El libro llamado: Marican, drama histórico en tres actos y verso del historiador L. Joaquín Morales, da cuenta de las hazañas de Marican y otros caciques, que murieron en la hoguera a la llegada del conquistador, Diego de Almagro.
La obra había obtenido en 1912, el Premio en los Juegos Florales de Copiapó y publicada ese mismo año por la Imprenta Moderna. Ahora, lo reedita un equipo de la Sociedad Patrimonial Pedro Pablo Muñoz Godoy de La Serena, conformado por: Miriam Marín Díaz, Catherine Trigo, Eva Carola Tapia y Arturo Volantines. Esta edición fue co-financiada por el Gobierno Regional de Coquimbo; ya que fue ganadora de su Fondo de Cultura Tradicional Privado, 2021. La portada corresponde a la obra: Acercamiento a Copiapó del acuarelista John Mark, realizada entre 1875-1880, correspondiente a la Colección del Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile. También, contiene un retrato de L. Joaquín Morales, realizado por Alicia Mondaca Rivera.
El texto relata el sacrificio del cacique Marican del Huasco Bajo y de otros caciques de Atacama y Coquimbo, que fueron asesinados en una hoguera por Diego de Almagro, al oponerse estos a los dictados del conquistador, a las exigencias del Rey de España y a la imposición de la religión católica. Los caciques tuvieron la posibilidad de marchar a las altas montañas de estos valles y salvar sus vidas; pero prefirieron morir antes de ver que su mundo era destruido.
Este libro fue realizado por el autor como si hubiera sido principalmente una obra de teatro; sin embargo, tiene mucho de relato histórico y, otro tanto, de arte poética. Este texto de L. Joaquín Morales es el tercero reeditado por Volantines Ediciones y de los cuales: los dos primeros, se hicieron con Ediciones Mediodía en Punto de Vallenar. Por ello, este volumen está dedicado al escritor, editor y poeta: Juan García Ro, recientemente fallecido.
En el prólogo, el poeta Arturo Volantines, dice: “Es posible en la obra, platicar con los habitantes del valle. Por eso sabemos cómo eran y cuánto se parecen a nosotros: los contemporáneos de Marican, Maricunga, Tatara, Coluba, Atuntaya, Moroco y los otros. También, es posible dialogar en la obra con los invasores: Almagro, el cura Molina, Chirica —los orejones— y los demás usurpadores. Por arriba del drama que aquí se desata, se puede encontrar lo sincrónico: el amor, la solidaridad, la valentía, la responsabilidad. Pero, también: la ambición, la maldad, la justificación en nombre de Dios. Se puede oler y otear la atmósfera: trauma que se vive cuando llegan los invasores. Y, que aún persisten de otra forma: así el consumismo y la enajenación. Pero, tal vez, el mejor aporte de esta obra es el testimonio de Marican por su tierra, por su ethos, por su cosmovisión; por su forma de vivir y convivir primigeniamente en conciencia con el medio. Es una propuesta tremendamente moral: un gran desasosiego de poner énfasis —en lo que iba a ser el mayor riesgo de la sociedad— en el respeto por el sustento: equilibrado, soberano y en concordancia con el medio ambiente. Más allá de la barbarie, esta obra es un canto para resguardar el valle…”.
Con la publicación de esta obra se completa la reedición de las obras conocidas de L. Joaquín Morales. El historiador y bibliógrafo, Virgilio Figueroa, dice del autor: “Fue uno de los impulsores de la región norteña, donde vivió los mejores años de su vida y ejerció su apostolado médico y filantrópico. Nace en Huasco Bajo (21 de agosto) en 1861 y se graduó de médico cirujano en 1885. Radicóse en Vallenar y colaboró en todos los órganos de aquella zona, especialmente en El Constitucional y El Trabajo. Sus temas predilectos eran la medicina, la historia y la minería. Escribió la Historia del Huasco (también, Higiene Práctica de los Mineros), con la cual demostró la riqueza minera de aquella región cuajada de oro, cobre y plata. En 1912 salió premiada su comedia en verso Maricán, presentada al concurso de los Juegos Florales de Copiapó. En 1903 pronunció un profundo discurso en el sepelio de don Manuel Antonio Romo, discípulo de Matta y patriarca del radicalismo en el Huasco. Como médico se hizo famoso y las muchedumbres tenían fe en su ciencia. Pertenecía a esos hombres que por donde pasan dejan alegría, aliento, consuelo y salud. Pobre a causa de sus larguezas, se recluyó en Santiago y muere el 1 de abril de 1915”.