A la edad de 76 años dejó de existir el conocido dirigente deportivo Mario Eduardo Arancibia Sarmiento, nacido en Vallenar el 8 de diciembre de 1946, y ligado por más de medio siglo al Club Deportivo Torino de esta ciudad.
Afincado en el barrio Matadero desde los 14 años cuando su padre, entonces exonerado de Ferrocarriles del Estado, dejó el barrio Estación y decidió comprar con la plata de su jubilación anticipada una nueva casa en la intersección de las calles Fáez y Talca.
-Yo asumí como presidente en reemplazo de Jorge Cruz cuando él se fue a trabajar a la minera Andina. Un día llegó a mi casa con los trofeos y el libro de actas bajo el brazo y me dijo: “Ahí tiene don Mario, le entrego el club porque yo me voy a trabajar afuera”. Esto tiene que haber sido alrededor del año 1975.
Mario fue un dirigente abierto al diálogo: “Yo siempre he trabajado de la mano con todas las autoridades de turno, sin discriminación política ni religiosa, porque lo importante es trabajar para engrandecer a nuestro club”, me dijo para el libro que escribí en 2021 dedicado a los 70 años de su institución.
A pesar de su aparente genio terco, era una buena persona, un hombre recto y honesto en su actuar dirigencial. “Si no lo fuera, tendría mi linda casa y no andaría en esta bicicleta toda destartalada”, me acotó al respecto. Y ocasiones tuvo muchas como para haber cambiado su estatus social y económico, como la vez que el dueño de una empresa inmobiliaria averiguó la dirección de su domicilio particular para acudir a hablar con él sobre la posibilidad de que el club le vendiera los terrenos que hoy son las canchas del club, cuyo avaluó fiscal en ese tiempo era de 174 millones de pesos. Hoy está en mil millones de pesos.
“Luego de presentarse, me planteó su interés por comprar los terrenos para futuros proyectos inmobiliarios. Enseguida, le dije que me esperara un ratito para salir a buscar a algunos socios o dirigentes del club que escucharan su propuesta, pero me cortó el paso diciéndome que sólo quería hablar conmigo. Cuando me dijo eso… caché altiro sus intenciones”.
Enseguida, agregó: “La cosa es que salimos a conversar al frente de mi casa, donde sacó a relucir un maletín saxolin, que estaban de moda en ese tiempo, y otro chiquito… entonces me dijo: “Don Mario, vamos al grano al tiro”. Abrió el maletín grande y me dijo: “Aquí están los 174 millones que valen los terrenos”. Enseguida, cerró el maletín y abrió otro más pequeño, al tiempo que me dijo: “Y aquí tiene otros 5 millones para usted solito…”. Le juro que me dio rabia, frustración… impotencia… aun así, con mucha caballerosidad, le dije que me perdonara, pero que yo no me prestaba para esas cosas, que a lo mejor él no iba a entender mi espíritu de quijote, pero todas las cosas las hago solo por amor al club, donde también está mi esposa, mi suegra, mis hijos… mis amigos y los vecinos del barrio. “No sea huevón poh, don Mario… Cuando usted se vaya del club, igual lo van a acusar de mañoso”… me respondió enojado. Yo le rebatí enérgicamente que tal vez, como él decía, me podrían acusar de muchas otras cosas, pero si tenía mis manos y la conciencia limpia, no tenía nada que esconder y voy a salir del club por la puerta ancha… así es que “hasta luego”… le dije… me di la media vuelta y entré a mi casa, todo enrabiado.
Ese ejemplo refleja el actuar de Mario Arancibia como dirigente a lo largo de su vida. “Yo tengo la tranquilidad para decir con la frente en alto que jamás me he lucrado con el club, por eso duermo con mi conciencia tranquila, porque nunca me he adueñado de un solo peso de Torino”, concluyó enfático al respecto.
Mario era casado con Alba Molina Neira, con quien tuvo tres hijos que hoy lloran la muerte del jefe de hogar, padre y abuelo.