanananda destaca en el paisaje.
Allí la sonrisa de Loharano enciende el espacio. Es baja en estatura y gentil. Rápidamente me invita a su casa y me hace sentir bienvenida.
«Sufrimos mucha hambre. Intentamos plantar, pero falló en todo momento», dice la mujer de 43 años, mientras recuerda una sequía previa que comenzó en el 2013.
Esta vez, con la ayuda de una organización caritativa local, conocida como el Centro Agroecológico del Sur (CTAS, en inglés), las cosas no son iguales.
Poco después de mi llegada, Loharano dirige una clase corta a la sombra de un árbol.
Armada con un cartel que ilustra técnicas agrícolas, habla con sus vecinos y su esposo Mandilimana, sobre cultivos resistentes a la sequía y estrategias para revitalizar el suelo.
«Tenemos desayuno, almuerzo y cena»
Durante los últimos siete años, CTAS regaló granos como mijo y sorgo, así como una variedad de legumbres locales, que crecen bien en condiciones arenosas y mejoran la fertilidad del suelo.
También les enseñó a los aldeanos a sembrar plantas «cortaviento« para ayudar a proteger los cultivos de los estragos de la naturaleza.
«Ahora tenemos desayuno, almuerzo y cena», comentó Loharano orgullosa mientras mostraba la parcela en donde ella y su esposo cultivan.
En un extremo del terreno hay hileras de mijo, más adelante frijoles, guisantes y batatas.
«Comemos la cáscara del mijo molido con azúcar y esta es la comida favorita de los niños, sus vientres siempre están llenos de mijo», agrega.
CTAS replicó este trabajo en 14 otras villas en el sur de Madagascar, donde tuvo impacto en 10.000 hogares, explicó la misma entidad.
No obstante, una organización pequeña no tiene la capacidad de atender a todas las personas que sufren esta problemática en la región.
Esto se ve al regresar a la capital regional, Ambovombe, que parecería una zona de guerra.
En un pequeño campo polvoriento, decenas de familias han levantado tiendas de campaña improvisadas con mosquiteros rotos, sacos de arroz y láminas de plástico.
Son unas 400 personas conglomeradas luego de huir del hambre.
A diferencia de Loharano, no pudieron cultivar alimentos y tuvieron que vender sus granjas. Solo les quedó para sobrevivir.
Controversia por el cambio climático
Pero son muchas más las cosas que la gente ha perdido.
Mahosoa, quien vive en el campamento con su esposa y 12 hijos, dice que cuatro de sus pequeños murieron al comienzo de la sequía hace tres años.
«Murieron de hambre en el pueblo. Murieron uno a uno, día a día. No comimos durante una semana. Nada para comer, nada para beber».
Mahoso cuenta que algunos de sus hijos salen a mendigar al pueblo para comprar comida o agua.
Mientras, alega que las promesas de ayuda del gobierno nunca se materializan.
Aunque las autoridades distribuyeron alimentos en la zona afectada, también prometieron impulsar una decena de proyectos de infraestructura que a largo plazo podrían transformar el área.
El presidente Andry Rajoelina, sin embargo, ha sido criticado por no responder con suficiente rapidez ante la crisis que por años se hace más evidente entre los habitantes.
Algunos lugareños atribuyen la falta de acción del Estado a una marginación histórica de la región sur de Madagascar.
«Durante la guerra contra el ejército colonialista francés, los Antandroy [gente de la región de Androy] lucharon contra los colonizadores franceses, usaron tácticas de guerrilla», dice el profesor universitario Tsimihole Tovondrafale.
Debido a esto, dice que los franceses nunca se interesaron en desarrollar la región.
«No pensaron en cómo hacer carreteras, cavar pozos, por ejemplo, y esa sigue siendo la política de Madagascar desde la independencia hasta ahora».
El ministro de medioambiente del país no opina igual.
El funcionario Baomiavotse Vahinala Raharinirina alega que en su «origen», la crisis de la sequía es un problema derivado del cambio climático, no un asunto político. Con esta visión concuerda el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.
Pero, un informe de la organización World Weather Attribution, que analiza el impacto del cambio climático en eventos como la sequía de este país de África, cuestionó la visión del ministro.
El estudio, que incluye el trabajo de Rondro Barimalala, un científico de Madagascar, concluyó que aunque la lluvia ha sido escasa recientemente, el cambio en el patrón de precipitación no se puede atribuir al impacto de los seres humanos.
Aunque sin importar el origen de la sequía, miles de personas vivirán sus consecuencias.
Loharano, a través de su trabajo de enseñanza en la aldea a la que pertenece contribuye a evitar el impacto que muchos viven en este momento alrededor de la zona sur de la isla.
Pese a su esfuerzo, afirma que le duele ver cómo otros no tienen ayuda.
«Me siento triste por ellos porque podrían morir de hambre. Un día, alguien no tenía nada y le pregunté por qué. Dijo que no habían comido desde el día anterior. Así que le dije que tomara algunos de mis guisantes y alimentara a sus hijos».
Por Catherine Byaruhanga BBC