Por eso, la expulsión de dos funcionarios de la embajada rusa el 8 de diciembre dada a conocer por el presidente, Iván Duque, es un suceso inédito.
«El mensaje que queremos dar —le dijo Duque al canal NTN24— es que este es un país amistoso, pero que también se guía por los protocolos de la convención de Viena y cualquiera que esté por fuera de esa convención tendrá que salir del país».
Con base en el mencionado tratado, que regula las prácticas de las relaciones internacionales, Colombia expulsó a Aleksander Nikolayevich Belousov y Aleksander Paristov, dos altos funcionarios que, según la inteligencia colombiana, eran espías que estaban reclutando colaboradores locales a cambio de dinero por información sobre empresas, universidades y el Estado colombianos.
El gobierno de Vladimir Putin, que ha sido acusado de espionajes similares en decenas de países aliados de Estados Unidos, rechazó la supuesta injerencia a los asuntos internos de Colombia y pidió la remoción de dos funcionarios colombianos de la embajada en Rusia.
A pesar de la «relación especial» que Colombia ha mantenido durante décadas con Estados Unidos, su vínculo con Moscú ha sido hasta ahora amistoso y se ha traducido en decenas de acuerdos de intercambio militar.
Además, la capital colombiana, Bogotá, ha sido durante años un estilo de epicentro de espías de todo el mundo.
La pregunta, entonces, es por qué ahora se produce esta trama de espionaje que promete atizar las relaciones bilaterales.
¿Qué estaban haciendo?
Después del anuncio de Duque, varios medios tradicionales colombianos dieron a conocer la llamada «operación enigma«, un esquema de los servicios de inteligencia que encontró que los supuestos espías estaban recabando información en Bogotá y Cali.
El diario El Tiempo aseguró que los agentes rusos estaban reclutando funcionarios colombianos en busca de información militar y económica; y, en particular, sobre el sector energético, los recursos minerales y la industria petrolera.
Las fuentes anónimas de El Tiempo, un diario tradicionalmente cercano al establecimiento, dijeron que estos espías llevaban dos años trabajando en Colombia, reuniéndose con fuentes y entregando dinero a cambio de información clasificada.
La revista Semana, que recientemente ha generado polémica por su supuesto acercamiento al gobierno de Duque, reportó que uno de los espías trabajaba en la inteligencia militar rusa (Departamento Central de Inteligencia) y el otro en el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR).
Según Semana, los rusos podrían estar buscando información de interés para el gobierno de Nicolás Maduro, fiel aliado de Putin en la región y enemigo de Duque. Sin embargo, de acuerdo a un funcionario citado por la revista, «hasta el momento no hemos tenido una conexión directa«.
Aunque los medios revelaron fotos, mapas de aparentes trayectos y documentos de inteligencia, no dieron a conocer los actos ilegales o inusuales que los espías al parecer estaban realizando.
¿Por qué ahora?
La noticia se da en un momento particular para el gobierno de Duque.
Primero, por el cambio de gobierno en Estados Unidos, país donde Duque entabló una fuerte alianza con el saliente Donald Trump.
Segundo, porque la campaña para las presidenciales de 2022 parece que arrancó en el momento en el que Álvaro Uribe, el mentor político de Duque, alertó sobre la supuesta infiltración de Venezuela en las elecciones y la posibilidad de que el llamado «castrochavismo» llegara al poder.
«Hay una tendencia natural en Colombia, como en la mayoría de nuestros países, de ver estos fenómenos globales en clave local y potencialmente electoral, si no incluso en clave personal», opina Juan Gabriel Tokatlián, veterano internacionalista argentino experto en Colombia.
«Suele pasar que se dan estas denuncias cuando le interesan al líder, a la coalición o al candidato de turno, y doy por hecho que eso acá puede incidir», explica el profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.
El también vicerrector de la universidad porteña señala cinco claves dentro de las cuales hay que analizar esta trama de espionaje:
«La expulsión de funcionarios en Colombia es un hecho poco usual; hay espías rusos, alemanes, israelíes, estadounidenses y chinos en todas partes del mundo y no iban a dejar de estar en Colombia; y lo que parece suceder son prácticas habituales de ambas partes: espías que buscan información y servicios de inteligencia local que les hacen seguimiento».
Pero, además, «estos procesos suelen tener una dimensión externa, como puede ser un pedido de Washington o no; y también cabe preguntarse si hay un mensaje a (Joe) Biden de que Colombia es fuerte con Rusia«.
Duque no dio detalles sobre lo que para él hay detrás de esta trama, pero las fuentes de los medios locales fueron incisivas en que «el espionaje va a continuar».
La trama y una campaña presidencial en Colombia marcada por Venezuela parecen apenas estar empezando.