La data no asegura la seguridad hídrica

Aunque las lluvias de invierno generaron una percepción de abundancia, los embalses muestran volúmenes críticos y la disponibilidad real para riego sigue en déficit. Pablo T. Silva Jordán, especialista en recursos hídricos de Formation Environmental, advierte que Chile enfrenta una “trampa de la abundancia” y urge transformar los datos en capacidad predictiva para garantizar seguridad hídrica.

SANTIAGO, CHILE – Pese a que la temporada invernal dejó una sensación generalizada de superávit en la opinión pública, el análisis técnico de diciembre revela una realidad preocupante: la acumulación de registros de lluvia no se está traduciendo automáticamente en reservas estratégicas para el verano. Los datos más recientes de la Dirección General de Aguas (DGA) confirman que el volumen de agua almacenada en el país es un 16,5% menor en comparación con la misma fecha del año anterior.

“Chile enfrenta una ‘trampa de la abundancia”, explica Pablo T. Silva Jordán, especialista en recursos hídricos de Formation Environmental. “A menudo pensamos que una temporada de eventos meteorológicos intensos soluciona los problemas estructurales. Sin embargo, el contraste entre la percepción de lluvia y la realidad de los embalses ilustra que tener datos de precipitaciones no es sinónimo de tener seguridad hídrica real”.

El último Boletín Hidrometeorológico semanal de la Dirección General de Aguas del MOP señala que, a pesar de los eventos climáticos del año, existen cuatro embalses cuyo volumen actual es menor al 20% de su capacidad, concentrándose la crisis en las regiones de Atacama, Coquimbo y Valparaíso.

Esta vulnerabilidad estructural se grafica en casos emblemáticos como el de la Región de Coquimbo, donde el embalse La Paloma —el más grande de la zona— se encuentra apenas al 10% de su capacidad, y en la Región de Valparaíso, donde el embalse Peñuelas, un histórico termómetro de la sequía, registra un crítico 9% de llenado.

Al respecto, Silva Jordán advierte que la gestión del agua moderna no debe limitarse a medir la lluvia caída, sino centrarse en gestionar el riesgo de la retención; un punto que se refuerza al observar la estación El Yeso en la Región Metropolitana, donde, aunque el embalse mantiene un saludable 87% de acumulación, existe un déficit de precipitaciones del 64,2% respecto al promedio histórico, indicando que la seguridad hídrica actual podría ser un espejismo si se descuida la falta de recarga nival y pluvial a largo plazo.

El caso del Maule: Cuando el dato no llega al riego

Un ejemplo crítico de la desconexión entre la infraestructura gris (embalses) y la disponibilidad real para el usuario final se observa en la Región del Maule. Si bien los embalses de la región presentan un llenado global del 69%, el monitoreo agrícola de mediados de diciembre arrojó una cifra alarmante: solo existe un 30% de agua disponible para la temporada de riego 2025-2026.

Esta brecha entre el agua «embalsada» en el papel y el agua disponible para el campo evidencia fallas en la gestión y distribución. «Necesitamos diagnósticos que permitan gestionar tanto la escasez como la abundancia aparente», señala el experto. El déficit de precipitaciones en estaciones clave del Maule, como Talca UC                (-38,4%) y Linares (-35,4%), agrava el escenario para la agricultura, obligando a transformar la estadística en decisiones de infraestructura crítica urgentes.

La tecnología para mitigar estos impactos existe, pero requiere un cambio de enfoque. Ya no basta con monitorear caudales; es imperativo integrar variables de riesgo en tiempo real. La DGA ha comenzado a avanzar en esta línea con la elaboración de nuevos indicadores de seguridad hídrica para evaluar la resiliencia ante el cambio climático, así como planes de Gestión Integrada de Recursos Hídricos que articulan a actores públicos y privados.

Sin embargo, para Silva Jordán, el desafío pendiente para 2026 es transformar los terabytes de datos hidrológicos en capacidad analítica predictiva. “El agua es el activo más estratégico de este siglo. Su gestión debe tener la misma rigurosidad técnica que la de una planta nuclear, asegurando que las decisiones no dependan de si llovió ayer, sino de la capacidad real de nuestro sistema para soportar el mañana”, concluye.

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