“Cantos talabreños” muestra la música tradicional que acompaña las festividades en el altiplano, a través de la voz de Evangelista.
Con ocho cantos y testimonios se pone en relieve la historia de la reconocida pastora, artesana y cantora, fallecida recientemente.
Entonados a viva voz y con la percusión de la caja chayera como acompañamiento, el disco “Cantos talabreños” es la última creación de la reconocida cultora, pastora, artesana y cantora atacameña Evangelista Soza Flores, quien falleció en noviembre pasado a los 81 años, poco después de realizar estos registros.
El proyecto contó con apoyo del Fondo de la Música, y es resultado de una investigación desarrollada por la gestora cultural Paula Bañados y el músico Felipe Echavarría. De este modo, como recuento de cantos milenarios vinculados a festividades atacameñas, “Cantos talabreños” contribuye a la conformación del patrimonio musical profundo en Chile.
Cantar y recordar
Los ocho cantos registrados se intercalan con relatos testimoniales de Evangelista Soza Flores, en los que recuerda sus orígenes, su familia, sus años como niña pastora, los carnavales atacameños y la difícil vida en el altiplano.
“Yo me llamo Evangelista Soza Flores. Yo soy nacida en 1941. Yo soy de allá, de Talabre, porque mis papás eran de ahí. Los abuelitos, mi bisabuela, ellos vivieron en Talabre. Yo vengo de ahí, de Talabre. Yo llegué el 70 a San Pedro, más que todo por los niños, que tenían que estudiar. Porque nosotros no teníamos estudios”, dice Evangelista en uno de esos relatos acerca de sus años en ese antiguo pueblo hoy en ruinas, a 80 kilómetros de San Pedro y a cerca de 4.000 metros de altitud.
En el disco aparecen cantos tradicionales como el “Chururito”, dedicado al floreamiento de las ovejas y las cabras y grabado con caja chayera y la guitarra de su hijo Gabriel Puca. También está el “Llamacate”, que se entona en el floreamiento de las llamas y llamos. Aquí Evangelista está acompañada, nuevamente, por sus hijos Adriana y Gabriel Puca.
“El floreamiento es un agradecimiento a la Pachamama, a la Santa Tierra, para que los ganados estén contentos. Nosotros adornamos a los animales. Tenemos que teñir lana en vellón y lana en hilo para hacer las flores del llamito, de las ovejas y de las cabras. Si es hembra la ponemos en el lomito, si es macho en el cogote”, dice Evangelista Soza Flores en los testimonios compartidos a Paula Bañados y Felipe Echavarría.
Otros cantos que se registran en el disco son el “Carnaval talabreño”, o “Carnaval arribeño”, que se ofrece durante el carnaval, y “Chapapita”, que se canta en su despedida. Musicalmente el disco contiene gran diversidad de entonaciones y ritmos: vidalas como “Chañar caído”, y tonadas como “Tonada talabreña”, de la que Evangelista Soza Flores fue la última cantora que conocía esa entonación.
“Vimos en presencia su legado, el orgullo de ser una verdadera y valiente mujer indígena. Honramos su memoria que vivirá en la arena y el viento del gran desierto de Atacama”, dice Felipe Echavarría, quien en 2016 grabó por primera vez a Evangelista Soza Flores para el disco “Likanantai, el canto vivo de nuestros abuelos y abuelas”.
“Las cultoras y cultores tradicionales han sido un aporte invaluable para nuestra cultura e historia como país. A través de sus conocimientos y habilidades, transmitidos por generaciones, mantienen viva la memoria y la identidad de nuestro pueblo. Evangelista falleció en víspera del Día de los Muertos. No pudo ver ‘Cantos talabreños’ terminado, pero partió sabiendo que había cumplido el sueño de dejar su canto a las generaciones futuras”, finaliza Paula Bañados.
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