Por Arturo Volantines
Este libro es recopilación y ensamble de textos desconocidos y otros prácticamente inéditos en torno al prócer. Fundamentalmente, respecto a su vida, a su obra y a su muerte, sucedida el 16 de diciembre de 1867, en Santiago. Y de sus honras fúnebres, realizadas en Copiapó.
Contiene: bibliografía de Pedro León Gallo, discurso de este en el parlamento, arengas y otros documentos de la Revolución Constituyente. Incluye: recopilación exhaustiva de diarios de la época, textos literarios alusivos y discursos funerarios realizados en su sepultación en el cementerio de Copiapó. También, trae: información y disposiciones funerarias, traslados del cadáver y reacciones del pueblo de Chile por el deceso del celebérrimo. Además de los discursos relacionados y otros documentos del radicalismo emergente respecto a la pérdida del hijo de Atacama.
La obra fue publicada en Santiago de Chile, en 1910. O sea, hace más de cien años. Cobra importancia por muchos detalles que contiene, los cuales nos permite seguir avanzando en develar la extraordinaria figura de Pedro León Gallo. Y, de dar un paso más, en recuperar el relato verdadero y genuino del pueblo del Norte Infinito.
El libro se abre con una biografía del egregio. En lo fundamental, el autor acude a distintas y desconocidas fuentes para establecer la profusa, prodigiosa y sorprendente vida de quién consideramos el hijo más notable de la historia de Atacama.
Braulio Martínez cuenta, casi desde el interior del movimiento radical; hechos que establecen la relación de Pedro León Gallo con su entorno y, especialmente, del equipo increíblemente audaz de los hijos de Atacama y Coquimbo, que lo acompañaron muy lealmente hasta más allá de su muerte. Se procura aclarar la función de este, como poeta, revolucionario y tribuno.
En el siguiente capítulo, aparece profusa intervención de Pedro León Gallo, en el senado de la república, sobre el proyecto de la separación de la iglesia y el Estado. En esta intervención podemos ver claramente su visión patriótica y ecuánime; federalista cuando hace una referencia a la constitución norteamericana. Al respecto, dice, Pedro León Gallo: “Yo también, señor presidente, digo a mi vez: algo de malo debe tener esa Constitución cuando a su sombra y bajo su imperio han podido regir leyes de Libertad de Imprenta como las derogadas, en las que se aprisionaba el pensamiento sin restricción alguna; algo malo debe tener esa Constitución cuando a su sombra y bajo su amparo han podido existir la ley del Régimen Interior vigente y la de municipalidades, que mantiene a estas corporaciones en una tutela vergonzosa, y cuando hace necesario presentar leyes secundarias para garantir los derechos sagrados del hombre. Una Constitución que tiene tales lados flacos y que no garantiza por si sola, sin necesidad de leyes secundarias, los derechos del hombre, no se puede llamar buena; para lo que fuese sería necesario que, como las constituciones norteamericanas, declarase que no se puede reglamentar ni legislar acerca de esos derechos, que es lo que generalmente se llama Garantías Individuales, porque están fuera del alcance del poder humano…”.
A continuación B. Carabantes, versa un Apoteosis del héroe, En la muerte de don Pedro León Gallo. Es un poema larguísimo, donde pasa revista a la vida sin par del prócer. Es de estrofas cortas y largas, que promedian de diez versos. Este poema, ya en aquella época, se contraponía a la poesía clásica y sobre abundante de recursos retóricos. El texto pone énfasis en el luto y la nobleza del héroe atacameño. Se lamenta el autor de lo irreparable del deceso del caudillo. Hace un recuento, además, de las acciones valerosas y trascendentes de las huestes insurgentes. En su lenguaje se perciben algunos lugares comunes y denotativos, que después de cien años siguen validándose, como, por ejemplo: “león” y “graco”. Dice B. Carabantes a mediado de este poema: “Fue la primer victoria/ Que en lid con los tiranos/ De Pedro Gallo para eterna gloria,/ Alcanzaran !soldados ciudadanos!/ Alzarse, como enseña de combate/ Se le veía a través de la metralla;/ Y en donde el corazón turbado late,/ ¡Erguirse heroica su soberbia talla…!”.
En seguida, se publica una opinión de Domingo Arteaga Alemparte. Pasa revista a sinnúmeros de asuntos biográficos de Pedro León Gallo, y a la Asamblea Constituyente de 1858. También, a los acontecimientos del 5 de enero de 1859, cuando el pueblo de Copiapó se sublevó y empezó la lucha armada contra el Gobierno centralista. Arteaga relaciona muy bien lo que sucedía en otros lugares del país y como las fuerzas revolucionarias del Norte Infinito eran abandonadas por la burguesía centralista, asustada de que iban a quedar desplazada por la firmeza de los hechos: “Aquella inesperada victoria consternó al Gobierno, pero no regocijó a todos los miembros de la oposición. Los conservadores y los ambiciosos que habían fomentado la revolución en odio a los hombres, y no a los principios de la política reinante, comenzaron a mirar con miedo y con celos las prosperidades de las armas constituyentes. Divisaban allí a un innovador político, divisaban allí también un rival temible…”.
En lo principal, viene una recopilación muy significativa de diarios de la época, donde estos y, en algunos casos, personalidades de Chile rinden homenaje a Pedro León Gallo. Diarios como El Mercurio, El Independiente, El Deber, El Constituyente de Copiapó, El Correo de La Serena, El Constitucional de Quillota, La Reforma de La Serena, La Voz de Chañaral, y, tal vez, el periódico más importante de esa época: El Ferrocarril de Santiago, que con fecha 18 de diciembre de 1877, decía en su editorial, entre otras cosas: “Hombre de temple antiguo, de esos paladines sin miedo y sin reproche, el señor Gallo era un ejemplo de probidad política y de imperturbable perseverancia en sus ideas. En todas circunstancias, sabía elevar su espíritu, sobre los intereses transitorios, para permanecer siempre en la región serena de los principios…”. También, señala un poco más adelante: “El nombre del señor Gallo era una gloria para Chile, un timbre de honor para sus amigos y un tipo del perfecto caballero para sus adversarios. Hoy el pueblo rinde su tributo al nombre popular; los amigos se agrupan en torno del féretro del campeón y los adversarios lamentan la pérdida de un enemigo leal y de un político consecuente…”.
El libro informa detalladamente la recepción de los restos de Pedro León Gallo en el puerto de Caldera —así mismo de Valparaíso— que lo despidió multitudinariamente y con asistencia de la totalidad de las autoridades del puerto. Carlos María Sayago, le informa desde Caldera a don Ramón R. Vallejo la llegada, de ese día en la tarde, de la urna para depositarla en el templo San Francisco de Copiapó. La comisión, que se creó para este fin, da cuenta sobre las organizaciones dolientes que participarán en el funeral y, también, de los oradores: Carlos María Sayago, Valentín Letelier, Marco Machuca, Rafael Segundo Vial (Circulo literario) y don Pedro Pablo Figueroa.
Luego, el libro contiene el Parte oficial de la batalla de Las Compañías (Los Loros), elaborado por el jefe del Estado Mayor, Ramón Arancibia. También, trae algunos documentos históricos: un bando, una orden de Intendencia y una proclama: A los valientes de la División del Norte, firmada por don Pedro León Gallo, en la ciudad de La Serena, el 29 de marzo de 1859.
Más adelante, viene un poema titulado: En la muerte de Pedro León Gallo. A Copiapó, de —tal vez la poeta más egregia de la historia de Atacama—: María Delfina Hidalgo. Parte, señalando: “Pueblo viril, !ilustre y progresista!/ Suelo del distinguido ciudadano,/ Si no hay a la amargura quien resista,/ Lloremos, pues, lloremos al hermano,/ No enjuguéis vuestro llanto/ Símbolo de ternura/ De gratitud y amor “efecto santo”/ Que subirá con él hasta la altura,/ El desconsuelo es justo/ Hemos perdido al héroe noble, ¡augusto!”. En seguida, el gran bardo atacameño Ramón Luis Escuti Orrego, hace una larga intervención, donde se refiera a lo implacable de la muerte; luego, agrega: nueve cuartetos. Y en el quinto, dice: “Cumplida su misión en este suelo,/ Fue un ciudadano libre, un hombre honrado,/ La patria llora, y su más bella lágrima,/ Es tricolor, es ¡honra del soldado!”.
El libro se completa con los discursos funerarios en el cementerio municipal de Copiapó y otros artículos relacionados con la familia Gallo. Y un llamado de Braulio Martínez a la Asamblea a asumir el legado de Pedro León Gallo.
Este texto recopilativo es milagroso. Es apertura para otros estudios más profundos de la vida y obra del patriarca y, especialmente, de su legado libertario. En mi opinión, viene a connotar y denotar respecto a la labor revolucionaria y política de Pedro León Gallo.
II
Braulio Martínez Loyola no solo recopiló este, sino también otro en torno a Guillermo Matta. Además, publicó artículos respecto a la minería. Fue notable radical, que tuvo el don de la empresa minera y de la palabra. Hijo de Copiapó. Cumplió con su labor de registrar, con fuentes primarias y opiniones progresistas, una etapa tan notable de la historia de Chile, y, especialmente, de la historia de Atacama. Su aporte a la minería, a la cultura y al patrimonio atacameño, son indudablemente significativos. Nació en Chañarcillo, se casó en Lomas Bayas; vivió en Taltal, Caldera, Valparaíso y Santiago. Fue de los radicales fundadores, y, en sus opiniones, puedo percibir que era un revolucionario de tomo y lomo.
A través de este libro y de otras obras, se puede aprehender el pensamiento político de Braulio Martínez. Este pensamiento estaba —como en todos los radicales originarios— imbricado con el terruño: no solo era amor por Atacama, sino por la perspectiva que tenía esta fuente en el concierto internacional. Vaya, que aún tiene por su reverberación mineral y patrimonial. Es tanto: los hijos de los hijos, ya no son los que fueron sus raíces; sin embargo, no pueden eludir el epicentro de dónde vienen.
Por ello, estos discursos memorables en el cementerio de Copiapó, fueron clases magistrales realizadas por notables hombres, que sabían lo significativo de ese momento histórico. Y, sobre todo, por lo que dejaron frente a la inmortalidad de ese ser humano, que se enjambraba para siempre en el corazón de los verdaderos hijos del Norte Infinito.
En su discurso funerario Valentín Letelier pone énfasis en la “Instrucción primaria”, en la búsqueda de la libertad y de encontrar el bienestar moral y económico. Manifiesta, que cuando hay sosiego frente a lo insondable de la vida es justo tributar el homenaje merecido del recuerdo: “Si no conozco mal, señores, la obra temprana empezada y prematuramente interrumpida del gran ciudadano a cuyos funerales asisten hoy representados por esta inmensa concurrencia, el amor y la gratitud, el respeto y la admiración; si no conozco mal, digo, esta obra, puedo afirmar que don Pedro León Gallo, en virtud de observación luminosa vio desde joven este grave si bien pasajero malestar social y, lo que es más, descubrió la causa verdadera de él y se empeñó durante toda su fecunda existencia en removerla…”.
El prócer atacameño —que nos legó la mejor historia local de Chile— Carlos María Sayago, se manifiesta en términos más emocionales, cercanos y llorosos. Se pregunta por este baluarte de la libertad y de la justicia: “Sí, señores lloramos la muerte de ese ser que nosotros llamamos Pedro León Gallo y que, de hoy en adelante, la historia y el bronce llamarán el gran ciudadano, el eminente ¡Padre de la Patria!”.
Ese otro gran tribuno y titán de la memoria llamado Pedro Pablo Figueroa —que nos heredó también un par de libros extraordinarios, así el Diccionario Bibliográfico de Chile e Historia de la Revolución Constituyente; además, de un centenar de otras obras— canta a la gloria de su coterráneo, a las hazañas de este paladín de la democracia y a la significancia de la pérdida de Pedro León Gallo, que hace oscurecer el cielo de la democracia. Es un discurso latente, superlativo y agradecido. Señala: “La inteligencia nutrida por útiles conocimientos, investigador de la ciencia, imaginación viva y ardiente, alma grande que alberga grandiosos pensamientos, filósofos austero, de lenguaje severo cuando lo preocupaban asuntos políticos, suave y dulce cuando buscaba en la poesía y en las letras la expansión de su mente fecunda, corazón tierno y generoso, carácter recto, voluntad decidida, inquebrantable, tenía él todas esas dotes que dan a comprender un hombre excepcional, un verdadero genio.”.
Luis V. Larraona en nombre del Club de Copiapó (masonería) habla del hombre bueno y del hacedor que está en concordancia con Dios, porque el caudillo profesaba: “la libertad del pensamiento, la libertad de conciencia”.
Finalmente, aparece la intervención del héroe de la Revolución Constituyente y uno de los tres coroneles (Olegarios) del Ejército Libertador del Norte. Olegario Olivares compara a Gallo con Bolívar y Sucre. Se refiere a lo duro que fue su vida. Se pregunta frente a la impotencia de la muerte: a las leyes de esta, tan inmutables, arrebatándonos a quien hubiéramos querido una larga vida. Es un discurso del amigo a ese que fuera su jefe en la insurgencia, con el cual compartió el destino en la lucha por un mundo mejor. Dice: “¡Que mayor gloria para su memoria! ¡Que mayor honor para el pueblo que tanto amó y que le vio nacer! Todavía al morir tiene el especial cuidado de legar su cuerpo, envoltura material, al lugar de su nacimiento, donde todos le amamos y conservaremos intacto su gran espíritu, su clara razón y su buena inteligencia, tan nutrida por serios y meditados estudios…”.
Este libro es casi un milagro. Con él se rescatan desconocidos e importantes hechos del prócer. Ahonda en la parte humana de nuestro héroe; y nos deja como tarea, otras. Este libro es pie para ir detrás de una bibliografía completa de Pedro León Gallo: de encontrar otros: poemas, discursos, proclamas, artículos y de saber detalles de su paso por Argentina, EE.UU. y Europa.
De aquí nacen nuevas preguntas y nuevos saberes del extraordinario hijo de Atacama, el cual seguirá creciendo en estatura cuando también va creciendo: en el conocimiento de las nuevas generaciones. Es un gran acierto de Braulio Martínez, de los radicales originarios y de nosotros que fuimos encontrados por el libro. Cuando apareció: fue hallar algo de nosotros mismos adentro del libro: caminando hacia el horizonte, para abrir, de paz en paz, las nuevas campanadas del sueño colectivo. Y que, antes, soñaron nuestros padres tutelares.







