Una escena en la televisión disparó el deseo de Aracely Quispe de trabajar en la NASA, la agencia espacial estadounidense.
Tenía alrededor de 6 años y vio una retransmisión de Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna, caminando por el satélite en 1969.
«Fue impactante ver que los humanos podíamos pasar esa frontera. Con el tiempo, supe que era algo que me interesaba demasiado y que debía empezar estudiando algo en ciencia», dice la ingeniera peruana a BBC Mundo, desde Maryland, EE.UU., durante una conversación telefónica.
Quispe mantuvo su objetivo pese a haber nacido en un país subdesarrollado, donde las desventajas y carencias juegan en contra de los sueños, mucho más de aquellos de magnitud astronómica.
Pero Quispe se abrió camino a patadas, literalmente, hasta llegar a dirigir misiones en la NASA.
Cinturón negro
La ingeniera nació en Marripón, un distrito rural de Lambayeque, en el norte de Perú, en el que no había electricidad.
Su familia usaba lámparas de kerosene para iluminarse. O la luz de la luna, recuerda, con cierta nostalgia.
«Fueron episodios muy bonitos para mí, los recuerdo con mucho cariño. Digo ‘guau, pasaste todo esto’. Fue divertido y fue único», dice a BBC Mundo.
Luego se mudó con su familia a otras ciudades del norte de Perú, donde estudió en escuelas públicas y se graduó en Ingeniería de Sistemas.
Cuando aún cursaba la secundaria, encontró un anuncio sobre una beca para practicar tres meses de karate.
Quispe aprovechó la oferta y en pocos años llegó a obtener el cinturón negro.
«Se me dio la oportunidad de competir en torneos regionales, también viajé a varios países y uno de ellos fue Estados Unidos», cuenta.
«Cuando ya me había graduado, averigüé sobre la posibilidad de estudiar Ciencias o Ingeniería [allá] y fue cuando solicité una residencia permanente por habilidad extraordinaria«, detalla.
«Fue difícil demostrar, fue un caso largo, debía mostrar que tenía reconocimientos a nivel nacional e internacional, no solo en el ámbito deportivo, sino también profesional, mostré las tesis que había escrito, el trabajo académico, notas, mostrando que había un equilibrio entre lo académico y lo deportivo», sostiene.
Finalmente obtuvo la residencia y decidió quedarse a vivir en EE.UU., para estudiar lo que había planeado y llegar a la NASA.
Pero no sabía inglés.
Construcción de naves espaciales
Así que al llegar, Quispe tuvo que estudiar el idioma durante más de un año.
Después se inscribió en la carrera de Ingeniería Tecnológica Espacial en el colegio comunitario Prince George, del estado de Maryland.
Un asesor en esa escuela le dijo que si quería entrar a la NASA, debía continuar sus estudios con Ingeniería Astronáutica o Aeroespacial.
Quispe siguió el consejo y se trasladó a Capitol Technology University (CapTechU), en Maryland, a estudiar Astronáutica, una especialidad centrada en la construcción, operación y seguimiento de naves espaciales.
CapTechU tenía un convenio para enviar a sus mejores estudiantes a hacer prácticas a la NASA.
Entonces, Quispe se trazó la pasantía en la NASA como su siguiente paso.
Pero al inicio, no cumplía con todos los requisitos que pedían para participar en el programa.
Contra el «no puedo»
Una de las condiciones, por ejemplo, era ser ciudadano estadounidense, y Quispe todavía no lo era.
Pero afortunadamente, más adelante eliminaron esta formalidad y la joven pudo acceder a las prácticas en la NASA, en la Misión de Medición de Lluvia Tropical (TRMM, por sus siglas en inglés).
«Fue un reto tras otro, un reto tras otro, es lo que siempre cuento en mis conferencias de ‘Rompiendo el paradigma del no puedo'», dice Quispe, que ahora se está lanzando como conferencista internacional.
Luego de la pasantía ganó una beca para hacer una maestría con una tesis sobre el derretimiento de los glaciares en Cusco, Perú, usando imágenes satelitales de la NASA.
El trabajo oficial en la agencia espacial llegaría poco después.
El gran deseo
En 2011, Quispe postuló a la misión del Orbitador de Reconocimiento Lunar (LRO, por sus siglas en inglés) de la NASA, un satélite no tripulado que desde 2009 orbita la Luna y manda información a la Tierra cada cierto tiempo.
El orbitador también busca lugares con potenciales recursos que permitirían enviar misiones tripuladas al satélite.
Quispe ingresó como ingeniera de vuelos y operaciones a la LRO y, unos tres años y medio después, ascendió a líder del equipo.
«Se me concedió mi gran deseo», dice.
El trabajo «era tener información de primera mano de la Luna y distribuirla entre la comunidad científica, y sentir que eres parte de un proyecto que va a aportar a la ciencia y por ende a la humanidad», cuenta.
Después de seis años en la LRO, la ingeniera se trasladó a otra área de la NASA, aunque igual de fascinante.
A base de esfuerzo
Ahora Quispe es ingeniera de sistemas de vuelos en el proyecto del telescopio James Webb, programado para salir al espacio en 2021 y reemplazar al telescopio Hubble.
El James Webb se pondrá en órbita con el fin de estudiar las galaxias desde la época de su formación, es decir, desde el mismo Big Bang, y todas las fases de la historia del universo, según explica la NASA.
«Tener la oportunidad de participar y colaborar y llevar esta misión a un lanzamiento exitoso me hace sentir especial y también muy orgullosa de que, siendo peruana, podamos hacer historia», dice Quispe a BBC Mundo.
Mientras cumple con sus tareas astronómicas, la peruana también da charlas para motivar a otras mujeres a seguir carreras científicas y está escribiendo un libro sobre su vida.
«Es importante hablar de ciencia, que la gente no la vea como algo inalcanzable», opina. Aunque reconoce que llegar a la NASA fue difícil.
«[No tuve] todos esos recursos que algunas personas tienen a la mano para surgir, en mi caso hubo muchas limitaciones, carencias económicas», dice.
«Pero creo que eso me hizo ser una persona que valora más cada cosa que ha logrado porque ha sido todo a base de esfuerzo. Tenía optimismo. Mi actitud siempre fue de perseverar y buscar los recursos», asegura.
Más adelante, Quispe espera formar parte de alguna misión de la NASA que tenga que ver con Marte.
De aquí en algunos años, ¿alguna otra niña verá una imagen de Quispe en el planeta rojo y pondrá sus sueños en el espacio?